DOMINGO
XV.- 15-VII-2018-
(Mc. 6, 7-13) B
La misión que Jesús
confía a sus apóstoles se puede concretar en tres aspectos: 1) Dar y ejercer la
libertad, “dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos...”. 2) No presentarse
en plan triunfalista ni con espectacularidad sino en plan sencillo y humilde: “no llevéis pan ni alforja ni dinero...,
si acaso unas sandalias... Y 3) No
insistir demasiado: “Si en un lugar no os
reciben... marcharos a otro sitio...”.
1) Dar libertad es un gran programa, pero para
llevarlo a cabo es preciso no estar comprometido, es decir estar liberado, no “casarse”
con nadie ni con nada. Ser o estar liberado
es bastante difícil pero es una parte muy importante en la estrategia
evangélica. La autoridad es necesaria. Uno que mande, hoy se escoge por
votación. ¿Se acierta siempre? Ese es el problema. Una fábula oriental (recuerda los árboles queriendo elegir rey,
Jueces, 9) nos pone de sobre aviso: Un día las plantas convocaron sufragio
universal para elegir la reina. Se votó muy ordenadamente y salió elegida por
mayoría la ortiga. Y es que los votos no se cuentan se pesan. Buscar la persona
con valores, conociendo no lo que va a hacer sino lo que ha hecho. Prometer es
fácil, lo difícil es presentar un programa de obras llevadas a cabo feliz y
exitosamente. No me digas lo que vas a hacer sino demuéstrame qué has hecho y
en razón de ello podremos luego juzgar y elegir.
2) Un segundo
aspecto era presentarse sin triunfalismos,
sin espectacularidad, que no tienen nada de evangélico. Sí lo tiene la pobreza
de medios... con apenas sólo la palabra (palabra divina) y no menos a menudo
con el silencio. Cuentan que el
orador Isócrates (436-338 a. C.) fue
invitado por Nicocrente, rey de Chipre, a una cena. Deseaba
oírle hablar, pero Isócrates no abrió la boca en todo el tiempo.
¿Estás enfermo?, le preguntó el rey. De
ningún modo. Gozo de muy buena salud,
respondió el orador. ¿Por qué no
hablas, entonces? Porque de lo que yo sé hablar –contestó el orador- a ti no te interesa, y de lo que a ti te
interesa yo no sabría hablar. A veces el silencio es el mejor discurso.
Pero Cristo les envía también para
que hablen: “Si no os escuchan, al salir del pueblo sacudid el polvo de las
sandalias... Acaso por recomienda que las lleven, y además “ungir con óleo, echar demonios y curar enfermos...”. No es nada lo que
les que pide..., pero para esto se necesita, más que palabras, espíritu, vida
interior, hacer más que decir, y posiblemente ese sea el secreto del éxito del
Evangelio. Hablar es relativamente fácil. Dice Marschall Mc Luhan que el hombre perdió muchos de sus
instintos: orientación, olfato, vista... que tuvo en un principio, por hablar
demasiado. Si algunos animales los conservan: el olfato los perros, la
orientación las palomas y las abejas, la comunicación los delfines, etc. es
porque los animales no hablan y sin embargo qué bien se comunican. Creo que
algo de esto han procurado aprovechar algunas Órdenes Religiosas cuyo programa
de vida está precisamente basado en el silencio monacal, pero suplido con
creces por la conversación interior con Dios.
Cristo no es un conquistador a lo Alejandro Magno, Él es diferente, no mira tanto el número como
la dedicación. “Id de dos en dos...”,
así envía a sus discípulos, al revés que los grandes conquistadores que envían
ejércitos y legiones de miles y miles
de soldados a conquistar la tierra y sus productos, esclavizando de ese modo a
quienes conquistan. Jesús conquista
al hombre, no le importa más que el hombre y su voluntad, y a un hombre sólo se
le conquista cuando el tal se siente libre. Dios envía y recomienda: “poblad la tierra y dominadla...., la
tierra, no a sus gentes... La conquista del apóstol es la del corazón del
hombre, librándolo de sí mismo y de sus pasiones es decir convirtiéndolo en
algo parecido a Dios. No es la espectacularidad, ni el tener tablas, ni el
saber el oficio..., es más eficaz actuar y dar ejemplo, las palabras mueven, el
ejemplo arrastra.
