sábado, 5 de enero de 2019


EPIFANÍA DEL SEÑOR. 6-1-2019 (Mt. 2, 1-12) C

Anda por ahí un cartel que remeda con una cierta gracia los “afiches” que hemos visto tantas veces clavados en un árbol o a la puerta de una cantina en las películas del Oeste en los que, bajo el rostro de un mal encarado y supuesto criminal, se lee: wanted, se busca. En este caso el rostro de quien se busca fue sustituido por el de Cristo, y los delitos y señas que se le atribuyen es que predica a los pobres la justicia, come con pecadores, ataca a los poderes establecidos, usa barba y anda con gente de baja ralea. Se busca…, buscar es uno de los verbos a que nos quiere acostumbrar el Evangelio: a ser buscadores de Dios.
María y José en Belén buscan posada, camino de Egipto buscan asilo, al regreso buscan a Jesús perdido en el templo... Jesús busca a los apóstoles, va en busca de la oveja perdida, María Magdalena va al sepulcro en busca del cuerpo de Jesús... todos son buscadores.
Hoy el Evangelio nos pone un ejemplo de buenos buscadores, buscadores de la verdad, de la paz, de la felicidad… corriendo grandes riesgos y con bastante trabajo: Los Reyes Magos. Cuántos verían en el cielo una señal durante varios días, sin embargo sólo estas tres personas y su gente se pusieron en camino y emprendieron la búsqueda. Los judíos también esperaban un Mesías pero ninguno lo buscó en serio, y eso que estaba bien claro en las Escrituras. Bastaba con leer al profeta Malaquías donde dice: “Y tú, Belén, no eres la más pequeña de las ciudades de Israel pues de ti saldrá un jefe…” (5, 2-b). Nadie se movió en Israel, esperaban sentados que Él se apareciera un buen día sobre las nubes del cielo, pero a Dios, lo mismo que a los tesoros, hay que buscarlo. Dios gusta de permanecer oculto, y así permaneció en Nazaret durante treinta y tres largos años. Tuvieron que ser unos extranjeros venidos desde Persia los que trajeran a Jerusalén la noticia. Y es entonces cuando el niño empieza a ser buscado, curiosamente en Israel sólo lo hacen los soldados de Herodes y es para matarlo. Así es la historia.
Dice el Evangelio que los Magos, guiados por una estrella que se situó sobre la casa donde estaba la Sagrada Familia, encontraron por fin al niño con María su madre y lo adoraron. Adorar sólo se adora a un dios, por lo tanto reconocieron y se dieron cuenta de lo que estaba sucediendo en aquel rincón de Palestina. Además le ofrecieron oro como a rey que era, incienso como a Dios y mirra como a hombre. Luego se volvieron a su patria por otro camino. Quien encuentra a Dios ya no vuelve a las andadas, ya no recorre las mismas sendas por las que anduvo antes de conocerlo sino que regresa por caminos de conversión y de arrepentimiento. Para ello se dejaron guiar no sólo por aquellos “sabios” de la corte de Herodes que, citando la profecía de Malaquías, los habían encaminado a Belén, sino por la misma estrella que los llevó hasta allí.
Las estrellas han servido siempre de guía a los hombres; así la Estrella Polar, la Cruz del Sur, la Vía Láctea o Camino de Santiago, etc. En los momentos de duda e incertidumbre siempre aparece una estrella, bien sea en el cielo o bien en el fondo del corazón para guiarnos. Lo importante es descubrirla, buscarla…, descifrar su mensaje y dejarnos llevar por ella. Y más que aparecerse se podría decir que las estrellas siempre están ahí enviándonos mensajes, desde el cielo, aunque de día no las veamos, ellas nos miran y nos hablan. Lo expresa muy bien Gerardo Diego en un poema del libro Iniciales (1918) titulado Tentación  que dice:
“De noche no. De noche
no, porque me miran ellas,
sería un mudo reproche
el rubor de las estrellas.
-Entonces mira, mañana,
bajo el sol viejo y ardiente:
la luz ciega, muerde, aplana,
el alma duerme y consiente.
-¿De día? No, las estrellas
en el cielo están también
¿No lo sabías? Sí, ellas,
aunque invisibles, nos ven”.
