domingo, 5 de enero de 2020


{{EPIFANÍA DEL SEÑOR. 6-I-2020 (Mt. 2, 1-12) A

 Suelen decir los escrituristas que los Evangelios no son una biografía de Jesús sino una catequesis sobre su doctrina, la cual, siguiendo a grandes trazos la vida del Señor, trata de formarnos más que de informarnos. De hecho sorprende que dos de los evangelistas (Marcos y Juan) prescindan por completo de todo lo referente a la infancia centrando su narración únicamente en los tres últimos años de su vida. De ese modo si sólo hubiera llegado hasta nosotros, por ejemplo, el cuarto evangelio, hubiéramos tenido que prescindir de celebrar la Navidad o al menos de imaginárnosla como nos la imaginamos. Sin embargo en el Prólogo del evangelio de Juan se describe ya lo que de verdad es importante de estas fiestas:
1º.- que “Él (el niño de Belén) era la luz, (que) la luz brilla en las tinieblas y la tinieblas no la recibieron...”, tema que entronca con nuestra tradición de san José y María buscando un lugar en Belén con toda la explosión de luz y de color que llenan nuestras calles estos días,
2º.- que Juan anuncia sobre todo el verdadero nacimiento (los demás hablan de ángeles): “venía como testigo para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe”,
3º,- que “el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros...” admirable y concisa descripción del nacimiento de Jesús y de la Nochebuena...
Uno de los verbos usados por san Juan en su prólogo es el verbo venir, es decir, ponerse en camino. Pues bien, es el mismo verbo que emplea también san Mateo en el evangelio de hoy al narrar cómo los Magos se pusieron en camino, y cómo, después del “encuentro” con Jesús, regresaron a su país por otro camino.
Hay un hermoso cuento de un poeta y predicador americano, Henry Van Dyke, titulado “El cuarto rey Mago” inspirado en esa tradición que afirma que no fueron tres sino cuatro los Reyes, tal como se representan en las Catacumbas de Priscila de Roma. Este nuevo rey se llama Artabán en el citado cuento. Llevaba como don al niño tres piedras preciosas: un zafiro, un rubí y una perla. Los cuatro se habían citado para verse en un lugar determinado. Artabán llegó tarde a la cita debido a que encontró por el camino a un agonizante. Para socorrerle tuvo que vender un zafiro, la primera de las tres piedras preciosas que llevaba para regalarle al Niño. El retraso por atender al agonizante hizo que llegara tarde a Belén y no pudo ver a Jesús, pues, perseguido por Herodes, había tenido que huir camino de Egipto.
Pero en Belén tiene tiempo para salvar a un niño que iban a ser degollado en brazos de su madre por un capitán romano. Lo rescató a cambio del rubí, la segunda de las tres piedras preciosas con que pensaba obsequiar al Señor. A lo largo de su vida siguió buscando a su rey por pueblos y ciudades haciendo el bien y ayudando a quien lo necesitaba. Al final de su vida llegó a Jerusalén y oyó que iban a crucificar en el Calvario a un tal Jesús que decían era el “rey de los judíos”. Cuando oyó lo de rey... le dio un vuelco el corazón, por fin iba a encontrar al que buscaba hacía tantos años.
Pero al dirigirse al Calvario se encontró por el camino con una patrulla de soldados que trataba de vender una joven como esclava. Sintió lástima de ella. Se detuvo, y con riesgo de no llegar a ver a su rey vivo les entregó por su rescate la última piedra que le quedaba: una perla. En esto el cielo se oscurece y un terremoto conmueve la ciudad. Las paredes de las casas se tambalean. Desalentado de no poder alcanzar ya el lugar donde agonizaba el rey se cobijó bajo la muralla con tan mala fortuna que una piedra se desprende de lo alto y lo hiere gravemente en la cabeza cayendo agonizante en los brazos de la joven. Esta al oírle musitar unas palabras entre dientes como contestando a alguien que le hablaba aplicó su oído a su rostro y escuchó que preguntaba: -¿Cuándo te vi hambriento y te alimenté o sediento y te di de beber? Y oyó más clara aún aquella voz lejana... que decía: -Cuantas veces lo hiciste con uno de estos mis hermanos conmigo lo hacías...
El cuarto rey mago agonizó, pero había encontrado por fin al rey, y el rey había aceptado todos sus tesoros. Había llegado a Belén por otro camino y había encontrado a su rey en otros lugares, y acaso mejores que Belén, y más del agrado de Dios que ningún otro, eran el Belén de los necesitados.
Herodes ordena hacer una investigación a fondo, un estudio en toda regla sobre las circunstancias de aquel niño y el tiempo de la aparición de la estrella, pero él se queda en casa que es lo más cómodo, aunque no siempre lo mejor. Es un misterio de la gracia el que hayan sido primeramente pastores, gente ignorante y despreciada, y luego unos desconocidos y variopintos personajes, llamados magos, quienes encuentran a Jesús. En cambio el pueblo escogido, aquellos a quienes Él venía, ni lo conocieron ni lo recibieron e incluso terminaron por ajusticiarlo como a un vil delincuente.
Los magos, guiados por la luz de una estrella que iluminó no sólo su camino sino y sobretodo su corazón, dieron con Jesús. Es bonito el dato que añade San Mateo, “encontraron (al Niño) con María su madre”, como si la Virgen estuviera también en el camino de los que buscan a Cristo, esa madre, a la que el niño de la Égloga IV de Virgilio a Polión, empieza a conocer por su sonrisa.
Y le ofrecieron sus presentes: oro como a rey, incienso como a Dios y mirra como a hombre. Luego regresaron a su patria por otro camino, porque siempre el camino de regreso, después de encontrar a Dios, debe ser distinto al de la búsqueda. Los sucesos que tuvieron lugar después en aquel pueblecito de Belén los sabe todo el mundo: Herodes, al sentirse burlado por los Magos, montó en cólera, y aquel rey sanguinario a) que había asesinado a Antipater hijo suyo y de su esposa Doris, b) que había ajusticiado a otros dos de sus hijos, Aristóbulo y a Alejandro tenidos de otra mujer llamada Marianne, a la que también asesinó, c) que manda quemar, como antorchas vivas, a 40 jóvenes judíos que habían arrancado el águila imperial, símbolo de Roma, colocada por él a la entrada del templo, d) que cuando Marco Antonio le habla de su amor a Cleopatra, le aconseja fríamente: “¡Mátala! Pensaba hacerlo yo cuando trató de seducirme...”, con todos estos cargos a su espalda no tiene nada de extraño que ordenara asesinar a todos los niños de Belén menores de dos años, al ver que los Magos no regresan.
Son muchas las lecciones que se pueden sacar de este evangelio. Algunas pudieran ser: 1º.- la de no dudar nunca en la búsqueda de Dios superando los obstáculos, las incomprensiones y acaso hasta las burlas, 2º.- la de rebajarse a preguntar. Preguntar es muy importante, sobre todo para encontrar a Dios. Recuerdo a un amigo que al explicar su método de oración particular, decía: “Yo rezo sobre todo la oración de los porqués”. -Y ¿en qué consiste?
-En preguntarle a Dios, cuando me acuesto, por qué me pasa esto o aquello, por qué no me concede tal o cual cosa que le pido, o a ver por qué se ha muerto aquel amigo de esa forma. No es que Él me responda siempre pero me consuela preguntárselo. Al menos sabré si existe y dónde está si un día me responde...”.
 Preguntar como los Magos es fundamental para avanzar en la vida espiritual. “Pregunta siempre que no cuesta nada” las más de las veces, y preguntar a todo el mundo, porque, paradójicamente, incluso aquellos que están de espaldas a Dios y al misterio, como los escribas y los sabios de Israel, aunque ellos no se decidan por echar a andar, ya vemos que son capaces hasta de enseñarnos el camino. Jmf


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