El escritor rumano Jon Slavici publicó una
novela a finales del siglo XIX (1873) titulada “Pope Tanda”. Se trata de un sacerdote ortodoxo al que el Obispo
destierra castigado a la aldea de Vallaseca, una parroquia de pobres gentes (saraceni) en la que nadie hace nada. En medio de una desidia total las
gentes pasan el tiempo murmurando del vecino. Pope Tanda va de casa en casa, y aunque ven la iglesia medio en
ruinas nadie da un paso ni hace nada, más aún, se ríen de él y le llaman “Cura bobo” (Pope Tanda). En vista de lo cual levanta con sus manos la
rectoral, luego poco a poco la iglesia, ara su campo con un viejo caballo,
arregla el carro, le pone asientos para desplazarse de un pueblo a otro... La
aldea lo contempla atónita, ven que el Pope
Tanda, rodeado de su mujer y de sus hijos, vive mejor que ellos, y
arrastrados por el ejemplo empiezan también ellos a trabajar. La aldea se
transforma. Pope Tanda ve entonces
la alegría de aquel pueblo trabajador y entusiasta. Todos los pueblos son un
poco como Vallaseca, y todos necesitamos de personas que nos
den ejemplo y se arriesguen por los
demás. Con frecuencia nos faltan modelos que imitar e ilusión para el trabajo, actuamos sin ser consecuentes,
sin convicción. No hacen falta muchos medios, lo que más necesitamos es gente
con vocación, decisión y dedicación, lo demás, (es palabra del Señor), llega
siempre por añadidura.
3) Finalmente se nos recomienda si no se nos acepta no
insistir, tratar de no ser cargantes. Si el pueblo no te escucha, allá él, “sacudid el polvo de vuestras sandalias
(por algo recomienda llevarlas) y
marcharos a otro pueblo...”, el mundo es ancho y grande. No siempre la
insistencia es buena. Cuando se fracasa en un campo es mejor buscar otro. No
insistir en un aspecto no quiere decir darse por vencido, todo lo contrario.
Dicen los comunicólogos: “Hay que insistir”. Lo vemos en la propaganda, con qué machacona insistencia nos
golpea por medio de la radio, la TV y la prensa. Pues bien, hasta en eso Cristo es diferente, es una de tantas
paradojas que nos brinda el Evangelio: Si
no os reciben iros a otra parte... Es el mejor aval de nuestra libertad.
Porque, aunque muchos sistemas presuman de liberalismo o libertad, sus secuaces
nos “comen el tarro” a todas horas haciéndonos creer que somos libres cuando de
mil modos tratan de hacernos esclavos de tantas servidumbres sociales,
políticas, económicas... cambiando el control policial por el control fiscal,
religioso o cultural... ¿Cómo se puede decir que hay libertad de expresión
cuando si no piensas de acuerdo con un
patrón establecido más o menos de moda, te califican de retrógrado o de ultra,
y te marginan? En cambio si pregonas las excelencias de tal o cual sistema en
boga te exaltan, disculpan y protegen descaradamente y hasta te suben incluso
al carro del poder.
En la primera lectura oíamos como Amasías,
el sacerdote de los ídolos de Betel,
quiere hacer callar al profeta Amós que no cesaba de denunciar los
vicios y la corrupción del pueblo de Israel, llegando a aconsejarle que se
vuelva a cuidar su campo de higos y sus
vacas, pero Amós entonces profetiza los castigos que aguardan tanto a Amasías como al rey: “El Señor me sacó de junto al rebaño y me
dijo: Profetiza a mi pueblo Israel. Tu
esposa será ultrajada en la ciudad, tus hijos e hijas pasados a cuchillo, tus
posesiones repartidas entre los vencedores... Tú morirás en un país extraño, e
Israel saldrá cautivo y deportado hacia otra tierra”.
El evangelio es ante todo denuncia profética y
libertad para hablar, libertad para pensar. El evangelio es libertad de todos,
con todos, en todo, contra todo y para
todos, incluso ante ese inmenso misterio del más allá que es la salvación
eterna. A mí siempre me ha llamado la atención la actitud de Jesús desde la Cruz con respecto al mal
ladrón. Él, que fue el cura más celoso del mundo, en el mismo momento de
derramar su sangre por nosotros y por
todos, por el perdón de los pecados..., y María a su lado, refugio de pecadores, la misionera más
intrépida y activa, teniendo allí la
primera ocasión de mostrar su eficacia y su misericordia con un alma a punto de
condenarse, le dejan morir desesperado y
no le dirigen ni siquiera una palabra de exhortación al arrepentimiento.
Era libre de morir a su manera. Sin embargo con el buen ladrón, aquel que
suplicaba humildemente: “Acuérdate de mí
cuando estés en tu reino...”, con
este se volcaron; apenas dijo estas palabras inmediatamente Jesús le replicó: “Hoy, hoy estarás conmigo en
el Paraíso...”.
¿No nos dice nada eso? Yo lo pienso a veces cuando
visito un moribundo y no me habla para nada de confesar ni comulgar ni siquiera
de Dios... tengo que pensar en el Calvario y que Dios, infinitamente
misericordioso, es del mismo modo infinitamente respetuoso con la libertad de
cada uno, porque cada uno es el único responsable de su vida y, de algún modo,
de su salvación. Él nos lo puso fácil,
pero la última palabra, la última decisión siempre será nuestra. De ahí la
importancia que tiene en el Cristianismo cultivar estas actitudes de libertad,
servicio, entrega, respeto mutuo, pobreza, el
sagrado respeto a los demás y a
sus decisiones sin violentar, a ser posible, nunca su voluntad bajo ningún
pretexto, ni siquiera cuando entra en juego la salvación eterna. Eso es, al
parecer, lo evangélico. jmf.
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