sábado, 20 de octubre de 2012

¿QUÉ HAS HECHO TÚ… PARA QUE ESTÉS DE MÁS AQUÍ? ¿Qué has hecho Tú para que estés de más? Quieren borrar tu nombre…, tu nombre, proletario, carpintero. El nombre del hijo de un pobre obrero de la construcción. ¿Quién y por qué te pretende echar de los caminos, que pisaste algún tiempo en busca del que te necesitaba? Viniste en son de paz, naciste pobremente no en una cálida clínica de maternidad sino en pobreza y soledad, hablaste poco tiempo, tres años, casi nada. En cambio estuviste trabajando treinta, manejando la sierra, el martillo y la garlopa. Al revés de quienes de nuevo planean tu destierro, que trabajan tres y nos hacen perder el tiempo con sus chácharas durante treinta y más. Exiliado ya lo fuiste una vez y desde bien temprana edad, por el odio de un rey. ¿O era miedo a perder el trono? No era miedo, no, era odio, odio a un niño de un “belén” que llegaba en son de paz. Te sentaste una tarde junto a un pozo a hablarle a una mujer de amor ¿de qué otra cosa se le puede hablar a una mujer junto a una fuente? pero de un amor noble, no con siete maridos, eso no es el amor que tu preconizabas. Andabas entre publicanos y prostitutas, lo más bajo de la sociedad, pero a la vez curabas al ciego y limpiabas de lepra a los leprosos y perdonabas y disculpabas todo… ¿Es tan perverso amar al indigente, al mísero, comer con publicanos o quebrantar un sábado? Te querían echar porque denunciaste y fuiste el espejo de sus bajos instintos, se veían en ti tal cual eran: hipócritas, soberbios, amigos del poder, amigos del dinero y del placer y no lo soportaban. Tú te enfrentaste a todo, y a todos los poderes, sagrados y profanos, señalaste la llaga que los corroe, te apuntaste a los pobres, a los más indigentes, te hiciste como ellos para darles amor, de lo que tan necesitado está y estaba el mundo. Dime entonces, amigo carpintero ¿Qué has hecho para que estés de más? Tu nacimiento es vida, simboliza la vida, la llegada de un sol, tu llegada, a este mundo en una noche donde no había para ti lugar en la posada. Sin embargo tu llegada es todo un canto a la vida y a la hospitalidad, Tú no has matado a nadie, Jesús, pero has muerto por todos. Abro el libro de Boris Pasternak, y leo en las primeras páginas: “Roma… mercado de dioses tomados en préstamo y de pueblos conquistados…, ojos nadando en grasa, bestialidad, mentes con doblez, peces alimentados con carne de esclavos…, emperadores analfabetos… Y he aquí que en aquella orgía de mal gusto, en oro y mármol, llegó él, ligero y vestido de luz, fundamentalmente humano, voluntariamente provinciano, el Galileo. Y desde ese instante los pueblos y los dioses dejaron de existir y comenzó el hombre, el hombre carpintero, el hombre pastor entre un rebaño de ovejas a la puesta del sol, el hombre cuyo nombre no sonaba solemne ni feroz, el hombre generosamente ofrecido a todas las canciones de cuna de las madres y a todos los museos de pintura del mundo”. (El doctor Jivago). Ahora quieren poner en pie la memoria histórica. De acuerdo. Pero que no olviden a este ajusticiado de hace 20 siglos, que murió, perdón, que lo colgaron de una cruz por defender no sólo el derecho y la justicia de los hombres sino el perdón y la misericordia porque sabía bien que quienes solamente predican la justicia terminan siempre ajusticiando. No. Él predicó el amor, amor del bueno, amor desinteresado y pleno de generosidad, ese amor que el mundo desconoce. Por eso debe aparecer encabezando la memoria de los asesinados, enterrados y olvidados. Pero aunque muchos lo consideren un desaparecido su fosa fue abierta hace dos siglos y sus restos ya no estaban allí. Se han convertido en luz para quien quiera ver. Su tumba es el único sepulcro donde se escribió: “Aquí no yace…”. Termina así Renán, ese ateo profundamente religioso, así termina su vida de Jesús: “Tu nombre, gloria y orgullo del mundo va a exaltarte durante miles de años… Y mil veces más vivo, más amado después de tu muerte que mientras cruzaste por este valle de lágrimas, llegarás a ser de tal modo la piedra angular de la humanidad, que borrar tu nombre de los anales del mundo será conmoverle hasta en sus cimientos….” Por eso en nombre tuyo, “sublime vencedor de la muerte”, y perdona mi osadía, en ese nombre tuyo, Jesús amigo, obrero ajusticiado una vez y hoy de nuevo en capilla, por mor del inexplicable odio de unos cuantos insensatos, reclamo para ti también memoria histórica. Tu causa, tu juicio, tu ejecución y sepultura están bien confirmadas. Si estorbas como símbolo de vida y esperanza de los pobres espero que no borren tu nombre de la lista de aquellos inocentes que han sido injustamente maltratados, condenados, torturados y ejecutados. Aunque me temo que si lo han hecho entonces, y volvieras de nuevo, volveríamos de nuevo a hacerlo ahora. Así somos los hombres. En cambio así has sido Tú y sigues siendo. José Manuel Feito