NUESTRA
SEÑORA DE COVADONGA 8-IX-2018 B
Covadonga es, no sólo para los asturianos, sino para
todos los españoles, el lugar donde dio comienzo nuestra Historia
(consideraciones aparte de si la hazaña de Pelayo fue manipulada en un sentido u otro).
La Historia no es tanto lo que objetivamente sucedió aquí o allí, que muy pocas
veces se sabe con absoluta certeza, cuanto a lo que dio lugar posteriormente.
Todos sabemos que la Historia no es la misma, narrada por unos que por otros. Y
esto sucede hasta modernamente, aun teniendo tantos medios de análisis objetivo
de un acontecimiento como tenemos.
¿Qué sucedió realmente en Covadonga? En muchos
lugares del planeta y a través de todos los siglos se habla de apariciones de
la Santísima Virgen. En Covadonga parece ser que no fue una aparición del tipo
de las de Lourdes o Fátima. Según una antigua tradición, en la Cueva de
Covadonga existía ya desde antiguo culto a la Virgen, mantenido por un devoto
ermitaño. Entonces habría que hablar más bien de intervención milagrosa de la
Madre de Dios a favor de las huestes asturianas. Así lo interpretan autores del
renombre de Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Clarín, Sánchez Albornoz,
etc. porque así lo habían interpretado aquellos guerreros al mando del primer
rey godo de Asturias, Don Pelayo, quien, después de haber orado ante la
imagen, entabló la batalla de la que todos hemos salido victoriosos, quedando
liberado nuestro territorio del poder del Islán.
Es en ese punto donde se alza la línea divisoria
entre lo milagroso o sobrenatural y lo desconocido, entre el milagro meramente
tal y las fuerzas naturales ocultas que actúan de modo para nosotros aún
ignorado. Es lo que trata de explicar el filósofo avilesino Estanislao Sánchez Calvo en su obra Lo maravilloso positivo (1889) al
definir el milagro como “un hecho admirable
producido por un poder superior e inteligente, en virtud de fuerzas naturales
desconocidas capaces de interrumpir los efectos de las leyes conocidas, en caso
particular”. ¿Dónde termina lo natural y donde empieza lo sobrenatural o
milagroso? Lo mismo que entre el día y la noche, también en este tema es muy
difícil trazar una frontera. El hombre siempre ha sido muy dado a lo
maravilloso, a lo milagroso, no olvidemos que milagro viene de mirari: admirar. Lo que sucede es que “los sabios creen que el milagro es
imposible porque los teólogos lo tienen por sobrenatural y los teólogos lo
creen sobrenatural, porque los sabios lo consideran imposible en la naturaleza”,
según el citado Sánchez Calvo.
Desde la antigüedad pagana conocemos famosos
santuarios donde miles de fieles peregrinaban en busca de salud. Así los del
dios Esculapio en Atenas y Alejandría hace más de 25 siglos. Entre sus ruinas se
encontraron numerosos exvotos, y contamos con estelas en las que se narran
algunas de las curaciones “milagrosas” que habían tenido lugar en ellos.
En Covadonga no se suelen dar este tipo de
curaciones. Allí los asturianos, más que en busca de salud (también se acude a
eso) vamos a menudo sólo por ver, por salir un día de excursión, a veces por
cumplir un ofrecimiento hecho tiempo atrás, o para dar gracias a “la Santina” por algún favor recibido.
El único milagro que esperan de sus aguas algunas jovencitas es que debajo de
la Cueva hay un estanque y junto al estanque, “...la Virgen / tiene una fuente muy clara, / la niña que en ella beba
/ dentro del año se casa”, ¡Qué
pronto se mezcla fe con superstición!
Sin embargo, esa otra fuente, ese otro estanque de
aguas vivas que es la gracia que mana a través de la oración y de los
sacramentos ¡qué poco y qué mal se frecuenta! En otros santuarios, como
Lourdes, Fátima, etc. sí es verdad que existen curaciones milagrosas y hechos
portentosos, algunos de los cuales, a pesar de haber sido analizados
científicamente, de momento parece que no tienen explicación humana posible. En
Lourdes, ya desde el mismo origen y dejando a un lado las numerosas curaciones,
es difícil entender cómo en 1858 la propia vidente llamada Bernardette Soubirous, escarbando
en el suelo por mandato de la Virgen, da con una fuente que mana 2.000 litros
por minuto.
Emilio Zola escribió una novela, bajo el título de: Lourdes, para desprestigiar el
Santuario. Uno de los personajes, La
Grivotte, que no es otro que Marie
Lebranchu curada de tuberculosis pulmonar en el estanque el día 20 de
agosto de 1892 y que vivió aún 28 años más, Zola, en su escrito, la
hace regresar enferma y agonizar en París. Así trata de probar que la curación
de la protagonista había sido por sugestión, como le explica al sacerdote Pierre Froment, el joven médico que la
atendía.
Nos cuesta admitir todo aquello que rebasa los
sentidos, es decir, lo que cae bajo el mundo de la fe. Pero los hechos ahí
están para atestiguarlo. Decíamos que Covadonga es más lugar de acción de
gracias, de promesas a cumplir que lugar al que se acude en busca de curación,
aunque también hay que tener fe en este tipo de gracias de Nuestra Señora. Pero
Covadonga, y esto no debemos olvidarlo nunca, es donde se inició la España
nueva y cristiana, hoy amenazada de independentismos tribales que no deben asombrarnos
mucho: estamos recogiendo lo que durante décadas hemos venido sembrando. Decir
España era propio de “fachas”, había que decir “este país”, el Himno nacional
fue desterrado de colegios y Universidades como antigualla militarista, y la
bandera era poco menos que el emblema de los más recalcitrantes reaccionarios:
lo que se siembra se recoge. Covadonga ha sido y debe ser más que nunca el
punto de partida de una España cristiana. Sin Covadonga acaso seríamos ahora un
emirato más dependiendo del Islán, y allí, en vez de un templo, habría una mezquita. Hoy somos libres y
ecuménicos y eso es lo importante. Y la fe ejercitada en libertad es un valor a
recuperar y a ejercer. No hay por qué enfrentar fe, ideología y religión, unas
y otras se pueden completar perfectamente.
Y en cuanto al escollo que se pudiera hallar en los
milagros, vemos que milagros existen cada día en cualquier parte, aunque para san Agustín, que vivió en el s. IV, “los
milagros ya han desaparecido... los milagros eran una concesión a la debilidad
humana... el cristiano es más fuerte cuanto menos los busca, cuanto menos los
necesita”. Con todo, nuestra misma existencia ¿acaso no es milagro? Lo que
sucede es que somos ciegos y queremos ver a Dios y oír su voz a base de
milagros, cuando nos bastaría y sobraría con la fe. “Cree y comprenderás” decía el Santo. El evangelio del domingo, nos
habla de otro milagro: la curación de un sordomudo. Todos estamos un poco
sordos a las divinas voces que nos hablan, porque acaso hablamos demasiado
nosotros y no las escuchemos, no dejamos que la voz de Dios se deje oír. Hay
que “oír, ver y callar” en vez estar como estamos sordos, ciegos y hablando más
de la cuenta.
En Covadonga se puede ver, oír y callar pero se
escucha poco a Dios, no se deja oír en toda su plenitud la voz de la Santina.
Las visitas suelen ser demasiado ruidosas, suelen tener más de excursión que de
peregrinación, más de cháchara y vocerío que de murmullo de oración. Hoy el
hombre necesita a Dios más que nunca pues ni la ciencia ni la política ni el
progreso le resuelven sus problemas personales porque hemos marginado un tanto
la fe. Solo el Evangelio, vivido a tumba abierto, lo que aún casi nadie ha
hecho, podría arreglar el mundo en el que vivimos.
Más que buscar enfrentamientos el hombre debería
trabajar por que hubiera encuentros, ya que detrás de cada persona y más aún de
las enfermas de cualquier tipo de dolencia, de alma o cuerpo, ahí se encuentra
a Dios. Estanislao Sánchez Calvo, el filósofo citado, dice a este
propósito. “Día vendrá, así lo esperamos
en el que una ciencia más universal y una teología menos dogmática, puestas de
acuerdo ofrezcan al mundo una armónica síntesis en la cual los inevitables
misterios dejen de ser absurdos y los hechos maravillosos dejen de ser
increíbles”.
La fe y más aún la caridad, son más urgentes hoy que
nunca. La ciencia ya ha dado y está dando pasos de gigante, pero el hombre cada
día se encuentra más desamparado, más solo, y envuelto cada día en más
problemas, luchas, guerras, desasosiegos... Nos falta fe, no tenemos amor, nos
falta abrir nuestros oídos a la voz del más allá (estamos demasiado más acá), a
la voz del interior de la Montaña en donde nace la paz del corazón, el amor al
prójimo y la fe, ese don maravilloso positivo que la ciencia aún no ha sido
posible de darnos.
Con estos deseos de salvación para cada uno de
nosotros y también para nuestros hermanos ausentes, es con los que debemos
festejar a nuestra patrona de Asturias, La Santina, como lo expresa
hermosamente la jaculatoria que, desde hace años, entonan cada tarde en el
Santuario los niños de la Escolanía: “¡Madre
mía de Covadonga, sálvame y salva a
España!”. Que así sea.
Jmf
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