sábado, 6 de junio de 2020


             DOMINGO SANTÍSIMA TRINIDAD. 7-VI-2020 (Jn. 3, 16-18) A

Hoy no se escribe apenas, ni se habla, ni se discute sobre la Santísima Trinidad. ¿Se imagina alguno llegar a una reunión de amigos, acercarse a la barra de un bar o entrar en una peluquería y escuchar una conversación sobre la Santísima Trinidad? Antes al menos se estudiaba el Catecismo, se sabía algo de estos temas. Hay un teólogo llamado Agustín Andréu que quería publicar un trabajo en el que por lo visto habla de unos apuntes que Antonio Machado y Blas Zambrano habían escrito en los años 30 cuando preparaban en la Universidad Popular de Segovia a un grupo de niños para la Primera Comunión y en los que trataban de explicarles a su modo este misterio. Sería interesante conocerlos...
Hasta no hace mucho los mismos testamentos empezaban invocando la Trinidad y a los agonizantes se les exigía adhesión a este misterio, lo que dio pie a aquella conocida anécdota en la que cierto joven sacerdote era incapaz de convencer a un anciano gravemente enfermo de que Dios era trino en personas y uno en su naturaleza. Desesperanzado y preocupado se lo comunicó a su párroco, un hombre mayor que conocía la mentalidad del aldeano a la perfección. Llegó el párroco a la cabecera del enfermo, entabló conversación y este le repite lo mismo, que a él no le cabe en la cabeza cómo pueden ser tres y a la vez uno. Como la enfermedad se agravaba y el tiempo no daba para mucho el sacerdote, prescindiendo de más razonamientos le dijo:
-Pero vamos a ver, hombre, a ti qué más te da que sean tres que uno ¿tienes tú acaso que darles de comer?
-En eso tiene razón..., señor cura, para mí ¿qué se me da el que sean tres o uno?
Confesó y pudo recibir el Viático y morir cristianamente. No es una buena salida y menos aún una buena catequesis que digamos, pero a veces ante ciertos misterios ¿qué otra cosa cabe hacer mas que creer a ciegas y tirar para adelante?
Sin embargo el misterio está ahí. No habría ninguna necesidad de plantearlo ni explicarlo si no fuera una realidad, ya que a menudo nos confunde y desconcierta más que ayuda, sobre todo si no tenemos una formación bíblica y teológica profunda.
Que Dios es uno se sabe por el A. T., pero el Nuevo introduce las personas divinas Padre, Hijo y Espíritu Santo que dieron origen muchos años después a la palabra Tri-nidad o tri-unidad. En Mt. 28, 19 está el mandato a los apóstoles: “Id por el mundo... a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. En la primera carta de san Juan, (5,7) nos dice en un discutido texto que “tres dan testimonio y los tres convienen en una sola cosa...”, que reafirma luego en el evangelio: “Yo y el Padre somos uno” (10, 30) y más claro aún en el prólogo: “Y el Verbo era Dios...”(Jn. 1, 1).
Hasta el s. II no se emplea la palabra trinidad. La doctrina se formula en el s. IV. Empieza a celebrarse la fiesta en el s. X como protección contra los normandos. Es instituida para toda la Iglesia el año 1334 por el papa Juan XXII.
Muchos santos Padres trataron de explicar este dogma usando comparaciones que han llegado hasta nuestros días, entre ellos se encuentra Novaciano (250) con su obra “De Trinitate”, San Hilario de Poitiers contra los arrianos el año 330, san Agustín el año 400 escribe De Trinitate, nada menos que 16 libros sobre el tema. En el libro octavo, al hablar de cómo la caridad nos acerca a Dios y a su misterio, escribe: el Padre es quien ama, el Hijo es el amado y el Espíritu Santo es el amor. Ricardo de san Víctor  (irlandés) nos dejó en seis libros su teología trinitaria. En el libro quinto dice que la persona del Padre no procede de otra, la del Hijo procede del Padre, y el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. La primera da sin recibir, la segunda recibe y da y la tercera recibe sin dar. Pintores como Rubens, Guercino (Museo del Prado) que es quien pinta la leyenda agustiniana de la playa y el niño queriendo meter en mar en un pozo con una concha, Luis Tristán (Catedral de Sevilla), El Greco, etc., expresan en sus lienzos estas ideas aunque, al estar prohibidas por la Biblia las representaciones de Dios, abundan menos. En Austria se pueden ver en muchas plazas las famosas columnas trinitarias, levantadas contra la peste, como la del Monasterio cisterciense de Heiligen- kreuzy, y que constituyen auténticas obras de arte.
Cuenta san Ignacio de Loyoya que en cierta ocasión estando rezando a la Virgen delante del templo de Santo Domingo tuvo una especie de visión: “Vi a la Trinidad en figura de tres teclas de un armonio”. Es una curiosa comparación ya que un acorde es un solo sonido formado por tres notas que suenan a la vez: se confunden y a la vez cada una tiene su personalidad propia.
En Irlanda es san Patricio, su patrono, quien en el s. V, después de mostrar con milagros (el del veneno, el del homicidio y el de la prueba del fuego) para enfrentarse con los sacerdotes celtas (o druidas) empieza su predicación a los francos y germanos precisamente con el misterio de la Trinidad, y usando de otro ejemplo que ha llegado hasta nosotros: la hoja del trébol, una planta de tres hojas que forman una sola hoja.
Finalmente Dante Alhigieri en la Divina Comedia, basada siempre el número tres, tres partes, la estrofa llamada terceto, 33 versos, etc., una vez que los viajeros remontan el infierno y el Purgatorio, abandonan el Paraíso terrenal y en él a Virgilio que les acompañó hasta este momento, para entrar en el cielo de la mano de Beatriz, atraviesan siete cielos: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter, y Saturno. Al llegar al Sol dice exactamente: “En la profunda y clara sustancia de la alta luz se me aparecieron tres círculos de tres colores y una sola dimensión; el uno parecía reflejo del otro, como el arco iris del arco iris, y el tercero se parecía a un fuego que procediese igualmente de los otros dos”. Es otro de los símbolos más usados el de los tres círculos entrelazados y la palabra Unidad. También se compara a las tres dimensiones del templo: largo, ancho y alto y un solo espacio, pero no dejan de ser sencillas comparaciones.
Tampoco habría por qué gastar tanta tinta y esfuerzo si no se desprendiese fácilmente de la Biblia. Y por eso ha tenido también sus detractores. En el s. II Práxedes y Noeto afirman que no son tres personas sino tres modos de actuar; es la doctrina de los modalistas. Sabelio afirma que son tres manifestaciones de Dios; (llamados también patripasianos pues creen que el Padre sufrió en el Hijo. Mahoma escribe en el Corán: “¡Gente del Libro! Creed en Dios y en sus enviados. No digáis tres. Dejadlo. Es mejor para vosotros. Dios es un Dios único ¡Loado sea!” (4, 169). Y en la azora V, vers. 77/78: “Son infieles quienes dicen: Dios es el tercero de una tríada. No hay dios, sino un Dios único”. Joaquín de Fiori afirmaba que Dios sólo era una persona que en el A.T. se había manifestado como Padre, en el N.T. como Hijo y en actualmente en la Iglesia como Espíritu Santo. Sus doctrinas fueron condenadas en el IV Concilio de Letrán (1215). Sin embargo esa división en edades, que es inaceptable para Dios, sí pudiera servirnos en cuanto al desarrollo de la Historia, ya que hubo una etapa inicial en la que todo giraba en torno a Dios, el Teocentrismo, del que afirma el teólogo Berdiaeff que “todo estaba lleno de cosas santas”. En una segunda etapa que coincide con la época de la Reforma y el Renacimiento la ciencia y la filosofía se fijan en el mundo, por lo que se podría considerar cosmocéntrica. Finalmente si Galileo hace del sol el centro del universo; con Freud pasa a serlo el propio hombre cayendo en el agujero negro de sí mismo. Es la concepción antropocentrista, perdiendo su relación con Dios y con el prójimo. Lo malo de esta visión es el egoísmo que implica porque no cabe duda de que el ideal para el cristiano sería ver de nuevo a Dios y a los demás reflejados en sí mismo puesto que de alguna forma llevamos la Trinidad troquelada en nuestras relaciones familiares: padre, madre e hijo, y en nuestras relaciones sociales que también son tres: yo - tú - él. Sin estos tres pronombres es imposible convivir. Como dice Jacinto Benavente en unos versos:
En el ´meeting´ de la Humanidad
millones de hombres gritan lo mismo:
yo, yo, yo, yo, yo, yo...
¡Cu-cu, cantaba la rana;
cu-cu debajo del agua!...
¡Qué monótona es la rana humana!
¡Qué monótono es el hombre mono!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
Y luego: A mí, para mí, a mi entender.
¡Mí, mí, mí, mí! ...
La rana es mejor...
Sólo los que saben amar, saben decir ¡Tú!

El cielo no es el Yo filosófico de Fichte. Dios es amor y amar implica siempre un para fundirse luego en Uno, pues cuanto más amor más uno. Ya viene claramente expresado en el Génesis al hablar del matrimonio: “Serán dos en una sola carne” y en el Nuevo Testamento: “Que sean uno como Tú y Yo, Padre somos Uno”.
Dios es amor. El amor supone dos al menos, de quienes surge un tercero: el Hijo. Con todo no deja de ser un gran misterio. Por eso lo más lógico es que tengamos hacia él un gran respeto y una profunda adoración. En el Credo recordamos a las tres personas divinas, lo mismo en el Gloria al Padre, en la señal de la cruz, y en su nombre la Iglesia termina todas sus oraciones litúrgicas: “Por nuestro Señor Jesucristo que contigo (Padre) vive y reina en la unidad del Espíritu Santo”.
Nuestra unión, comunión de los santos, nuestra fraternidad debe ser siempre reflejo de este amor de Dios en sus personas que llamamos Trinidad y cuya fiesta (la del amor de Dios) estamos celebrando este domingo en el que nuestra parroquia celebra a la vez la gran fiesta de la Primera Comunión de seis niños.Jmf

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