viernes, 16 de agosto de 2019


DOMINGO XX  18-VIII-2019 (Lc. 12. 49-53) C

En un mundo en el que tanto se habla de paz, el evangelio de hoy puede causar sorpresa. Una vez más aflora en él ese Jesús paradójico y desconcertante, un Jesús que dice “¿paz? no, división, guerra…” Y esto aplicado nada menos que al mismo corazón de la sociedad, a la misma familia: “el padre contra el hijo, la hija contra la madre, 1a suegra contra la nuera…”. Y una vez más, aunque nosotros también solemos provocar enfrentamientos en nombre de la paz, el modo de pensar de Jesús no coincide con el nuestro.  Su guerra no es la nuestra y su paz no es la misma paz de la que habla el mundo, la paz que los gobiernos pregonan a los cuatro vientos y hasta la misma Iglesia, en determinados momentos de la Historia.
Jesús no anda con paños calientes, Él va al grano, a la raíz del mal, sin dorar la píldora, por eso su palabra es más conflictiva, “como espada de dos filos".
En algunos anuncios que se leen en la prensa diaria para reclutar representantes de productos y vendedores de tal o cual marca, se exigen una serie de condiciones, tales como tener tal edad, llevar tantos años de experiencia, disponer de coche propio, haber hecho el servicio militar y suelen añadir a menudo la palabra agresividad... Un vendedor agresivo es aquel que, sin herir aparentemente susceptibilidades, sin molestar, es capaz de insistir e insistir hasta vender la mercancía.
Algo de esto pide Jesús a sus discípulos cuando oran: “Llamad y se os abrirá…”, y esto no sólo con respecto a Dios, sino también en todas nuestras relaciones... Nos dirán a menudo: “¡Dejadnos en paz...!”, Pero el creyente deberá insistir siempre “oportuna e inoportunamente”.
Algunos movimientos juveniles de matiz cristiano fueron los que dieron pie hace años, a la llamada Revoluci6n de Jesús, revolución que considera a Jesucristo, dentro de su sencillez característica, un superstar, un líder y un subversivo a lo divino.
Se hizo popular un cartel que apareció publicado por primera vez en una revista undergraund americana y que, empleando el estilo de los wanted (“se busca”) a tal delincuente, venía a decir: “Se busca a Jesús, alias el Mesías, conocido dirigente de un movimiento clandestino de liberación, practica la medicina sin permiso, fabrica vino y re parte pan sin la debida autorización. Se mete con los comerciantes arrojándolos de sus lugares de venta en el templo. Se asocia con conocidos criminales, vagabundos, radicales subversivos, prostitutas y gente de mal vivir, pretende convertirlos en Hijos de Dios… Señas personales: Viste a lo hippie, lleva pelo largo, usa barba y viste túnica y sandalias. Anda por aldeas y suburbios, se declara enemigo de los ricos, a veces desaparece en el desierto. Es extremadamente peligroso, incendiario, pues dice: fuego vine a traer. Su mensaje es especialmente peligroso para los jóvenes.  Cambia a las personas y se precia de hacer hombres libres… Todavía anda suelto por ahí…”.
Si hoy no supiéramos quién fue Jesús y qué quería decir con su mensaje nos hubiéramos creído el cartel. Más bien la sociedad de hoy es contradictoria y paradójica esta sociedad anclada en el confort y en el egoísmo, que rompe el sueño de un niño a las ocho de la mañana para enjaularlo durante ocho horas en una guardería, a veces sabe Dios en qué manos. Una sociedad que obliga al obrero pacifista a ganar su pan trabajando en una fábrica de armas e incluso a manifestarse cuando la Empresa pretende su cierre patronal o lock out, una sociedad que obliga al ciudadano a apretarse el cinturón mientras los gobernantes despilfarran el erario público en gastos suntuarios e incluso en guerras fratricidas y estúpidas, con ¡vete tú a saber qué fines!, malversando la riqueza común y empobreciendo de ese modo cada día más a sus respectivos países.
Son las paradojas de la vida contrapuestas a las del Evangelio y que no queda más remedio que encajar. Y si las del Evangelio no las entendemos: tales como el que Jesús fuese mansamente subversivo, pacíficamente revolucionario, dulcemente conflictivo... mucho más difícil será comprender las que la vida en común nos depara. Los fariseos, celosos cuidadores del orden, vigilantes mantenedores de la paz, fueron precisamente los verdugos y asesinos del Señor. Y la historia sigue.
La paz no se impone, la paz tiene que brotar del corazón y esto exige violencia pero ejercitada contra nosotros mismos. Era necesario que Cristo hablara así de vez en cuando: “conmigo o contra mí”, era preciso que Cristo tomara el látigo en sus manos una vez por todas y “arrojase del templo a los mercaderes…”. Necesitábamos que Cristo hablara alguna vez de lucha y guerra, de fuego y de violencia... En una ocasión leí unas manifestaciones del Obispo de Nicaragua que decían: “Hay momentos en la Historia en los que no queda más remedio que empuñar las armas...”. Si queremos es una paradoja más, pero necesaria para poder gritarle a Nietzsche que la resignación que pide el Cristianismo no es una resignación cobarde y pasiva sino activa y combativa aunque siempre a favor y en bien de la paz.
“Fuego vine a traer…”, fuego que empieza encendiendo el corazón…, ese es el fuego de Dios. Es preciso leer y revisar el Evangelio entero no para acomodárnoslo sino para acomodarnos nosotros a él, que trata de luchar en paz contra las injusticias que son la causa y la raíz de tantas guerras. Si echamos una ojeada a los discursos de los Premio Nobel de la paz, ciñéndonos únicamente a los que tienen que ver directamente con Cristo y su evangelio, veremos que todos insisten en lo mismo...
John Mott, teólogo y dirigente cristiano estadounidense, que recibió el premio Nobel en 1946, acierta al plantear la guerra según los criterios de Jesús: “Estamos emplazados para emprender una guerra mejor planificada, más agresiva y más triunfar contra los enemigos seculares de la Humanidad: la ignorancia, la pobreza, la enfermedad, las contiendas y el pecado….”.
El P. Georges Pire, dominico belga premiado en 1958, en su discurso en Oslo no habló de tolerancia sino de mutua comprensión, de mutuo respeto: “…Cada hombre está obligado a actuar según su conciencia.  Si mi vecino no tiene la misma opinión que yo ¿quién me da derecho a hacer de él un ser de mala fe? … Santo Tomás de Aquino escribió a propósito de las opiniones diferentes en materia religiosa: ´Si alguno cree de buena fe que hace mal al servir a Cristo, y lo sirve, comete un pecado grave´”.
A favor de la no violencia y frente al apartheid recibe el galardón en 1960 el sudafricano Albert John Lutul y en 1964 recibe el mismo galardón otro clérigo negro, Martín Lutero King, apóstol de la no violencia en América y que pagó con su vida su postura. Decía en su discurso: “Después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que este premio entraña el profundo conocimiento de que la no violencia es la respuesta para la crucial pregunta moral y política de nuestro tiempo: la necesidad de que el hombre supere la opresión y la violencia sin recurrir a las armas y a la opresión. Civilización y violencia son conceptos antitéticos. Los negros de Estados Unidos, siguiendo al pueblo de la India, han demostrado que la no violencia no es pasividad estéril, sino una poderosa fuerza moral que actúa por la transformación social. Antes o después todo el mundo descubrirá un camino para vivir juntos en paz… Para conseguirla el hombre debe elaborar un método… que recuse la venganza, la agresión, y las represalias. El amor es el fundamento de ese método…”. De algún modo viene también a dar respuesta a la pregunta de Élie Ducommun, suizo, y Nobel en 1902, que se preguntaba: “La guerra es un mal, lo sabemos todos, pero ¿con qué sustituirla cuando una solución amistosa parece imposible?
Será una mujer, la Madre Teresa, religiosa yugoslava, Nobel de la paz 1979, quien se acerque más a la doctrina de Jesús. En su discurso, lleno de citas evangélicas, afirmaba: “No basta con decir: Amo a Dios, pero no al prójimo. San Juan dijo que somos unos mentirosos si decimos que amamos a Dios pero luego olvidamos al prójimo”.
Es una corta nómina de personas cuyo lema ha sido luchar por la paz, sin citar los grupos juveniles que en el País Vasco mantuvieron algún tiempo estos mismos programas de acción no violenta, luchando contra el odio con el odio al odio, con la violencia de la no violencia. “No hay peor cuña que la de misma madera” se podría decir aquí también. Y Todo ello se inspira en las palabras de Jesús y sobre todo en la postura que mantuvo durante su vida. Parece una paradoja... Es que todo el Evangelio lo es, aunque nos cueste trabajo entrar por ello, pero esa fue la fuerza que le hizo extenderse tan rápidamente por tantos corazones y llegar en su difusión hasta los últimos confines de la tierra y hasta nuestros propias días, hasta aquí mientras hemos estado recordándole… Jmf.

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