jueves, 6 de septiembre de 2018


NUESTRA SEÑORA DE COVADONGA 8-IX-2018 B
  
Covadonga es, no sólo para los asturianos, sino para todos los españoles, el lugar donde dio comienzo nuestra Historia (consideraciones aparte de si la hazaña de Pelayo fue manipulada en un sentido u otro). La Historia no es tanto lo que objetivamente sucedió aquí o allí, que muy pocas veces se sabe con absoluta certeza, cuanto a lo que dio lugar posteriormente. Todos sabemos que la Historia no es la misma, narrada por unos que por otros. Y esto sucede hasta modernamente, aun teniendo tantos medios de análisis objetivo de un acontecimiento como tenemos.

¿Qué sucedió realmente en Covadonga? En muchos lugares del planeta y a través de todos los siglos se habla de apariciones de la Santísima Virgen. En Covadonga parece ser que no fue una aparición del tipo de las de Lourdes o Fátima. Según una antigua tradición, en la Cueva de Covadonga existía ya desde antiguo culto a la Virgen, mantenido por un devoto ermitaño. Entonces habría que hablar más bien de intervención milagrosa de la Madre de Dios a favor de las huestes asturianas. Así lo interpretan autores del renombre de Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Clarín, Sánchez Albornoz, etc. porque así lo habían interpretado aquellos guerreros al mando del primer rey godo de Asturias, Don Pelayo, quien, después de haber orado ante la imagen, entabló la batalla de la que todos hemos salido victoriosos, quedando liberado nuestro territorio del poder del Islán.

Es en ese punto donde se alza la línea divisoria entre lo milagroso o sobrenatural y lo desconocido, entre el milagro meramente tal y las fuerzas naturales ocultas que actúan de modo para nosotros aún ignorado. Es lo que trata de explicar el filósofo avilesino Estanislao Sánchez Calvo en su obra Lo maravilloso positivo (1889) al definir el milagro como “un hecho admirable producido por un poder superior e inteligente, en virtud de fuerzas naturales desconocidas capaces de interrumpir los efectos de las leyes conocidas, en caso particular”. ¿Dónde termina lo natural y donde empieza lo sobrenatural o milagroso? Lo mismo que entre el día y la noche, también en este tema es muy difícil trazar una frontera. El hombre siempre ha sido muy dado a lo maravilloso, a lo milagroso, no olvidemos que milagro viene de mirari: admirar. Lo que sucede es que “los sabios creen que el milagro es imposible porque los teólogos lo tienen por sobrenatural y los teólogos lo creen sobrenatural, porque los sabios lo consideran imposible en la naturaleza”, según el citado Sánchez Calvo.
Desde la antigüedad pagana conocemos famosos santuarios donde miles de fieles peregrinaban en busca de salud. Así los del dios Esculapio en Atenas y Alejandría hace más de 25 siglos. Entre sus ruinas se encontraron numerosos exvotos, y contamos con estelas en las que se narran algunas de las curaciones “milagrosas” que habían tenido lugar en ellos.
En Covadonga no se suelen dar este tipo de curaciones. Allí los asturianos, más que en busca de salud (también se acude a eso) vamos a menudo sólo por ver, por salir un día de excursión, a veces por cumplir un ofrecimiento hecho tiempo atrás, o para dar gracias a “la Santina” por algún favor recibido. El único milagro que esperan de sus aguas algunas jovencitas es que debajo de la Cueva hay un estanque y junto al estanque, “...la Virgen / tiene una fuente muy clara, / la niña que en ella beba / dentro del año se casa”,  ¡Qué pronto se mezcla fe con superstición!

Sin embargo, esa otra fuente, ese otro estanque de aguas vivas que es la gracia que mana a través de la oración y de los sacramentos ¡qué poco y qué mal se frecuenta! En otros santuarios, como Lourdes, Fátima, etc. sí es verdad que existen curaciones milagrosas y hechos portentosos, algunos de los cuales, a pesar de haber sido analizados científicamente, de momento parece que no tienen explicación humana posible. En Lourdes, ya desde el mismo origen y dejando a un lado las numerosas curaciones, es difícil entender cómo en 1858 la propia vidente llamada Bernardette Soubirous, escarbando en el suelo por mandato de la Virgen, da con una fuente que mana 2.000 litros por minuto.

Emilio Zola escribió una novela, bajo el título de: Lourdes, para desprestigiar el Santuario. Uno de los personajes, La Grivotte, que no es otro que Marie Lebranchu curada de tuberculosis pulmonar en el estanque el día 20 de agosto de 1892 y que vivió aún 28 años más, Zola, en su escrito, la hace regresar enferma y agonizar en París. Así trata de probar que la curación de la protagonista había sido por sugestión, como le explica al sacerdote Pierre Froment, el joven médico que la atendía.

Nos cuesta admitir todo aquello que rebasa los sentidos, es decir, lo que cae bajo el mundo de la fe. Pero los hechos ahí están para atestiguarlo. Decíamos que Covadonga es más lugar de acción de gracias, de promesas a cumplir que lugar al que se acude en busca de curación, aunque también hay que tener fe en este tipo de gracias de Nuestra Señora. Pero Covadonga, y esto no debemos olvidarlo nunca, es donde se inició la España nueva y cristiana, hoy amenazada de independentismos tribales que no deben asombrarnos mucho: estamos recogiendo lo que durante décadas hemos venido sembrando. Decir España era propio de “fachas”, había que decir “este país”, el Himno nacional fue desterrado de colegios y Universidades como antigualla militarista, y la bandera era poco menos que el emblema de los más recalcitrantes reaccionarios: lo que se siembra se recoge. Covadonga ha sido y debe ser más que nunca el punto de partida de una España cristiana. Sin Covadonga acaso seríamos ahora un emirato más dependiendo del Islán, y allí, en vez de un templo, habría una mezquita. Hoy somos libres y ecuménicos y eso es lo importante. Y la fe ejercitada en libertad es un valor a recuperar y a ejercer. No hay por qué enfrentar fe, ideología y religión, unas y otras se pueden completar perfectamente.
Y en cuanto al escollo que se pudiera hallar en los milagros, vemos que milagros existen cada día en cualquier parte, aunque para san Agustín, que vivió en el s. IV, “los milagros ya han desaparecido... los milagros eran una concesión a la debilidad humana... el cristiano es más fuerte cuanto menos los busca, cuanto menos los necesita”. Con todo, nuestra misma existencia ¿acaso no es milagro? Lo que sucede es que somos ciegos y queremos ver a Dios y oír su voz a base de milagros, cuando nos bastaría y sobraría con la fe. “Cree y comprenderás” decía el Santo. El evangelio del domingo, nos habla de otro milagro: la curación de un sordomudo. Todos estamos un poco sordos a las divinas voces que nos hablan, porque acaso hablamos demasiado nosotros y no las escuchemos, no dejamos que la voz de Dios se deje oír. Hay que “oír, ver y callar” en vez estar como estamos sordos, ciegos y hablando más de la cuenta.

En Covadonga se puede ver, oír y callar pero se escucha poco a Dios, no se deja oír en toda su plenitud la voz de la Santina. Las visitas suelen ser demasiado ruidosas, suelen tener más de excursión que de peregrinación, más de cháchara y vocerío que de murmullo de oración. Hoy el hombre necesita a Dios más que nunca pues ni la ciencia ni la política ni el progreso le resuelven sus problemas personales porque hemos marginado un tanto la fe. Solo el Evangelio, vivido a tumba abierto, lo que aún casi nadie ha hecho, podría arreglar el mundo en el que vivimos.
Más que buscar enfrentamientos el hombre debería trabajar por que hubiera encuentros, ya que detrás de cada persona y más aún de las enfermas de cualquier tipo de dolencia, de alma o cuerpo, ahí se encuentra a Dios. Estanislao Sánchez Calvo, el filósofo citado, dice a este propósito. “Día vendrá, así lo esperamos en el que una ciencia más universal y una teología menos dogmática, puestas de acuerdo ofrezcan al mundo una armónica síntesis en la cual los inevitables misterios dejen de ser absurdos y los hechos maravillosos dejen de ser increíbles”.

La fe y más aún la caridad, son más urgentes hoy que nunca. La ciencia ya ha dado y está dando pasos de gigante, pero el hombre cada día se encuentra más desamparado, más solo, y envuelto cada día en más problemas, luchas, guerras, desasosiegos... Nos falta fe, no tenemos amor, nos falta abrir nuestros oídos a la voz del más allá (estamos demasiado más acá), a la voz del interior de la Montaña en donde nace la paz del corazón, el amor al prójimo y la fe, ese don maravilloso positivo que la ciencia aún no ha sido posible de darnos.

Con estos deseos de salvación para cada uno de nosotros y también para nuestros hermanos ausentes, es con los que debemos festejar a nuestra patrona de Asturias, La Santina, como lo expresa hermosamente la jaculatoria que, desde hace años, entonan cada tarde en el Santuario los niños de la Escolanía: “¡Madre mía de Covadonga, sálvame y salva a España!”. Que así sea.           
Jmf


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