Nos ven y nos alumbran, nos guían y nos gritan, nos acusan o aplauden y nos señalan caminos que nosotros pocas veces acertamos a seguir. Hoy hay bastante gente que cree en los OVNIS, en seres extraños que vienen o se dice  que vienen de otros mundos a traernos tal o cual mensaje. Pero si son objetos voladores no identificados, si no sabemos quiénes son, de donde vienen, a qué ni con qué fin ¿cómo es posible que tanta gente vaya tras ellos como los magos tras la estrella? Pues precisamente por esa desorientación en la que viven las gentes. Los Magos al menos tuvieron la humildad de preguntar. Hoy todos nos consideramos sabios, capaces de interpretar cualquier señal y así nos luce el pelo. Los Magos, una vez que encontraron al Señor, prescindieron de intermediarios, incluso de la misma estrella. Lo expresa muy bien Lope de Vega en unos conocidos versos del libro Los Pastores:
“La estrella parada está,
Reyes, que venís por ellas
no busquéis estrellas ya
porque donde el sol está
no tienen luz las estrellas”.
Hoy es el día de los Reyes Magos, litúrgicamente mejor lo llamaríamos de la Epifanía o manifestación de Dios al mundo pagano, una fiesta que hemos convertido casi únicamente en fiesta para los niños. Y no debía ser así, a no ser que, como aconseja el Evangelio, todos nos volviéramos niños. Pero ese ya es otro cantar.
La Epifanía es una fiesta muy antigua en las celebraciones de la Iglesia, la más antigua e importante después de la Pascua. En ella conmemoramos la manifestación de Dios a los hombres, en especial a los pueblos paganos. Hoy en vez de cristianizar a los paganos, han sido los paganos quienes nos han paganizado la fiesta a los cristianos, ya que, si lo vemos con un poco de objetividad, el fin primordial, la preocupación primera en este día son los juguetes de los niños y los regalos a los mayores. No creo que este modo de celebrarlo sea el más conforme al espíritu del Evangelio.
Hemos convertido el día de Reyes en la Fiesta de los Inocentes y de las “inocentadas”. Nos hace ilusión engañar a los niños con el fin de verlos felices y acaso nos engañemos un poco los mayores con toda esa parafernalia que tiene acaso más de rito social que de felicidad compartida. Y no digamos nada del montaje comercial en los grandes almacenes con ese Papá Noel, un viejo mito vestido de verde y que Coca Cola vistió de rojo y blanco, los colores de su marca comercial, para hacer una propaganda subliminal entre la gente…
La felicidad, desde luego, no es eso, la felicidad no debe apoyarse nunca sobre el rito vacío o el engaño porque después si no tenemos un poco de tacto, los niños terminan estafados y los mayores defraudados. En realidad si lo pensamos bien podemos darnos cuenta de la inutilidad de tanto gasto: dos días de ilusión para que luego en muchos casos que vaya todo a parar “al cuarto de los trastos viejos casi nuevos”. No debería ser uno un aguafiestas pero creo que esto, de un modo u otro, todos lo hemos pensado alguna vez.
Habría que buscarle un sentido cristiano a este día y sobre todo procurar que se desarrollara en un marco religioso con un sentido evangélico. Los Magos encontraron a Jesús y regresaron llenos de alegría y de gracia, pero es porque fueron a buscarlo a un establo, a un pesebre, entre los pobres, no en los grandes almacenes de la gran ciudad, o en el palacio del poderoso Herodes. Ellos, con no llevarse nada, regresaron felices y contentos, nosotros con ir cargados de regalos, corremos el riesgo de regresar de la fiesta vacíos y desencantados.
La estrella sigue ahí, Dios sigue naciendo en la pobreza de Belén, entre los pobres del mundo. Esta fiesta de la Epifanía sigue siendo una invitación a buscarle, con la promesa de que si le encontramos ese será el mejor regalo de toda nuestra vida, teniendo en cuenta que ya el hecho de vivir, de ser católico, de asistir esta mañana a misa... es el mejor regalo con que podemos soñar.
Como muy bien decía aquel viejo cristiano: “Yo soy ya un regalo y en primer lugar un regalo para mí mismo. El Padre Dios me regaló un yo de mí mismo. Quizá no he descubierto nunca este regalo maravilloso que soy yo. Y quizá tampoco he aceptado del todo este regalo. Soy un regalo de Dios, un regalo en primer lugar para mí y también para los demás, o al menos procuraré serlo”. Es una hermosa consideración. ¡Ojalá seamos regalo siempre de Reyes para todos y nunca nos convirtamos en cruz de Viernes Santo para nuestro prójimo! ¡Ojalá!
Jmf

No hay comentarios: