JOSÉ MANUEL FEITO
LA CRUZ DEL
PADRENUESTRO
(Las notas y su numeración van insertas en rojo y en el
texto para mayor facilidad)
EL LENGUAJE DE LA CRUZ
Hace algún tiempo vi
una cruz. .. Era un dije de oro que lucía sobre el pecho una persona amiga. Me
comentó que lo había visto anunciado en Internet como “dije o joya Cruz Padre
Nuestro” y que lo había adquirido en la subasta por 370 €. Sobre los dos brazos
de la cruz estaban grabadas y perfectamente legibles, las siete peticiones de
la oración dominical.
Desde un principio me
sorprendió esta combinación de cruz y padrenuestro y empecé a estudiar y a
descubrir curiosas relaciones entre el símbolo y la oración que me han servido
para reflexionar y orar..., y hasta de inspiración poética durante este
Centenario de nuestras dos cruces, la de los Ángeles y de La Victoria.
La expresión “cruz
del padrenuestro” pudiera interpretarse de diversas formas. Por ejemplo la
cruz o fastidio que puede suponer para alguno su rezo una y otra vez, uno tras
otro, como se hace en algunas plegarias populares, o bien que la cruz pudiera
tener alguna relación con Dios Padre, Padre nuestro, primera persona de la
Trinidad que también hay que tener en cuenta. Nos referimos más bien a que en
esta oración se encuentra de algún modo encriptado el simbolismo de la cruz, o
por mejor decir, que va implícita la cruz misma, en forma de palabras. Lo
veremos gráficamente luego.
Muchas son las
lecciones que se pueden sacar solo con ver nuestra señal o símbolo cristiano.
Colocada sobre las tumbas o al frente del nombre en una esquela podemos
interpretarla como el signo matemático “más” (+), simbolizando y pregonando que
no termina todo allí, sino que el destino de los hombres sigue “más... “,
más allá.
Cuando se colocó el pararrayos
sobre la cruz, su inventor Franklin exclamó: “Ahora la ciencia
está sobre la religión”. Posiblemente hubiera sido más acertado decir que
ahora el pararrayos descansa sobre la cruz, incluso que sus tres puntas,
evocación trinitaria, son una nueva forma de cruz. “La ciencia sobre los
campanarios se apoya una vez más en un símbolo religioso para llevar a cabo su
cometido, ya que la ciencia tuvo su origen en la religión”. Bajo la cruz
gira la veleta con sus brazos en cruz, sobre la rosa de los vientos. y de igual
modo la aguja de la brújula en su caja.
Se suele ver la cruz
al cuello del cristiano y hasta del que no lo es, a la cabecera de la cama,
sobre la mesa del juez y en ciertos lugares públicos y hasta vemos que la
trazan sobre sí algunos deportistas. Estuvo también presidiendo las escuelas...
Una corriente de laicismo trató, y de nuevo trata, de quitarla para despojar
sus paredes y aulas de todo símbolo cristiano y con ello dejar despojada la
enseñanza de toda connotación religiosa.
A este respecto el P.
Coloma cuenta la historia del maestro que en tiempo de la República quería
pintar la escuela. Había echado mil solicitudes al Ayuntamiento aduciendo que
el humo de la estufa en invierno y el paso del tiempo habían ennegrecido las
paredes. Nadie le hizo caso. Cuando el alcalde siguiendo las consignas del
Gobierno decidió quitar los crucifijos, vieron que aún quedaba la marca de la
cruz en la pared. Al día siguiente mandaron pintar la escuela.
La cruz está en el
teleobjetivo o punto de mira de las armas de largo alcance y precisión. Allí,
sobre la cruz, está la vida o la muerte. Y se puede ver también en las
pantallas de radar, en los mapas (meridianos y paralelos), en los objetivos del
meoteosat que envían mensajes y fotografían la tierra..., en todas las
latitudes nos encontramos con la cruz.
En la aldea, cuando se
amasaba y cocía el pan en casa, se solía hacer un corte sobre la masa en forma
de cruz antes de meterlo en el horno. También después, una vez cocido, se hacía
la cruz con el cuchillo en el asiento del pan y se rezaba una oración antes de
cortar la primera rebanada. Los alfareros trazaban una cruz sobre la boca del horno al cocer sus vasijas. Con la cruz se señala
en las listas la falta de asistencia de algún miembro o se señala su
participación en algún acto. Y una cruz se suele poner en la casilla de la Declaración
de la Renta. Siempre la cruz de una forma u otra, la sombra de la cruz a cada
momento en los más diversos campos y circunstancias.
Por otra parte la fe
fue plantando cruces de igual modo no sólo con el nombre, bautizando tierras y
ciudades, como Santa Cruz de..., sino plantadas en piedra, madera y
hierro en los cruces de caminos. Porque allí, según viejas leyendas heredadas
de épocas, incluso precristianas, se reunían los espíritus o almas de los
muertos. Los viandantes al pasar solían arrojar una piedra al centro del cruce
formando de ese modo un pequeño cúmulo para que encontraran en él los espíritus
su morada. Luego sobre dicho cúmulo se levantaron las tan veneradas “cruces de
ánimas”. En los entierros se hacía un alto al llegar a este lugar y se rezaba
un responso. Seguía la creencia de la presencia allí de lo ultramundano. Más
tarde vinieron los cruceros para señalar con uno de sus brazos la dirección que
llevaba al peregrino hasta el sepulcro del Apóstol. Y al pie de una cruz, sobre
su tumba o en su memoria, en actos públicos o en privado fue el padrenuestro la
oración preferida para pedir por un difunto. Siempre la cruz del signarse y el padrenuestro...
Desde hace siglos el
cristiano usa la cruz como símbolo, santo y seña, de su fe. Y así es costumbre
manifestarse en diversos momentos del diario acontecer. Su modo de trazarla
sobre el cuerpo es de tres formas: “signándose”, es decir, “haciendo una
cruz desde la frente hasta el pecho, desde el hombro izquierdo hasta el derecho
invocando a la Santísima Trinidad”, “santiguándose”, que consiste en “hacer
tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha, una en la frente, otra en la
boca y una tercera en el pecho diciendo: Por la señal de la santa cruz / de
nuestros enemigos / libramos Señor, Dios nuestro”, y finalmente “persignándose”
que consiste en unir las dos anteriores. Esta devoción se la conoce
popularmente como “la porla “, o sea, por las dos primeras palabras con
las que empieza el signarse: Por la señal...
“Cuando hacemos la señal de la cruz o rezamos el padrenuestro, lo hacemos
mirando al bautismo de Jesús y nuestra comunión con él gracias a nuestro
bautismo en nombre del Dios trino. Nosotros nos atrevemos a pronunciar el inaudito
y osado tratamiento 'Abba, Abbuni': Padre, padre nuestro..., porque nos sabemos
unidos a Jesús, agraciados y salvados por su Espíritu. El padrenuestro será
realmente la forma fundamental de nuestra fe...”. (1) (1) Bernhard Haring, El padrenuestro, alianza, plegaria,
programa de vida”, Madrid 1996, p. 15.
Tanto el padrenuestro
como la cruz son también resumen, uno gráfico otro en verbal, de nuestra
religión. Todo el dogma cristiano se apoya en un sustantivo clave: amor, toda
la moral gira o debería girar sobre un solo verbo que es amar, uno y
otro se desdoblan en dos normas: Amar a Dios, y amar al prójimo. El
Amor a Dios lo tenemos simbolizado en el palo vertical y en la primera
parte del padrenuestro, es decir, en las tres primeras peticiones, tres... El amor
al prójimo lo encontramos en el palo horizontal, a derecha ya izquierda, y
se halla en las cuatro restantes peticiones. Sobre estos dos trazos discurre
todo este trabajo y comentario. “El amor al prójimo no pude separarse de
este presupuesto teológico; sólo en el movimiento divino que va de la ´verticalidad´
a la´horizontalidad´ puede verse lo que es el cristianismo”. (2) (2) H. U. von Baltasar, Gloria, Nuevo Testamento, Madrid,
1989, p. 356.
EN EL ARCANO DE UN
CUADRADO MÁGICO
Los primeros
cristianos mantuvieran un cierto culto secreto a la cruz ya que durante un
tiempo siguió siendo considerada más como un referente de maldición y castigo,
por haber sido un instrumento de suplicio, que como un símbolo de redención a
rendir culto. Con todo, la antigüedad de su culto se podría deducir de una
inscripción conocida como El cuadrado mágico de Pompeya, (s. I) llamado
así por ser ese el lugar donde se descubrió durante la obra llevada a cabo por
los arqueólogos y donde se encuentra aún. El cuadrado o laberinto dice así:
S A T O R
A R E P O
T E N E T
O P E R A
R O T A S
En este juego de
letras prevalece el número cinco, un número cargado de significado al ser
símbolo del orden, de la perfección y de la voluntad divina expresada en la
pentalfa o pentagrama. En ella se inscribe de pie el hombre: cabeza, brazos y
piernas. Y cinco son los libros del Pentateuco o Tora, cinco los panes con que
Jesús alimentó a 4.000 personas e incluso, con relación a la cruz, cinco las
llagas del cuerpo de Jesús crucificado.
Félix Grosser di Chemnitz
descubrió en 1926, que con las letras
del palíndromo pompeyano se escribe dos veces PATERNOSTER, cruzando las dos
palabras sobre la N central. Hubiera servido perfectamente para grabar sobre la
cruz o dije de oro llamada “cruz del padrenuestro” ya citada. También uniendo
con líneas las cuatro O y las cuatro A, queda una especie de cruz cuyos brazos
vendrían a ser el Alfa y el Omega. Es decir, que tras el laberinto, (las cinco
palabras se pueden leer en todas las direcciones con el mismo significado), se
esconde el signo de la cruz o si se prefiere el padrenuestro, llevando en sí,
de alguna forma, la cruz, tal como lo expusimos al principio. Solamente hay que
ir buscando y situando las letras de las que están compuestas las dos primeras
palabras del padrenuestro en latín (P-A-T-E-R-N-O-S-T-E-R). Faltarían las que simbolizan el cuerpo del
crucificado... Pues bien, como quedan sin colocar una A y una O, bien pudieran
ser el Alfa y la omega, primera y última letra del alfabeto
griego, que colgaron posteriormente de la cruz, (las tenemos también en La
Cruz de La Victoria), en
lugar del cuerpo de Jesús y que por razones obvias no pareció oportuno ostentar
en un principio. De ese modo, el laberinto, y con él la cruz, toman un
simbolismo mucho más profundo y espiritual.
P
A
T
E
R
PATERNOSTER
A O ω
S
T
E
R
El Alfa (A) y la omega
(ω), (mayúscula el Alfa y minúscula la omega) aparecen en la Biblia aplicadas a
Dios Padre y al Hijo. No olvidemos que el padrenuestro se escribió por primera
vez en griego. España siente cierta predilección por esta cruz, puesto que tuvo
que soportar varios siglos de lucha contra los arrianos que negaban que Cristo
fuera Dios. También Asturias, pues encontramos cruces con estas dos letras en
las murallas de Oviedo, en San Martín de Salas, en varios códices medievales, etc.
Por otra parte
contemplando el cuadrado mágico se puede encontrar también un cierto equilibrio
alma - cuerpo (materia u horizontalidad, espíritu o verticalidad)
ya que sus letras, al estar manteniendo un cierto orden interno, causan en la
mente el efecto que producen los mandalas orientales en los fieles que
los contemplan largamente. Si a ello añadimos una continua repetición del padrenuestro
como se acostumbra, tenemos también la cruz de estos dos elementos: el mandala
para contemplar, para elevar nuestro espíritu, nuestra mirada a Dios, y el mantra
para concentramos y encontrar así la paz interior que deberá revertir
después -materialmente - en
nuestro prójimo.
Y así, la repetición
150 veces del avemaría intercalando padrenuestros, (un modo de
suplir el rezo de los 150 salmos para quienes no sabían leer) dio pie para que,
según Herbert Thurston, se llamara
al rosario también el paternoster. En la Didajé (s. I) ya se recomienda
rezar el padrenuestro tres veces al día. El uso del ábaco con 50 cuentas acaso
tenga su origen en el de 99 cuentas mas una (los 99 nombres de Dios, mas el
Innombrable), usado por el Islán y que ellos denominan misbahat.
El primer domingo de
octubre de 1883 en una iglesia en construcción, situada en el Valle de Pompeya,
se rezó por primera vez en público la “Súplica a la poderosa Reina del
Rosario de Pompeya” que luego habría de repetirse en todo el mundo el día 8
de mayo y el primer domingo de octubre por la constante iniciativa de Bartolo Longo, quien falleció en 1926 y
fue declarado beato el 26 de octubre de 1981.
El 8 de mayo de 1887, el
Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de
brillantes bendecida por el Papa León
XIII y el 8 de
mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario
de Pompeya, que existe actualmente. La Carta Apostólica “Rosarium virginis
Mariae” (2002) de Juan Pablo II
finaliza con una alusión a esta devoción en este santuario. No deja de ser una curiosa
coincidencia la del nombre y el lugar con el cuadrado mágico.
LA ORACIÓN del PATER
NOSTER
En la santa misa
empezamos diciendo: “Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su
divina enseñanza nos atrevemos a decir”. ¿Nos atrevemos de verdad?
Deberíamos reflexionar sobre esta aseveración que seguramente se remonta al
respeto con que se rezó en un principio, en parte por pertenecer al arcano.
Porque…
Hay que atreverse a excluir al hermano de nuestro amor fraternal, y llamarle luego a
Dios Padre nuestro.
Hay que atreverse a no pensar nunca o pocas veces en Dios, vivir como si no existiese,
al menos así lo da a entender nuestra conducta, y decir que estás en los
cielos.
Hay que atreverse a profanar el nombre de Dios, o usarlo mil veces tan en vano y decirle
luego santificado sea tu nombre…
Hay que atreverse a desear aplazar su venida, ya que nuestra fe es la que hará posible
que vuelva, y decir venga a nosotros
tu Reino…
Hay que atreverse a hacer lo que nos da la gana y seguir diciendo luego: hágase tu
voluntad…
Hay que atreverse a desperdiciar comida y pedir el pan de cada día…
Hay que atreverse a odiar, a vengarse del que nos hace daño y no perdonar y luego decir perdónanos
como nosotros perdonamos…
Hay que atreverse a andar tras el placer y en pos de la sensualidad y pedir que no
nos deje caer en tentación…
Y hay
que atreverse a meternos de hoz y coz en mil peligros, abusando de la
salud, conduciendo sin prudencia, etc., y pedirle luego líbranos de todo mal…,
culminando nuestro atrevimiento con el deseo de que así sea.
A pesar de todo,
porque Dios es Padre, y padre bueno, a pesar de todo, con temor y temblor,
podemos todavía y debemos atrevemos a decir... ¿Qué otra cosa podemos hacer? Él
nos entenderá y disculpará.
Contemplando la cruz
en lo alto del Calvario sugiere un nuevo símbolo, la balanza. Allí el
buen ladrón en un platillo significando el bien, el mal ladrón en el otro
símbolo del mal. De los brazos de la cruz sobre un cielo oscuro y embrumado
pesa y pende, “dulce pondus sustinet”, el dulce cuerpo de Jesús.
Y es en la misma
columna vertebral de la cruz donde aparece inserto el mensaje del padrenuestro,
la oración por excelencia del cristiano, “breviario de todo el evangelio” como
la llama Tertuliano (3) (3) De oratione, PL 1,
1153.
Jesús hace su presentación en el contexto del Sermón de la
montaña. Jesús había comenzado ya su vida pública, y debido a que ya era
un conocido predicador congregó a mucha gente que quería recibir sus
enseñanzas. Decidió -aparece la verticalidad- subir a un monte para que todos
pudieran escucharle mejor, y una parte importante de las enseñanzas cristianas
se basa en este pasaje evangélico de las bienaventuranzas (Mt 5:1-12), cuyos
enunciados, acaso han sido desafortunadamente traducidos por “dichosos” ya
que “dichoso” es un adjetivo que hasta puede encerrar algunas veces un cierto
sentido despectivo: ¡Dichosa miseria!, ¡Dichosa pobreza! Tampoco sonaría bien llamarlas las “Dichosas…”
Y si las llamamos Bienaventuranzas
cae de su peso que lo lógico sería empezar los enunciados diciendo: “Bienaventurados…”.
El contexto en el que
Jesús expone el padrenuestro es el del reproche hacia aquellos, judíos o
gentiles, que han convertido tanto la oración, como la limosna, en un hábito
meramente externo (Mt 6, 5-8). Jesús recomienda orar en secreto y con
sencillez, y les ofrece el padrenuestro como ejemplo de oración sencilla para
dirigirse al Padre. He aquí la versión de san
Mateo: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en el cielo como en la tierra. Nuestro
pan diario dánoslo hoy, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a
nuestros deudores, y no nos lleves a tentación sino líbranos del maligno”
Cita primero los
cielos en plural, luego la tierra, habla del perdón de los deudores,
en la segunda parte, en contraposición a las ofensas que aparece en
la primera, pide que no nos lleve a tentación, y de ese modo nos libre
del Maligno: parece que son dos partes correlativas. Pudieran ser
detalles sin importancia pero conviene tenerlos en cuenta a la hora de una
reflexión un poco más profunda.
San Lucas
sitúa el padrenuestro en el viaje a Jerusalén: precedido por la parábola de “El
buen samaritano” (Lc. 10, 30-37) y por el episodio de la disputa entre Marta y María (Mt. 10, 38-42), -en ello se puede descubrir un cierto sentido
de horizontalidad- frente a la verticalidad en la subida a la montaña. Y da a
entender que Jesús estaba orando solo y en lugar retirado. Un discípulo le pide
que les (en plural) enseñe a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. Y Jesús
les recita el padrenuestro, en una versión más corta: “Padre, santificado
sea tu nombre; venga tu reino; danos cada día el pan que necesitamos;
perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a nuestros
deudores (oféilonti: όφείλοντι);
y no nos metas en tentación.” (Lc. 11, 2 - 4).
Si comparamos ambos
relatos vemos que en Lucas es uno de los discípulos quien le pide a Jesús que
les enseñase a orar. En Mateo no
aparece la petición del discípulo, la iniciativa parte del propio Jesús. Lucas invoca a Dios sólo como Padre, Mateo como Padre nuestro que estás en los cielos;
Lucas no
añade la petición de Jesús de que se realice la voluntad de Dios así en la
tierra como en el cielo; ni se menciona la petición “líbranos del maligno”, presente
en Mateo. Hay tres palabras: “pecados”,
“ofensas” y “deudas” que cada uno administra a su modo en el texto. Finalmente
uniendo ambas versiones: la verticalidad del monte en Mt., y la horizontalidad
de Lc. en el camino, aparece de nuevo la sombra de la cruz.
De todas formas el
fondo de los dos relatos es el mismo: Jesús enseña a su gente cuál es la forma
correcta de dirigirse a Dios. San Mateo
la desarrolla de manera más extensa y profunda, y su relato resulta más
apasionado, puesto que en él Jesús está sobre una montaña rodeado de una
muchedumbre ansiosa por escuchar sus palabras. En cambio Lucas nos presenta a Jesús de camino, siempre en camino... y causa
la admiración de un discípulo, quien espera pacientemente a que termine su
oración para pedirle que le enseñe a orar.
Con el texto griego
delante, así es como se pude interpretar:
Original griego
|
Translitaración
|
Traducción
|
Πάτερ ήμῷν ό έν τοῖς ούρανοῖς
|
Páter emón, o en tois
uranois
|
Padre nuestro, él en
(dentro de) los cielos
|
ἁγιασθήτω τό ὄνομά σου
|
agiaszeto to ónomá su;
|
sea santificado el nombre
tuyo,
|
ἐλθέτω ἡ βασιλεία
σου
|
elzeto e basiléia su;
|
llegue el reino tuyo,
|
γενηθήτω τό
θέλημά σου
|
genezeto to zélemá su
|
sea hecha la voluntad
tuya,
|
ὡς ἐν οὐρανῷ καὶ ἐπὶ γῆς
|
os en ouranó kai epi gues
|
como en el cielo y sobre
la tierra
|
τὸν ἄρτον ἡμῶν τὸν ἐπιούσιον δὸς ἡμῖν σήμερον·
|
ton árton emón ton
epiúsion dos emín sémeron;
|
El pan nuestro de diario
danos hoy
|
καὶ ἄφες ἡμῖν τὰ ὀφελήματα ἡμῶν
|
kai afes emín ta
ofelémata
emón
|
y perdónanos las deudas
de nosotros
|
ὡς καὶ ἡμεῖς ἀφίεμεν τοῖς ὀφειλέταις ἡμῶν
|
os kai emeís afékamen
tois ofeiletais emón
|
que también nosotros
hemos perdonado a los deudores de nosotros
|
καὶ μὴ εἰσενέγκῃς ἡμᾶς εἰς πειρασμόν
|
kai me eisenegkes emás
eis peirasmón
|
y no lleves nos a
tentación
|
ἀλλὰ ῥΰσαι ἡμᾶς ἀπὸ τοῦ πονηροῦ.
|
Alá risai emás apó tu
ponerú
|
sino líbranos del maligno
|
ἀμήν
|
Amén
|
. Que así sea
|
Como queda dicho, el padrenuestro
es la respuesta de Jesús a un ruego
de uno o varios discípulos que le piden ¡enséñanos a orar! ¿No perdería
(?) aquí Jesús una hermosa oportunidad de darles una sencilla lección, previa
al padrenuestro? Solamente bastaría con que le respondiera: ¿Enseñaros a
orar? ¿No ves que lo que me estás pidiendo es ya una oración? Pero ¿por qué
no se lo dijo? Una explicación pudiera estar en que quiso dar a entender que la
oración no debe dirigirse a Él, no se le reza al Señor, o al menos eso parece
deducirse, sino al Padre y solamente a Dios, aunque desde luego siempre ''por
medio de Nuestro Señor Jesucristo, que con... Él vive y reina...”, tal como
terminan las colectas y oraciones litúrgicas.
DOS PALOS, UNA CRUZ
Venimos diciendo que
entre las 12 letras del P-a-d-r-e-n-u-e-s-t-r-o, ¡12! (once en el Pater Noster)
se puede “descubrir” la cruz expresada en sus dos palos: El palo vertical
representado por la letra T (tau griega) del pronombre tú que se
mantiene durante toda la primera parte: esTás, Tu nombre, Tu reino, Tu
voluntad... El palo horizontal o amor al prójimo está representado por el nos
(en la “ene”) recordando el amor al prójimo. Y de ahí que el NOS lo usemos
durante toda la segunda parte, en cuestiones tan comunes como son el pan, el
perdón, la tentación, el mal: daNos, perdónaNos, no Nos dejes caer. . .
Dos palos, dos polos,
y Jesús que envía a sus discípulos por todo el mundo de dos en dos... dualidad
esta que se contempla también en la física, en la electrónica, en la biología
(somos dos células unidas para formar el hombre, de ahí dos ojos, dos oídos,
dos brazos, dos cerebros o lóbulos...), también en psicología (“converso con el hombre que siempre va
conmigo”), en teología san Pablo nos habla del hombre
viejo y del hombre nuevo... Y siguiendo esa línea dual, hasta son
dos las cruces asturianas cuyos centenarios celebramos.
Dos palos cruzados, dos,
pero unidos forman uno. “Que sean uno”, pide Jesús al Padre, (Ut unum
sint, de Juan Pablo II, 25- V -1995), “serán dos en una sola carne” dice
Dios al crear la primera pareja. Y donde dos... están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo “, allí, porque en medio de esa dualidad brota una tercera
persona que es el mismo Jesús: pequeña trinidad, tres en uno, reflejo de la que
habita en el corazón del justo: “vendremos a Él y haremos en él nuestra
morada” (Jn. 14,23).
¿Pero cómo podemos
hacer nosotros que esa dualidad sea también una en nosotros? Pues
actuando en “unidad de pensamiento y acción”, es decir, lo que soy o
pienso eso hago y eso represento. No hay que ser uno y aparentar otro,
simplemente hay que ser como uno es, justo o pecador. Es cierto que cada uno es
lo que los demás le han hecho ser. El ideal nos suele venir de los demás, de lo
que los otros nos han hecho creer que somos o debemos ser. De ahí que la imagen
que damos suele ser a menudo falsa. No te dejan ser tú mismo. ¿Y qué es lo que
nos une y nos convierte en uno? Solamente el amor, el amor en el matrimonio, en
la comunidad, en la familia, en la amistad “¡Qué hermoso y qué agradable
convivir los hermanos unidos!” (Sal. 132, 1). Para ser uno debemos además
ser transparentes, dejar pasar la luz. Nos une el símbolo, (la luz) nos separa
el diábolo (las tinieblas). No podemos engañar, porque en la mentira hay
doblez, dualidad, opacidad. Tras ser uno y aparentar otro se esconde el diablo,
el padre de la mentira, el Maligno, del que pedimos a Dios nos libre al
santiguamos: “Líbranos, Señor, Dios nuestro”.
El símbolo de la cruz
une la humanidad con la divinidad, el amor de Dios con el amor a los hombres.
El amor une, el odio separa, y acaso más que el odio, más que la raza, la
sangre, o la ideología, nos separa el egoísmo. Nada se ama más en el mundo que
a uno mismo. Por eso Dios puso ese punto de referencia en la regla del amor: “como
a ti mismo”, ese es el supremo amor del hombre, y “nadie ama más que
aquel que da la vida-su yo- por su amigo”, porque da lo que más ama, se da
a sí mismo. Cambia el yo por el tú.
Dos mandatos, dos
leños, dos palos, dos pronombres... que cruzados encierran toda la ley y los
profetas. Cambiando el noster (nuestro) por el más arcaico nostrum (de
nosotros) y cruzados, como en el cuadrado de Pompeya, tendríamos:
P
A
NOSTRUM
E
R
X
La X en la base de la
cruz recuerda las dos tibias de la muerte sobre las que se apoyan muchas
cruces. También evocan los brazos abiertos hacia el cielo en actitud de orar o
simplemente la cruz de san Andrés. La “equis” (X), signo de la primera letra
del nombre de Cristo en griego, recuerda los pies cruzados del crucificado,
después de haber multiplicado encuentros y caminos. Y cruzamos las manos para
orar y los dedos para tener suerte o conjurar un peligro. La (x) equis, o signo
aritmético (x = por), no sólo significa misterio e incógnita, Dios escondido en
la cruz, también significa abundancia de gracia, multiplicación de panes y de
peces.
Con respecto a los
pies del crucificado, el pie izquierdo está debajo del derecho. Acaso por eso
las cruces ortodoxas rusas balancean el palo inferior donde supuestamente se
apoyaban los condenados en la cruz. En la Sábana santa, la huella del pie
izquierdo aparece un poco más corta debido a la contracción del clavo o clavos,
no porque Jesús fuera
cojo como algunos santos Padres trataron de deducir. Es un matiz que quedó
reflejado en algunas iglesias y catedrales al colocar los canteros el capitel izquierdo
del último arco un poco más bajo. Simbolizaban la iglesia no solo como cruz
sino como el crucificado, y el pie izquierdo debe estar por debajo del derecho.
También podríamos ver
en los dos palos de la cruz hecha con letras un símbolo de la unión de la
divinidad, Pater: el palo vertical, con la humanidad, nostrum: el
palo horizontal, o sea el misterio de la Encarnación: Dios Padre que se sitúa
en la horizontalidad del hombre en la hipóstasis del mismo centro de la
cruz. No hay religión que simplifique y resuma mejor su doctrina que la
nuestra, expuesta en una cruz y avalada con la oración por excelencia.
De igual modo no deja
de ser curioso la primera invocación, Padre..., y la última palabra, Maligno
antes del Amén. La primera Padre, es una referencia a Dios,
al Bien, a la Misericordia suma, con todos los atributos de la bondad. Pues es
a Dios, a nadie más, a quien se le puede atribuir con toda propiedad el
sustantivo “padre” (Mt. 23, 9). No deberíamos aplicarlo así sin más ni más a
seres de la tierra por muy venerables y dignos de respeto que nos parezcan.
Ciertamente que para todo hay explicación, sin embargo son detalles que no
deben descuidarse.
La última palabra hace
relación al Maligno, al mal: (líbranos de él...) es una clara referencia
también al padre, pero en este caso al padre de la mentira, al demonio. Son los
dos polos de la vida entre los que se debate el hombre, el Ying y el Yang,
o más técnicamente el uno y el cero, el positivo y el negativo de la
fuerzas de la naturaleza. Padre (+) y Maligno (-).
Y también aquí Jesús
nos da una lección de psicología magistral, hasta para un tema tan cotidiano
como es el saber pedir cosas terrenas, solicitar un favor, sobre todo ante
personas notables y pudientes. Nunca se debe empezar pidiendo, sino sencilla y
llanamente alabando las virtudes de quien esperamos recibir la gracia.
Primeramente hay que descubrir qué virtudes o cualidades tiene esa persona,
encontrar esos valores que en algún modo todo el mundo tiene, y con mesura y
tiento expresar su reconocimiento: “Sabedor de su generosidad, de su buen
hacer en la gestión de la empresa..., sabedor de que su bondad, honradez y
amabilidad...” o expresiones parecidas. Una vez expuestas esas premisas es
cuando cabe la solicitud: “acudo a V. en la esperanza de ser atendido si así
lo juzga justo y yo merezco su confianza”, etc., y saber pedir también
disculpas por si se ha incurrido en alguna descortesía o yerro. Es solamente un
esquema, un sencillo ejemplo. “Siempre que
ores, dice san Basilio, no empieces
desde luego pidiendo; porque entonces harás aparecer tu afecto como culpable,
acudiendo a Dios como obligado por la necesidad…”.(4) (4) “In Constitut. monast., cap. 1.
Pues bien, también es
así como Jesús nos da una magistral lección de protocolo místico para gestionar
una solicitud, y es así como nos enseña a comportarnos con el prójimo y nos
recomienda orar ante su Padre Dios y Padre nuestro, no empezar cansando al
Señor con peticiones sino colmándolo de alabanzas, santificando su nombre,
haciendo su voluntad..., peticiones / loas que iremos viendo a continuación.
TRES TIPOS DE ORACIÓN
Y UNA SUGERENCIA
Signarnos (una cruz) o
santiguarnos (tres cruces), con ser un gesto tan sencillo, son ya una oración,
o deberían serIo. Al signamos invocamos a la Santísima Trinidad con lo que
nuestra oración es plegaria de adoración o latréutica. En su nombre debemos
empezar nuestras tareas. Nos signamos con tres dedos, recordando a la Santísima
Trinidad. Y con tres dedos en la frente ordenó Constantino (s. IV)
saludar militarmente a sus soldados recordando a la Santa Trinidad. Había
ganado la batalla de Puente Milvio tras haber visto, según tradición, una cruz
en el aire con la leyenda: “In hoc signo vinces”: “en el nombre de
esta señal vencerás…”. Cuando nos santiguamos, (el pulgar sobre el índice
en forma de cruz), con tres cruces también, nuestra oración se convierte en impetratoria
o de petición. Y nos persignamos uniendo las dos: “Por la señal…”, “En
el nombre del Padre…”.
En el padrenuestro nos
encontramos al menos con tres formas de oración: La oración latréutica o
de alabanza en la primera parte: Padre, santificado sea tu nombre, y
también en el Amén final.
La oración impetratoria
o de petición cuando pedimos en la segunda parte el pan, y
que nos libre del mal...
La oración expiatoria
cuando le pedimos que perdone nuestras deudas u ofensas.
Sin embargo no se
encuentra la oración eucarística o de acción de gracias, al menos
aparentemente. Acaso porque todo el padrenuestro lo es, y quizá por ello se
introdujo como pieza muy importante de la “Acción de gracias”.
San Gregorio lo introdujo en el canon de la misa, antes de la
comunión, al final del cual la asamblea solía responde con el “Sed libera
nos a malo”.
San Jerónimo afirma
que Jesús enseñó a sus
discípulos a destacar la oración del padrenuestro cuando celebraran la
Eucaristía. (5) (5) Contra Pelagio, III, 15.
Y se usó en el rito del Bautismo desde antiguo. La opinión de que San
Gregorio afirma que la consagración de la misa se lleva a cabo con el rezo
del padrenuestro, (6) (6) Ep. IX, 12.
naturalmente no es correcta.
Por otra parte las tres
primeras peticiones se pueden considerar trinitarias: La que se dirige al
Padre, “que estás... “, la que hace referencia al Hijo: “venga tu
Reino…” (el de tu Hijo), y la que
insinúa la voluntad del Padre: “hágase tu voluntad…”, o sea, su santa voluntad, su Santo Espíritu,
el cual procede del Padre y del Hijo a modo de voluntad (7) (7) Santo Tomás. De Pot., Qu. 10, artº 2, ad quintum.
Finalmente en la
primera parte, al ser únicamente oración de alabanza, se usa el modo
subjuntivo: sea, venga, hágase. En la segunda parte se imponen los
imperativos: danos, perdónanos... por tratarse de oración impetratoria y
expiatoria.
Entre los incontables
textos que podríamos reunir sobre esta oración, he aquí lo que nos dice Miguel Eyquen de Montagne (1533 1592)
en uno de sus “Ensayos”: “De las plegarias...”: “Puede la Iglesia extender y
diversificar los rezos según las necesidades de su instrucción, pero al padrenuestro
debiera dársele el privilegio de que la gente lo tuviera siempre en la boca porque
en esa oración se dice cuanto nos es menester y resulta adecuada a todas las
ocasiones. Es la única plegaria de la que yo me sirvo de continuo y la repito
antes que cambiarla por otra, por lo tanto ninguna tengo tanto en la memoria
como esa... “. (8) (8) Ed. Orbis Barcelona 1984 t.
1, ed. íntegra, pág. 257, c. LVI. y con respeto a la paternidad divina
es una consoladora sugerencia la de que Dios de alguna manera es también madre,
hasta más madre que padre, fórmula consagrada por Juan Pablo I, tratando de aplicar a Dios padre esas
características de ternura, amor y dedicación propias de la madre, diferentes y
en algún aspecto superiores a las del padre y que tantos comentario y tan
sugerentes ha ocasionado. Isaías nos
habla de este amor maternal de Dios (Is. 66, 13) e incluso lo lleva más allá
(49, 15). Como Dios no tiene sexo se le pueden aplicar perfectamente las
virtudes propias de una mujer, con la misma propiedad que se le atribuyen las
del hombre y de alguna manera y con la misma propiedad se puede aplicar a
nuestro primer padre Adán esta imagen, puesto que si fue hecho a imagen de
Dios, a su imagen y semejanza, también él tenía que tener algo más de madre que
de padre, puesto que Eva al nacer de su costilla viene a ser su hija y él por
consiguiente su padre. Trato de resumir la idea de esta paternidad maternal en
unos versos que se pueden leer en la Glosa final.
PADRE NUESTRO
Antes de iniciar las
siete peticiones damos inicio a las mismas con una invocación al Padre, al “¡Padre...!
que está en los cielos... “
El nombre de Padre
aplicado a Dios, no aparece en el Antiguo Testamento. Es la palabra clave en
toda la catequesis de Jesús. El padrenuestro se llama también “oración
dominical” o del Señor, pero se le podría llamar de igual modo “oración
paternal” o la oración del Padre porque es al Padre, a quien se dirige siempre
la plegaria, por medio de Jesús.
El Padre, como queda
dicho, vendría a ser el palo vertical de la cruz, la línea ascendente: hacia
arriba, hacia el pasado, hacia el Principio. Las genealogías vienen por línea
paterna. Mateo las hace proceder de Adán mezclando historia con genealogía.
Pero para sentir esta paternidad sin mentir es preciso que antes nos sintamos
hermanos y lo seamos luego de veras, si no, no podremos a llamar a Dios padre
con toda propiedad, a todo más se le podrá llamar Señor Dios. Aquellos que
niegan a Dios y luego proclaman la fraternidad universal (libertè, egalité, fraternité...
) no pueden llamarse hermanos puesto que no admiten ni reconocen ser hijos
de un padre común, de un padre de todos, no de un sucedáneo. ¿Hermanos sin
padre? No es correcto. Y tampoco se entiende el que se trate de reemplazar la
palabra fraternidad por esa otra más fría, aunque respetable, de solidaridad,
a no ser por rehuir el reconocimiento de esta paternidad.
El pronombre “nuestro”
que equivale al palo horizontal de la cruz, es una línea, no un punto. El padrenuestro
elimina ese punto que es el yo, el odioso eyoísmo o egoísmo. El fariseo usaba
el yo: Yo no soy como los demás... El publicano usa el tú y se dirige a
Dios: “Sé tú propicio conmigo... “. (Lc. 18, 13). El tú Y el yo se
funden en los pronombres nuestro, vuestro... que implican comunidad, asamblea.
. ., pero deben también emplearse adecuadamente. El fariseo pone en sus manos a
los demás (vosotros) y al propio Dios; el publicano se pone él y a los demás en
las manos de Dios: me confieso a Dios... y ante vosotros hermanos. El
mismo Dios con ser la unicidad, Uno, también usa el plural: hagamos al
hombre... vendremos a Él...
Padre nuestro, pues,
porque padre mío se lo podemos llamar al de la tierra, al del cielo sólo
es posible llamarle padre nuestro. Cristo sí le podía llamar con toda
razón Padre mío: “Subo a mi Padre, padre mío y padre vuestro, mi Dios y
vuestro Dios” (Jn. 20, 17). Lo subraya cuando enseña a sus discípulos a
orar recomendándoles que digan Padre nuestro, dos palabras que encierran
todo el Evangelio, la Ley y los Profetas, el dogma y la moral.
En uno de sus famosos
discursos el P. Loring, autor de un conocido librito titulado “Para
salvarte”, afirma con profusión de ejemplos y argumentos, que cualquier
creyente puede salvarse y encontrar el perdón de sus faltas si en el último
momento de su vida logra decir de corazón estas palabras: ¡Dios mío,
perdóname! Argumenta este jesuita que el pronombre mío tiene aquí la
fuerza de un acto de perfecta contrición, porque mío es la expresión
consumada del amor. Y pone el ejemplo del amor de madre cuando dice: ¡Hijo “mío!
De la misma forma cuando decimos a Dios, mío, es como traer, atraer
toda su bondad hacia nosotros, es como un gran acto de amor, de una entrega
total, de una perfecta contrición y aún sería más entrañable dicho en
asturiano: ¡Diosín mío!
Pues bien, si esas
tres palabras: Dios mío, perdóname, dichas con fe, son capaces de
salvamos en el último momento de la vida, caso de no encontrar confesor, con
mucha más razón si pronunciamos el nombre de Padre y añadimos nuestro
con verdadera compunción de corazón, puesto que, si se quiere, son más
bíblicas y profundas, implican más caridad y unión al incluir al prójimo en un
más profundo amor: como a mí mismo, y además porque fueron las tres que Jesús
nos mandó repetir cuando rezamos: Padre nuestro, y perdónanos. El
padrenuestro es la oración del Reino. En los primeros años del cristianismo se
enseñaba únicamente a aquellos iniciados que habían penetrado en “la
doctrina del arcano” que era el mensaje de Jesús, aquellos cristianos que,
examinados de amor al prójimo, habían superado la prueba y se podían llamar con
toda propiedad hermanos sin que al decirlo se incurrieran en mentira, como a
menudo pasa hoy. El amor fraterno es el carné de identidad de los ciudadanos
del Reino. Jesús al invitamos a llamar Padre a Dios implantó en el mundo la
paternidad universal para poder sentimos verdaderamente hermanos unos de otros.
(QUE ESTÁS) EN LOS CIELOS.
El griego dice
simplemente, Padre nuestro en los cielos. También seria hermoso y
maternalmente infantil rezarle: Padre nuestro que eres el cielo... o que eres
un cielo... Sin embargo decir, ¡oh Dios del cielo!, no es del todo
correcto pues indica lugar determinado, el cielo es otra cosa difícil de
definir, pues es lo que “el ojo no vio, ni el oído oyó... es lo que preparó
el Señor para los que le aman” (I Coro 2, 9).
Se habla de los cielos
en plural, pero es según la vieja concepción de los siete cielos. San Pablo dice
que estuvo en uno de ellos... (II Cor. 12, 1-4). La preposición “de”,
(genitivo), aunque ya está refrendada por el uso y la liturgia, solemos
aplicarla de igual modo a su madre, la Virgen del cielo, con una cierta
imprecisión, ya que no es igual decir la Virgen de Covadonga que la
Virgen en Covadonga, pues la Virgen de... excluye de algún modo a
las demás advocaciones, sin embargo la Virgen en las incluye a todas.
Por eso “Dios (que estás) en el cielo” dice más que “Dios del cielo”.
Dios no es de los cielos, más que estar “es” (en) dentro de los
cielos, y en plural, o sea en todas partes: en tois uranois. En el
Catecismo de los párrocos publicado en 1564 se dice que las palabras “así en
la Tierra como en el Cielo” referidas a la petición “hágase Tu Voluntad”,
hay que hacerlas extensibles a la petición de “santificado sea Tu Nombre”
y a la de “venga a nosotros Tu Reino”.
Siempre el hombre
preguntó en algún momento de la historia donde se encuentra Dios. -Rabbí,
¿dónde moras? -Venid y veréis. (Jn. 1, 38). Bruno Ferrero, autor de hermosas historias
como “La silla vacía”, cuenta que en una ocasión dos monjes se echaron
mundo adelante en busca de un lugar (utopía) en el que el cielo tocara con la
tierra. Suponían que allí encontrarían la puerta del cielo. Tras un largo
camino iniciático sembrado de mil dificultades llegaron al lugar y hallaron la
puerta. Llamaron y al abrirse la puerta vieron que estaban en su propio
monasterio. Pero ¿dónde está entonces
Dios? se preguntaron. Y un monje les contestó: “Dios está allí donde le
dejéis entrar”.
Dios está siempre a la
puerta…, y llama. Dios está dentro de cada uno si le hemos permitido entrar.
Por eso los verdaderos adoradores no necesitan lugares de culto para orar, ya que
le pueden adorar en espíritu y en verdad dentro de su corazón. San Gregorio Magno cuenta en uno de sus
sermones que reunía a los hijos de los bárbaros los domingos para explicarles
el catecismo. Una de las preguntas que al parecer les hacía era:
-¿Dónde está Dios?
-En el cielo, respondían a coro.
-Y cuando un niño es
bueno y está en gracia ¿a quién tiene en su alma?, seguía preguntando el Papa.
-A Dios, le contestaban.
Entonces san Gregorio argumentaba:
-Pues si Dios está en el
cielo, y un niño en gracia tiene a Dios
en su alma el cielo está en las almas de los niños en gracia.
Algo así viene a decir
santa Teresa de Jesús: “Ya sabéis
que... donde está el rey allí está la corte... donde está Dios es el cielo...
donde está su Majestad está toda la gloria...”. (9) (9) O. C., Camino de perfección, c. 46, BAC, p.268.
El infierno, por tanto, es donde Dios no está, es decir donde no hay amor, hay
fuego abrasador de ausencia de amor que devora a quienes han nacido para un
amor que no lo han querido ensayar a corresponderlo.
SANTIFICADO SEA TU
NOMBRE
El nombre es lo más
querido por nosotros. También para Dios. En la manera de llamar tanto a Dios
como a la gente se mide el afecto de quien le o nos llama Jesús no le llama
Dios, sino Padre…. Porque hay quienes nos llaman, hay quienes nos motejan o
simplemente nos apellidan, hay quienes nos quieren y nos aprecian un poco más y
buscan un nombre para rebautizamos. Algunos nombres acarician..., hasta se
diría que quienes nos quieren pulen nuestro nombre y lo encariñan. Por tanto y
de ordinario, en el modo de llamarte se podría descubrir el grado o intensidad
de afecto que te profesa quien te nombra, llama, apellida o moteja. Reyes,
papas y demás jerarcas suelen cambiar su nombre o adornarlo de altas
condecoraciones y ribetes: majestad, excelencia, santidad…, porque el nombre es
algo sustancial en la persona.
En hebreo el nombre de
Dios consta de cuatro letras IHVH llamadas tetragrama,
a las que se les aplicaron las vocales del sustantivo Adonai, que es como le
llamaban a Dios en aquel tiempo, a fin de evitar pronunciar dicho tetragrama,
IaHoVaH o IaHaVeH, que por sumo respeto siempre se le silenciaba.
Los cristianos
recibimos en el bautismo, a veces en la Confirmación, un nombre. Jesús “bautiza”
también a algunos de sus apóstoles llamando por ejemplo Leví a Mateo, a Simón Pedro.., incluso moteja a alguno de ellos llamando “Hijos
del trueno” (Boanerges) a Juan y
a Santiago, y “el Mellizo” a Tomás, etc.
Adán se adueña de los animales al imponerles el nombre...
Los exploradores descubren tierras y las bautizan con un nombre para apoderarse
de ellas. Nuestro nombre, dulcemente pronunciado, es el sonido más grato a
nuestro oído, por tanto también lo será a los oídos de Dios el Suyo.
La expresión “santificado
sea” impersonal, extendido a todos y a todo, sin sujeto agente, es el deseo
llevado a la realidad, un imperativo divino: sea o hágase en mí... equivale a “sea
en mí tu Palabra...”. Es una petición que atañe al mundo de los hombres
pero también al de la Naturaleza. Ella canta la gloria de Dios y de ese modo lo
santifica y consagra. De ahí que la blasfemia sea, por insulto y profanación,
una de las mayores ofensas a nuestro padre Dios. Insultos que recibió Jesús
precisamente cuando moría en la cruz. Quien blasfema, de ordinario no sabe lo
que hace. “Es que yo soy ateo” decía un día un blasfemo. Hay ateos
porque existe Dios, sino ¿cómo se podrían serlo? El Dios tapa agujeros, el Dios
ausente de la vida en el que no creen algunos, en ese Dios tampoco creen los
verdaderos creyentes. Pero el Dios Dios solo merece respeto y alabanza. Bendito
sea su santo nombre.
El pronombre Tú es
un bello pronombre. En cambio el Yo es odioso, y sin embargo es la palabra que
más usamos: yo, mí, para mí, conmigo... Saber decir Tú es muy importante: “poesía
eres... tú”.
Jacinto Benavente tiene un poema que abona esta idea, titulado
“En el meeting de
la Humanidad”
y
dice así:
En el meeting de la
Humanidad
millones de hombres
gritan lo mismo:
¡ Yo, yo, yo,
yo, yo, yo!
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!
¡ Cu, cu, cantaba la
rana
cu, cu, debajo del
agua!...
¡Qué monótona es la rana
humana!
¡Qué monótono es el
hombre mono!
¡Yo, yo, yo, yo, yo,
yo!...
y luego: A mí, para mí;
en mi opinión, a mi
entender.
¡Mi, mi, mi, mi!
¡ y en
francés hay un “Moi”!
¡Oh! el “moi” francés,
¡ese sí que es grande!
“Monsieur le Moi”
La rana es mejor
¡Cu, cu, cu, cu!
Sólo los que aman saben
decir ¡Tú!
VENGA (A NOSOTROS) TU
REINO.
En griego solamente se
pide que venga su reino, pero ni especifica de donde ni a donde ni a quienes. Suprime
el posesivo en el original y así para
rebasa el concepto localista del mundo judío y evita la tentación de apropiamos
de él cuando su reino es “reino eterno y universal”, en la cruz del tiempo y el
espacio como lo es la Iglesia. Decía mejor el latín: “adveniat regnum tuum”.
Afirma E. Bloch que Jesús no dijo nunca: “El
reino de Dios está dentro de vosotros” sino está “entre vosotros”, (Lc.
17,21) Y además que al decirlo se dirigía a los fariseos no a los discípulos.
Tampoco dijo, según este autor, “Mi reino no es de este mundo” expresión
que considera una interpolación de san Juan (18, 36), ya que ello sería una
coartada ante Pilatos utilizando un cobarde pathos del más allá, cosa
que iría contra la dignidad de Jesús. (10) (10) Enest
Bloch, El principio esperanza, t. 2, Ed. Trota, Madrid 2006, pág. 62.
Pero se podría
argumentar que si el reino de Dios no está dentro de nosotros, de cada uno de
nosotros, tampoco se puede afirmar que el Reino de Dios está del todo entre
nosotros. Habrá que unir ambas interpretaciones, trabajar y esforzarse para que
el reino entre dentro de cada uno, y una vez en nuestro interior es cuando se
puede decir con toda propiedad que también está entre nosotros.
Cuando decimos
NOS-OTROS, VOS-OTROS no sólo hay que pensar en NOS o VOS inicial, es decir en
cada uno de nosotros o en los que son de los nuestros o de los vuestros, sino
también en los OTROS. Unamuno lo
explicaba usando una doble acepción: Nos-unos y nos-otros. Así
buscamos el sentido de la Comunidad y el perdón colectivo, cuando decimos NO
NOS dejes..., líbraNOS....
Joachim Jeremías le da además al pasaje un alcance social de cercanía del reino: “La
proximidad de Jesús a los pobres es tal que su mensaje no es que “el reino de
Dios está cerca”, sino que “está cerca... de los pobres”.
Reino lleva consigo la
idea de territoriedad. Y no es de los menos importantes este instinto que
aparece en animales y también, por naturaleza, en el hombre. Cuando vemos una
pintada sobre una fachada alguien ha marcado allí su territorio, allí aflora el
instinto de territoriedad. Por el amor a la tierra se cometen grandes crímenes
y horrendas carnicerías dilucidando fronteras y marcando territorio. El animal
lo señala con olores o ruidos, el hombre traza fronteras (naturales,
geográficas, culturales, ideológicas, religiosas) y al pedir nuestro Padre Dios
que venga su reino pedimos de algún modo también el fin del mundo,
aceleramos su venida, su 2ª venida para implantar su dominio y su poder, “su
territorio”. Él no vendrá de ningún sitio, sino que se irá haciendo presente
algo así, salvando las distancias, como la sonrisa del gato de Cheshire en la
conocida obra de L. Carrol. (11) (11) Lewis Carrol Alicia en el país de las maravillas, Alianza,
Ed., Madrid 1981, p. 138 y ss.
Fritz Hochwälder en su obra “Así en la tierra como en el cielo” interpreta las
Reducciones del Paraguay fundadas por los jesuitas (s. XVII-XVIII) y que eran
una especie de “Reino de Dios en la tierra” de otra forma. Aunque habían
logrado el régimen político ideal, la fraternidad universal, erradicar la
pobreza, implantar la cultura y atención médica para todos, etc., no podía, no
debía subsistir. Habían hecho el Reino de Dios en la tierra, y el Reino de Dios
no es de este mundo. Es un drama que merece ser leído y comentado. Así, dice
entre otras cosas: “El Reino del Dios que es bueno” no puede ser el Reino de Dios. “En un
mundo irremediablemente dominado por la codicia y la infamia hemos pretendido
realizar la palabra de Cristo. Deslumbrado por nuestra misión, el pueblo indio
espera ahora de nosotros la libertad nacional, espera de nosotros una
protección infalible contra los poderosos; espera nada menos que ¡la
instauración del Reino de Dios aquí abajo!... Y este mundo de aquí abajo no
está hecho para la realización del Reino de Dios” (12) (12) Charles Moeller.-
Literatura del siglo XX y Cristianismo, t. IV, p. 528. Das heilige
Experiment, Zurich 1941, adaptación de Jean
Mercure: Sur la terre comme au ciel, Paris 1952.
El Reino de Dios
vendrá a nosotros, se implantará entre nosotros pero desde dentro de nosotros.
No es que venga de aquí o de allá, no, Él está en todas partes. Lo que sucede
es que se irá revelando, haciéndose visible, como se hacía visible la imagen
fotográfica que se revelaba hasta hace poco en los laboratorios. Estaba allí,
venía porque se hacía más presente, porque de algún modo ya lo estaba. Solo
eso. Entre tanto debemos orar “mientras aguardamos la venida de nuestro Señor
Jesucristo”.
HÁGASE TU VOLUNTAD
ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL
CIELO
En la primera petición
se dice “en los cielos” (plural) aquí “en el cielo” (singular)
Literalmente aquí sería: “como en el cielo así sobre la tierra “, o sea
en todo lo creado, visible e invisible. El verbo hacer es la primera
palabra bíblica que sale de la boca de Dios: Hágase la luz. Y la primera
que sale de la boca de María: hágase en mí según tu palabra (fiat). Es
también la última que recoge de sus labios el Evangelio: Haced lo que él
os diga. Es como el amén de la vida de María. Lo repetimos nosotros
también en nuestras oraciones, pero no
solo significando que así sea, sino con un sentido que va un poco más allá: Haz
que sea así. Cuando un creyente entrega su libertad a Dios a fin de no pecar,
como si dijera: “soy libre para pedirte que no quiero ser libre. Quiero ser
solamente tu esclavo” y Dios prefiere dejarlo libre y que peque ¿qué
entiende el Señor por libertad? ¿O es que acaso Dios no razona como razonamos
nosotros? V. Balthasar al hablar de la conversión de Adrienne von Speyr dice: “...la
muerte de EmUle había revelado que en adelante no podría ya formular con una
plena verdad subjetiva, la súplica del padrenuestro: 'Hágase tu voluntad'. ...
Por estricta lealtad, evitó en lo sucesivo rezarlo. Un pastor protestante le
dio el nefasto consejo de sustituirlo por otras oraciones... “ (13) (13) H. Urs von Balthasar, Adrienne von Speyr, Vida y
misión teológica, Madrid 1986, p. 25 y ss. La voluntad es una de las
tres potencias del alma, según los místicos. Pero hacer mi voluntad... es
equivalente, en lenguaje popular, a “hacer lo que me da la gana”. La “gana”
es una palabra que hemos hecha reina en grado superlativo: Hago lo que me da “la
realísima gana”, y hemos elevado a los altares en su último grado: Hago lo
que me da “la santísima gana”. Por tanto se trata de una palabra muy
importante en las relaciones humanas eso de imponer su santa voluntad, o no
dejarse dominar, por real y santa gana. Entra aquí una virtud fundamental que
es la humildad. Aceptar a voluntad de Dios es humillamos, es aceptar su
voluntad en los desprecios, ofensas, ultrajes, maltratos del prójimo y las
contrariedades de la vida que el Señor nos envía o permite que nos sucedan. Es
vencer el mayor pecado o fuente de pecado que es el egoísmo: no mi voluntad
sino la tuya. De ahí que sean tan bíblicas y acordes con esta petición dos
expresiones populares, una de deseo en subjuntivo: “Que sea lo que Dios
quiera” y otra en indicativo y por tanto más afirmativa: “Si Dios quiere”
y que ya usaban los griegos: “ean Theos thele”.
En cuanto a la frase Así
en la tierra..., una vez más nos encontramos aquí con la horizontalidad del
palo trasversal de la cruz: “Id por todo el mundo”. Tierra y cielo
forman la cruz que lo abarca todo, cielo y tierra. Y en cuanto a la expresión,
filológicamente hablando, insistimos en que sería más teológico decir: “Así sobre
la tierra como ahí dentro en el cielo”. En realidad algo de eso nos
dicen las dos preposiciones en griego: “oos en (dentro) ouranoó kai epi
(sobre) gues”. En “como en el cielo” se descubre también la verticalidad
(la ascensión).
Recordar de vez en
cuando el cielo es importante, nosotros hablamos poco de él acaso porque
desconfiamos o soñamos poco en él, o apenas pensamos en la felicidad que nos
aguarda, que debería ser motivo de continua meditación y alegría, miramos poco
hacia arriba. En Catedrales e iglesias los dorados e historiados retablos, con
santos, hornacinas y demás adornos quieren ser un recuerdo visible de la gloria
del cielo, como si fueran otros “pórticos de la gloria”, “glorias de Bernini” o
antesalas del paraíso. También en el arte arquitectónico se refleja la cruz:
Así en el gótico se puede adivinar la mirada del hombre medieval pendiente
únicamente del cielo, siempre sus ojos hacia arriba, olvidando acaso un poco al
prójimo. En cambio en catedrales e iglesias modernas priva la horizontalidad, a
derecha e izquierda, que en algún modo refleja la demasiada preocupación, al
menos en teoría, por solidarizamos con los pobres de este mundo pero acaso
olvidándonos de mirar también al cielo.
Las expresiones: “en
el cielo, sobre la tierra” hacen referencia al espacio. Las de “cada día”,
y “dánosle hoy” se refieren al tiempo. Espacio y tiempo son también
una cruz, coordenadas cartesianas, que representan el “aquí” y “ahora”.
Recordando la
respuesta del por qué permitió que fracasara aquella sociedad descrita por F. Hochwalder,
socialmente perfecta, culta, sin pobres ni ricos y viviendo en cristiana
fraternidad, al parecer se debió a que este mundo de aquí abajo no fue hecho
para que se lleve a cabo en él el Reino de Dios. Debemos pedir que Dios reine
en el corazón de cada uno de los hombres, lo demás llegará por añadidura. De
ahí la importancia de ponemos en sus manos, providencialmente en sus manos,
haciendo que se lleve a cabo en nosotros su santa voluntad.
Seguimos caminando sobre
los dos palos de la cruz. Tierra, y cielo nos llevan de nuevo a
la primera expresión, Padre y nuestro, Padre refiriéndose al cielo,
y tierra refiriéndose a nuestro. Lo nuestro de momento
es la tierra, lo del Padre es el cielo, pero ahora se
invierten los términos, allí primero es el Padre, luego lo nuestro, aquí
va primer lugar la tierra (lo nuestro) luego el cielo, (el
Padre), porque es en la tierra, es decir, en los hombres, donde debe
hacerse la voluntad del Padre Dios, donde debe llevarse a cabo el reino
de Dios, la llegada de su reinado, su voluntad. Identificando lo humano con la
tierra, y lo divino con el cielo la expresión recuerda al viejo Catecismo de Astete cuando pregunta ¿Cuántas
naturalezas, voluntades y entendimientos hay en Jesucristo? Y responde:
Dos naturalezas: una divina y otra humana, dos voluntades: una divina y
humana otra y dos entendimientos uno divino y otro humano... Una persona y
una memoria, persona divina y memoria humana... siempre la tierra y el cielo
unidos en Cristo Jesús. “In cruce latebat sola deitas, ac hic latet simul et
humanitas ... “.
EL PAN NUESTRO DE CADA
DÍA DÁNOSLE HOY.
Entramos en la segunda
parte del padrenuestro. Toda la escenografía da en este punto un giro de 90º,
la verticalidad se convierte en horizontalidad, en materialismo biológico
primario: el pan, las deudas, la tentación..., en todo lo que necesitamos.
Acaso por eso pan viene en el texto a continuación de la palabra tierra. Al pan de la Eucaristía se le
llama (panem de coelo) “pan del cielo” (Ex., 16, 4; y Jn. 6, 31), que
nos viene del cielo, en contraposición al cotidiano que nos viene de la tierra.
El dios Pan significaba y sintetizaba toda la naturaleza. Cuenta Plutarco que durante el reinado del
emperador Tiberio los tripulantes de
una nave que pasaba cerca de las costas de Pafos oyeron unas voces que decían: “Si
vais a Egipto decid que el gran dios Pan ha muerto”. Cuando dieron a
conocer la noticia se empezaron a escuchar gritos de dolor por todas partes,
salidos de las plantas, de los animales y de las rocas. Y es que desaparecía el
culto a la naturaleza y se inauguraba el culto al verdadero Dios. (14) (14) Quevedo t. 1, pág 569, y H. Biedermannn, Diccionario
de símbolos, ver Pan. Parece ser que la voz (pan) fue tomada del
griego para significar con ella toda clase de alimentos. Y acaso la palabra
hartura, hartar provenga también del griego arton, (en el Bron, la
lengua de los caldereros artón significa pan). Con todo el refrán latino
que dice “saturatio mala, panis péssima” (toda hartura es mala, la del
pan malísima), también tiene su punto de ironía, ya que no se puede uno hartar
solamente de pan, o sea, no solo de pan vive el hombre.
Pan, por tanto,
simboliza, significa todo tipo de alimento: cultural, espiritual, material.
Muchos refranes e incluso eslóganes y pronunciamientos lo utilizan: Patria,
justicia y pan, o aquel otro de... Pan y espectáculos. Jean Anouilh decía: “Me gusta la
realidad, sabe a pan”. A veces no sólo hay que pedir el pan, como si fuera
un don, acaso sea más evangélica la oración de aquel que rezaba: “El pan
nuestro de cada día no me lo des, ayúdame a ganarlo”. Pero ese pan debe ser
compartido. Compango, compañero, acompañar, llevan consigo y en su raíz el
significado de pan: comer juntos. Precioso prefacio de la eucaristía, o colofón
de la misma ese del pan y vino compartidos. Es lo que quiere y nos pide el
Señor.
Le aconsejaban a un
hombre aficionado a la bebida que en vez de beber tanto en los bares se llevara
el vino para casa y que se embriagara allí, sin molestar. A lo que el
interpelado contestó: “Está bien el consejo, pero... es que sabéis lo bien
que sabe el vino hablao”. El vino o el pan, no repartido, sino partido,
compartido, departido, hablado. Eso es la Eucaristía: pan hablado, vino
compartido. Aquí habría que imaginar la sombra de la cruz redentora, e
introducir y explicar su presencia en la Eucaristía, lo que nos llevaría
demasiado lejos. Y el pan es el pan nuestro,
no el mío... Y tiene que ser nuestro, sirviéndonos de brújula el palo
horizontal que apunta tanto al Oriente como al Occidente. A la hora de la
verdad el pan mío quitaría pocas hambres, el pan nuestro, el de todos y para
todos, es el que sería capaz, si de verdad nos lo propusiéramos, de solucionar
los problemas del tercer mundo que también es el “nuestro”.
DÁNOSLE HOY. Las
palabras “artos epiousios”, que nosotros de acuerdo con la traducción
que hace la Vulgata (en san Lucas),
traducimos por “el pan nuestro de cada día”, san Jerónimo cambia
(según san Mateo) la palabra quotidianum por supersubstantialem,
dejando el término quotidianum para el evangelio de san Lucas. La gente quiere el pan de cada
día, el atrasado no le gusta... Aquí Jesús usa dos términos de sumo
interés: el pan de cada día, porque el de mañana, aunque en el original
se emple este adverbio, puede llegar tarde para los que se están muriendo de
hambre, y la hambruna no tiene espera. ¿No nos recuerda este pan de cada día el
maná que recogían cada mañana y solo duraba una jornada? “El de hoy”, ¡hoy!
¡Qué gran adverbio! Ni el de ayer ni el de mañana... el pan “para hoy”. En
segundo lugar el pan nuestro, no el mío.
PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS
No deja de ser
significativo que Dios perdone nuestras deudas, referidas acosas, y nosotros a nuestros deudores, es
decir a las propias personas. Es una contraposición (deuda - deudor) digna de
tener en cuenta aunque habría que precisar qué significado más profundo
encierra.
Hoy decimos perdónanos
nuestras ofensas, pero la frase griega se inclina más a pensar en deuda
comercial o pecuniaria. San Mateo contrapone ofensa a deuda, y
Lucas pecado a deuda, es decir, que el perdón de ofensas y
pecados debe ser y operar con la radicalidad y el esfuerzo que nos puede
costar perdonar una deuda. En realidad cuando Jesús habla de deudores
parece referirse de ordinario a personas que debían una cantidad de dinero:
tantos denarios, tantos talentos... El haberlo cambiado suaviza el radical
perdón. Una ofensa se perdona mucho más fácilmente que una deuda. Las deudas no
se olvidan, las ofensas tal vez... Acaso las naciones acreedoras de una gran
deuda pública vieron en la expresión perdonar las ofensas un atenuante y una
excusa para evadir el compromiso del perdón de dicha deuda pues pocas abrigan
el compromiso de perdonar la deuda pública.
Pero hay más aún. Si
perdonamos a nuestros enemigos hacemos el acto de amor más perfecto, el más
completo acto de perfecta contrición. El perdón no es una anécdota de un buen
día en el que amanecimos de buen humor, el perdón es una actitud que hay que
mantener viva en todos los momentos y hacer permanente durante toda nuestra
vida. Un texto de san Agustín citado por Josef Staudinger en su
obra El Sermón de la Montaña, a propósito del rito de la paz, llevado a
cabo precisamente una vez dicha esta petición, sellada con el beso de la paz,
da un poco más de luz a esta petición cuando dice: “Os acercáis a la mesa
del Señor ¿Qué es lo que debemos decirle primeramente a Dios? Perdónanos
nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¡Apresuraos, por
tanto, a perdonaros unos a otros! ¿Llevas el odio en tu corazón y pronuncias
estas palabras? ¿Te retraes y no las pronuncias? ¡Cómo!, ¿quieres rezar el padrenuestro
y omitir esas palabras? ¡Reflexiona: si las pronuncias mientes; y si no las
pronuncias entonces no te aprovecharán para la salvación! Luego di/e a tu
corazón: ¡No debes odiar!”(15) (15) Serm. 48, 8. Y añade J. Staudinger: “De este pasaje se deduce que se
consideraba el padrenuestro como un sustitutivo de la quizás necesaria
confesión”. Y en la nota 122 sustiturivo: ''para los pecados secretos, a
los que no se extendía todavía entonces sacramentalmente la práctica de la
penitencia. La conciencia del poder del padrenuestro para borrar los pecados no
era naturalmente tan viva en todas partes y fue amortiguándose con la obligación
de la confesión también para los pecados graves que no eran públicamente
conocidos. Pero no se perdió nunca del todo. Las posteriores fórmulas
penitenciales colocan con frecuencia en primer plano el motivo del puro amor de
Dios, pero no siempre realzan aquella profunda seriedad del examen interno, tal
como lo hace la quinta petición del padrenuestro” (16) (16) J. S. El sermón... Ed. Herder, Barcelona
1962, p. 162.
De nuevo aparece aquí
la silueta de la cruz y el crucificado. Desde ella se dijeron las más hermosas
palabras de clemencia: “Perdónalos, Señor, no saben lo que hacen…”. No
sólo tenemos que perdonar a nuestros deudores, también hay que pedirle a Dios
que los perdone, y además aduciendo un argumento, una disculpa, no por parte de
los deudores sino del que intercede ante el Padre por ellos. El perdón, perdón,
es así de desconcertante y radical, predicado y hecho realidad desde la cruz y
en el padrenuestro.
“Como nosotros
perdonamos…”, no yo, nosotros. “ώς”,
aquí es un adverbio de modo, que establece una comparación, perdónanos, tal
como nosotros perdonamos. Es la ley del Talión aplicada al perdón: “talis-talis”:
Con la misma medida que medís seréis medidos, es decir, con el mismo perdón que
uséis lo usarán también con vosotros... Como nosotros perdonamos... Y al estar el verbo griego el
aoristo, “άφήκαμεν”, debería traducirse por pasado, es decir, como nosotros
hemos perdonado, una acción que ya ha sido llevada a cabo, lo cual cobra
más responsabilidad aún, a la hora del perdón. De nuevo hay que atreverse. Y
pedimos el perdón en plural, una absolución comunitaria, no perdón para mí. Jesús
nos sugiere aquí pedirlo reunidos, no uno por uno, en plural como él lo
pidió desde la cruz para nosotros: “Perdónalos...”, (Lc. 23, 34) al
paralítico (Mc. 2, 5). A la mujer pecadora: “Tus pecados quedan perdonados”,
(Lc. 7, 48), todos tus pecados en racimo, no uno por uno, a fin de que el
perdón nos envuelva por completo.
Perdón implica también
olvido de las ofensas. En el cementerio de Kiev, donde una llama, ardiendo
noche y día, recuerda a los caídos en el frente de batalla, se puede leer a la
entrada una inscripción: “Nadie olvida, de nadie se olvida”. En Gijón,
en el Colegio de la Inmaculada, antiguo cuartel de Simancas destruido en parte
durante la Guerra Civil, se podía leer en la maqueta: “Perdonamos pero no
olvidamos”. Es muy edificante a este respecto la leyenda que recoge J.
L. Borges: “Abel y Caín volvieron a encontrarse después de su muerte.
Caminaban por el desierto y se reconocieron de lejos, ya que los dos eran muy
altos. Los hermanos se sentaron en tierra, encendieron fuego y comieron.
Estaban callados como suele estar la gente cansada al caer el día. En el cielo
asomaba alguna estrella que aún no había recibido nombre. A la luz de las
llamas Caín encontró en la frente de Abel la señal de la piedra y dejando caer
el pan que iba a llevarse a la boca, le pidió que perdonase su delito. Abel
respondió:
- ¿Me mataste tú a
mí o fui yo quien te mató a ti? No me acuerdo. Estamos aquí juntos como antes.
-Ahora sé que me has
perdonado, dijo Caín, porque olvidar es perdonar.También yo procuraré
olvidarme. Abel le dijo lentamente:
-Así es. Mientras dura
el remordimiento dura la culpa”. (17)
(17) Cit. por Carmine di Sante, El Padre
nuestro, Salamanca 1998, pp. 170-171.
Los cristianos de hoy
no acostumbramos a olvidar. Además solemos usar dos medidas: hablamos de
pobreza, pero maquillamos el término, hablamos de caridad, pero eso que
practicamos no es caridad, y decimos que perdonamos, pero ni perdonamos de
corazón ni olvidamos. Decimos que amamos pero no amamos. Vivimos en una especie
de esquizofrenia lingüística y ética difícil de comprender. Usamos dos medidas,
sin damos cuenta de que es una sola medida la que el Señor usará con nosotros: la
misma medida con la que medimos.
NO NOS DEJES CAER...,
NO QUIERAS LLEVARNOS HACIA LA TENTACIÓN
Aunque a veces usamos
más lo negativo, como sucede en el Decálogo que tiene siete mandamientos que
empiezan por NO, contra tres afirmativos: amar, santificar y honrar, en
el padrenuestro solamente hay un “no” y para eso con el significado de “no
nos quieras meter en tentación”, no nos lleves a caer, no en el pecado, ese
aún no hizo acto de presencia, sino en tentación. Siempre una barrera antes
de... En griego al ser un aoristo ingresivo tiene el significado de “no
comiences a llevarnos”.
El verbo caer y
tentación suelen ir unidos al sustantivo pecado, así, caer en
tentación viene a ser como caer en pecado. El deseo es el que nos pone en
camino de pecado, es nuestra actitud positiva o negativa frente a la tentación
la que nos puede hacer responsables de la falta.
Hay dos mandamientos
que sirven de barrera precisamente al hecho de pecar. Son los referentes al
deseo de dos grandes pecados del hombre: la lujuria y la avaricia, es decir, el
afán desmesurado de tener ya sea los bienes, ya la mujer del prójimo. Dos pecados que
trajeron de cabeza a la humanidad desde siempre. Alguien dijo que
“Si en sexto no hay
perdón
y en el séptimo rebaja,
a Dios le queda otra
opción:
llenar el cielo de paja “.
Son dos mandamientos
al final del Decálogo, puestos ahí para libramos uno de apetecer y querer
apropiarnos de lo ajeno, el otro del deseo de poseer la mujer que no nos
pertenece. En ambos se mezcla de algún modo el deseo de tener y poseer fuera de
lo establecido por la ley. Y están puestos ahí a fin de salvaguardar dos
valores importantes de la sociedad organizada, que es el matrimonio, ya que en
él se gesta y hasta podríamos decir que se fundamenta la ley de la evolución, y
sobre él rueda todo el caminar de la humanidad. El otro valor es en instinto de
la propiedad (territoriedad) que desatado fue el detonante de las mayores y
guerras y más terribles genocidios, al querer adueñarse de la tierra, riqueza o
bienes del otro.
La ascética cristiana
desgraciadamente ha unido más de lo debido pecado con lujuria. Abrimos
cualquier libro piadoso o de moral y enseguida vemos cómo se suele identificar
pecado con sexo. Si un confesor pregunta al penitente ¿pecaste? este no se cuestiona en un primer gesto de culpabilidad
si faltó gravemente a la caridad con el prójimo, si dudó de la providencia
divina o incluso si agredió, mintió o injurió gravemente..., más bien casi a
voto pronto reflexiona si tiene alguna falta grave en materia de castidad.
Habría que cambiar
este chip en el que se ha hecho tanto hincapié en sermones, misiones populares
y en ejercicios espirituales para lograr que resonara en la conciencia del
penitente, siempre que se hablara de pecar, cómo fue nuestro comportamiento en
materia de amor y caridad con el vecino, incluso con nuestros enemigos.
Para ello es
imprescindible negarse a sí mismo. Y no deja de ser curioso que en latín el
verbo sea: nego, as, are. Es como si quisiera expresar ya en sí la
negación de sí mismo, la negación, del ego (n-ego), del yo (Mt. 16,24), lo que
le daría un matiz muy positivo a dicha negación y más aún a dicho verbo. Pero
¿negarse a sí mismo conduce a algo? ¿No sería más positivo pensar en
reafirmarse uno más en sí? El Evangelio recomienda este negarse a sí mismo (Lc.
9, 23) por más que Oscar Wilde afirmara que “La mejor manera de
librarse de la tentación es caer en ella”. Pero esa es la razón por la que
pedimos a Dios no que no nos deje caer sino que no nos lleve hacia ella.
Traduce bien la Vulgata con el verbo in-duco: conducir a... “et
ne nos inducas…”, no nos lleves “in”: hasta dentro de la tentación, aunque
acaso más fiel al texto griego sería decir: “no trates de llevarnos camino
de la tentación “.
El Evangelio nos habla
de las tres caídas o pecados del apóstol Pedro, que consistieron en
negar a su maestro. La piadosa práctica del vía crucis nos recuerda tres caídas
de Jesús bajo el peso de la cruz camino del Calvario.
Y ya que en el padrenuestro
le pedimos al Padre Dios que “más que nos libre de caer que no nos lleve, que
no nos meta en tentación”. No olvidemos que el diablo para tentar a Jesús lo llevó a la cima de un monte, a lo más
alto del templo… Por nuestra parte deberíamos también evitar el deseo, así nos
será más fácil no caer. En realidad nadie cae de repente, valga la expresión,
nos vamos acercando poco a poco a la caída, imaginando, pensando, deseando...
Al joven, a punto de caer, pensemos en la droga, hay que dejarle bien claro,
que hubo un proceso de aceptación antes de llegar, y que no se suele llegar si
no se emprende un camino. Tampoco se le puede restar importancia con la dichosa
frase: “pchsss, ¡por una vez...! “, no, lo que se debe tener en cuenta
siempre es que no va a ser por “una vez” sino que va a ser “¡la primera vez!”,
tras la cual habrá una segunda, tercera, etc.
LÍBRANOS DEL MAL
Parece ser, según
muchos comentaristas, que la traducción de la última frase debería ser “sácanos”
o “libéranos del maligno “, un cambio que justifica el uso de la
preposición “mas” en vez de la conjunción “y”, convirtiendo
prácticamente las dos últimas frases en una misma petición: no nos lleves a
tentación más libéranos del maligno. En primer lugar aparece aquí la
libertad de la que ya hablamos, ese don tras el que hombre corre y corre. Sin
embargo solo seremos libres si vivimos en la verdad (Jn. 8,32). Ser lo que aparentamos
y aparentar lo que realmente somos no mintiendo ni de palabra ni con nuestros
actos. La verdad nos hace libres, y a libertad hemos sido llamados (Gal. 5,13).
El Diablo es el padre de la mentira, del que vive en el engaño. Hoy el
Diablo... no es que ande por el mundo con cuernos y rabo, tal como se le
acostumbra a representar, y tal como aparece en el monumento que el pueblo
madrileño le ha levantado en el parque de El Retiro, no, pero el diablo está
presente. Nadie se atrevería a afirmar que Cupido anda por jardines, bailes y
romerías arco en ristre, si así se puede decir, lanzando flechas, y sin embargo
nadie niega su existencia. El mal existe, lo vemos por todas partes. Qué ropaje
use y como se deje ver como persona, esa es ya otra cuestión. Dice el premio
Nóbel William Golding que “el hombre produce mal como la abeja miel”,
tremenda frase.
También aquí se podría
decir: “el Reino del Mal está dentro de
nosotros”, de ahí la petición... líbranos del mal, mas líbranos del
maligno. Jesús lo pide al Padre
para sus discípulos “No te pido que los saques del mundo sino que los libres
del mal” (Jn., 17, 15).
Estar en el
mundo, pero no ser del mundo, es tener los pies en el suelo, (Jesús se
los lavó a los discípulos), es vivir los problemas de los desheredados, es
estar a su lado, pero sin ser del mundo, sin participar de sus posturas y
criterios. Curiosamente muchos cristianos no están en el mundo, viven en las
nubes, en la estratosfera, no se involucran en los problemas del diario vivir
ni luchan contra el mal que nos rodea. No están en el mundo, pero son del
mundo, porque viven, piensan y reaccionan como gente de mundo. Con su actitud
demuestran que para ellos Jesús nunca habló de perdón ni de amor a los
enemigos. Para ellos Jesús sigue en el sepulcro. No viven en el mundo, pero son
y viven según el mundo. De esa mentalidad también le pedimos al Padre que nos
libre.
En la señal de la
Cruz (signarse) toman parte esas dos fuerzas, la de Dios y la del Mal, la
de: Dios Padre: “En el nombre del Padre...”, la del Maligno en la
expresión “de nuestros enemigos líbranos...” que equivalente al “más líbranos del mal” del padrenuestro.
De nuevo una primera invocación y un último ruego el primero referido a Dios y
el último al Diablo.
Entre los incontables
textos que podríamos reunir sobre esta oración, he aquí lo que nos dice Miguel Eyquen de Montagne (1533 1592)
en uno de sus “Ensayos”
“Puede la Iglesia
extender y diversificar los rezos según las necesidades de su instrucción, pero
al padrenuestro debiera dársele el
privilegio de que la gente lo tuviera siempre en la boca porque en esa oración
se dice cuanto nos es menester y resulta adecuada a todas las ocasiones. Es la
única plegaria de la que yo me sirvo de continuo y la repito antes que
cambiarla por otra, por lo tanto ninguna tengo tanto en la memoria como esa... “.
(18) (18) Ed. Orbis Barcelona 1984 t. 1, ed. íntegra, “De
las plegarias…”:pág. 257, c. LVI.
AMÉN
Si uno no une Padre nuestro con pan nuestro, no
puede decir Amén.
Leonardo
Boff
Amén, es decir que sea
sí. También tiene cuatro letras lo mismo que YHVH, lo mismo que DIOS. De ahí
que de algún modo podríamos llamado el tetragrama final de la oración.
Y sobre la cruz
desnuda, lo más hermoso que hizo Dios, un desnudo, el cuerpo de Jesús. Los
soldados lo despojaron de sus vestiduras. Todo un símbolo que se podría aplicar
hoya la Iglesia, despojada de sus vestiduras: leyes, normas, cánones, poder,
ostentación, riqueza (en sus miembros más que en la institución), soberbia,
vanagloria... ¡cuanto ropaje! Lo hacen en primer lugar los enemigos de la
Iglesia con sus críticas, lo que es de algún modo hay que agradecer ya que si
es verdad nos ayudar a hacer examen de conciencia y corregirnos, y si es
calumnia no hacen más que cumplir las escrituras: Os calumniarán… Y también lo están llevado a cabo a su manera los
escrituristas con el Evangelio. Quieren encontrar el verdadero cuerpo de Jesús,
las palabras verdaderas -dicen ellos- (cosa un tanto extraña puesto que el
Evangelio todo él en su conjunto no es historia sino simple catequesis adornada
de anécdotas, o sencillas anécdotas con las que tratan de catequizar y anunciar
la buena nueva).
Pero, puestos a
rebuscar lo históricamente verdadero, despojan los Evangelios de frases
supuestamente interpoladas, milagros o signos, falsas interpretaciones por
parte de los evangelistas, buscando siempre el cuerpo desnudo de Jesús. Sin
duda el evangelio puro, tal como lo vivieron santos como Francisco de Asís, sería el ideal, acaso una utopía, una santa
Utopía. En su implacable afán de búsqueda ¿no correrán el riesgo algunos de
tratar de encontrar el corazón de la cebolla y quedarse con las manos vacías?
¿No está el mensaje precisamente entre los pliegues de la frase, en el meta sentido
de la palabra, en el más allá del texto escrito? Lo malo es despojarlo de sus
vestiduras y luego con nuestra vida y modo de comportamos clavarlo en la cruz
de nuevo.
De todas formas el
cuerpo desnudo, un desnudo sobre aquellos dos palos en lo alto del Calvario
pasará a la historia, a la literatura a la pintura como expresión de la
belleza, acaso la más hermosa de cuanto el arte en todos sus aspectos ha
tratado de plasmar sobre el lienzo, el papel, el pentagrama, la piedra o el
mármol. Hombres sin fe como lo fue Ernesto
Renán (1823-1892), que apostató a los 23 años, no puede menos de exclamar
al ver a Jesús morir en la cruz: “Tu obra queda concluida, tu divinidad
fundada. A costa de unas horas de dolor has conseguido la más completa
inmortalidad… Mil veces más vivo, más amado después de tu muerte que mientras
cruzaste este valle de lágrimas… llegarás a ser de tal modo la piedra angular
de la Humanidad que, borrar tu nombre de los Anales del mundo, sería conmoverle
hasta sus cimientos”. (19) (19) E. Renán, Vida
de Jesús, Ed. Petronio, Barcelona 1973, p.247.
AVE MARÍA
El pueblo fiel suele
añadir al padrenuestro un avemaría. No haremos aquí su exégesis.
Analizando la palabra AVE vemos que las vocales de la palabra Dios en hebreo:
Iahvé son las mismas que las del saludo Ave, o Eva (madre) al revés y las consonantes
I y H las dos de Jesús Hombre, del anagrama IHS.
Por otra parte se
podría aplicar de igual modo a esta breve oración en sus dos partes el mismo
simbolismo que el aplicado a la oración dominical referida a la cruz,
con ciertas y claras diferencias, como es lógico, pero con el mismo esquema: el
palo, vertical en la primera parte, ya que toda ella se dirige a Ella, al TÚ de
María, siendo el NOSOTROS empleado en la segunda parte. Usa también el recurso
psicológico de alabar primero, -oración de alabanza- en primer lugar y luego la
oración de petición o impetratoria. Finalmente has dos palabras claves en esta
segunda parte, son un adverbio -fundamental en la vida de cada persona- que no
es el ayer ni el mañana que
ya no son, ni siquiera el hoy sino el ahora, en este instante, que es
cuando pedimos que rugue por nosotros y es el único tiempo del que somos dueños.
Y la otra expresión es la hora de la muerte, el momento decisivo del
cristiano, donde nos jugamos todo y que con frecuencia solemos dejar siempre a
la improvisación.
En noviembre de 1989,
cuando comunican al médico y psiquiatra Vallejo-Nájera,
gran amigo del torero Dominguín, que
su enfermedad era irremisiblemente mortal, acude a la finca de Luis Miguel, con la intención de animar
al torero a que recupere la fe religiosa: “No te voy a pedir que cambies de
vida ni dejes de beber, que estás hecho un desastre... Dile a la Virgen:
-Virgen mía, ayúdame a entrar. Dios mío, perdóname”. Se quedó muy
conmovido, dice V. Nájera en su
libro “La puerta de la esperanza”. Me dijo que, si Dios le tomaba la
palabra, confiaba en ir al paraíso, porque “nunca había hecho el mal conscientemente a
nadie y siempre había procurado ayudar a los demás”.
Al día siguiente, los
dos amigos salen de caza, a caballo. En la soledad de la naturaleza, en vez de
disparar a los animales, mantienen una última conversación, verdaderamente
emocionante.
-“Luis
Miguel, reza conmigo un Ave María, aunque sólo sea la segunda parte, Santa
María, madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores… que tú, Luis Miguel, lo
eres de narices”. Y le pide
que rece esta plegaria a María todas las noches. Luis Miguel se lo promete... (20) (20) José
Luis Olaizola, La puerta de la esperanza, Barcelona 1990, p.117)
Con ese ruego quiero
yo también dar por terminada esta reflexión sobre la cruz, y el padrenuestro,
con María aquí, como estuvo en el Calvario, al pie de la Cruz. Pero antes del
punto final no resisto la tentación de copiar dos pasajes, uno de Charles Peguy sobre ambas oraciones, el
otro sobre la cruz y el padrenuestro de García
Morente, oraciones hechas realidad en su propia vida. Puede ser un hermoso
colofón aprovechable para nuestra vida espiritual. Dice Ch. Peguy:
“Nuestra Señora me
ha salvado de la desesperación. Este era el mayor peligro. L agente como
nosotros tiene siempre bastante fe y bastante caridad.
Es la esperanza la
que puede faltarnos. Salí de esa situación escribiendo mi Porche. Figúrate que durante diez y ocho meses no pude rezar el padrenuestro… Yo no podía decir “Hágase tu voluntad”.
No podía decirlo ¿Comprendes lo que es esto? No podía rezar a Dios, porque no
podía aceptar su voluntad. Es horrible. No se trata de rezar oraciones de
boquilla. Se trata de decir verdaderamente lo que se dice. Yo no podía decir
verdaderamente: “Hágase tu voluntad”. Entonces recé a María. Las oraciones
dirigidas a María son las oraciones de reserva… No hay ni una sola en toda la
liturgia, ni una ¿entiendes? ni una que el más miserable pecador no pueda decir
verdaderamente. En el mecanismo de la salvación, el Ave María es el último
socorro. Con él no se puede estar perdido” (21) (21) “Lettres et entretiens, en cahiers de
la Quinzaine, serie 188 Paris 1927. Cit. por Charles Moller IV pág573.)
Y como remate final,
parte de un texto que dejó escrito ese gran filósofo y ejemplar converso al
Catolicismo que fue el profesor García
Morente donde cuenta la experiencia del día y hora en que tuvo su encuentro
con Dios:
“… poco a
poco se fue agrandando en mi alma la visión de Cristo hombre clavado en la cruz
en una eminencia dominando un paisaje de inmensidad, una infinita llanura
pululante de hombres, mujeres y niños sobre los cuales se extendían los brazos
de Nuestro Señor crucificado. Y los brazos de Cristo crecían, crecían y
parecían abrazar a toda aquella humanidad doliente y cubrirla con la inmensidad
de su amor. Y la cruz subía, subía hasta el cielo y llenaba el ámbito todo y
tras ella también subían muchos…
Subían todos,
ninguno se quedaba atrás, solo yo, clavado en el suelo veía desaparecer en lo
alto a Cristo rodeado por el enjambre inacabable de los que subieron con él […] Y puesto de rodillas
empecé a balbucir el padrenuestro y ¡horror! ¡Se me había olvidado!! [....]
Permanecí de
rodillas un gran rato ofreciéndome mentalmente a nuestro Señor Jesucristo con
las palabras que se me ocurrían buenamente.
Recordé mi niñez,
recordé a mi madre a quien perdí cuando yo contaba nueve años de edad, me
representé claramente su cara, el regazo en el que me recostaba estando de
rodillas para rezar con ella. Lentamente, con paciencia fui recordando trozos
del padrenuestro, algunos se me ocurrieron en francés, pero al traducirlos
restituí fielmente el texto español. Al cabo de una hora de esfuerzo logré
restablecer íntegro el texto sagrado, y lo escribí en un libro de notas. [...] Una inmensa paz se había adueñado de mi
alma... (29 de
abril de 1937).
(22) (22) Manuel García Morente (Jaén 22 de abril de 1886).Conversión:
Madrid 7 de
diciembre de 1942. (El subrayado es nuestro).
Padrenuestro / Madre Dios
Padre Dios,
también Madre te han llamado
por ser madre lo
más vida y ternura
que eleva a la
mujer a tanta altura
que a ser casi
divina la ha encumbrado.
Y si el padre
algo de él nos ha legado
la madre es quien
nos hace criatura
creciéndonos
primero en la cintura,
llevándonos
después a su costado.
El ser Madre tu
paternidad eleva
a dar a luz al
Verbo, ¡oh maravilla!
y así también
Adán tu imagen lleva.
Él nace de tu
mano y de la arcilla,
mas por Ti
también él fue madre de Eva
pues Eva le nació
de su costilla.
Padre nuestro que estás en el cielo...
Padre nuestro,
que habitas en el
cielo..
si el ser Padre a
los hijos hace hermanos
el ser hijos nos
hace unir las manos,
un gesto que nos
sirve de consuelo.
Decir Padre es
alzar al cielo el vuelo,
decir nuestro es
hacemos más humanos,
que no hay causa
mejor entre cristianos
que crear
hermandad a ras de suelo.
Dos palabras
resumen la doctrina
de todo el
Evangelio y Ley Primeva:
Padre nuestro “, no hay otra Ley divina.
Decir Padre hacia
Dios nos encamina,
decir nuestro hacia
el prójimo nos lleva
ahí empieza la
Ley y ahí termina..
Santificado sea tu nombre...
¿Cómo pides,
Señor, Dios Inefable,
santificar tu
nombre, cuando Tú eres
la misma
Santidad, y entre tus seres
tu nombre fue en
un tiempo el Innombrable?
Si a tal punto lo
fue por respetable
en Ley del Sinaí
¿por qué prefieres
se santifique
ahora? O es que quieres
volverte más
humano y más afable?
Cambió la antigua
Ley, temores fuera,
triunfó el amor,
que nadie pues se asombre
que su nombre en
los labios oír quiera.
y es que nada al
oído de cualquiera
resuena más
doncel que el propio nombre
ni nada que, mal
dicho, más le hiera.
Venga a nosotros tu reino...
Piensa mal el que
piensa ir a la vida
soñada más allá
de las estrellas.
No fueron hacia
Ti las diez doncellas,
esperaron
sentadas tu venida.
Venga a nos el
tu Reino, y da cabida
a estas ansias de Ti, a estas querellas.
¡Ven, ven, Señor
Jesús! muestra tus huellas,
señal de que te
acercas enseguida.
No se muere...
Morir es simplemente
esperar a que
llegues a nosotros
sentado en una
nube refulgente.
y no tardes,
Señor, mira a tu gente
caminando sin
rumbo unos tras otros
en busca de tu
reino inútilmente.
Hágase tu voluntad...
Hay quien a obedecer
le llama andana
y hacer la
voluntad de Dios no quiere
pues dice que él
es libre y que prefiere
decir y hacer lo
que le venga en gana.
La voluntad fue
siempre soberana,
que el otro te la pise es lo que hiere
y aún ofende a
Dios más el que creyere
que así el nombre
divino no profana.
Hacer Su voluntad
es lo sensato.
Hacer mi voluntad
contra la suya
es robar gloria al cielo sin recato.
Siendo humilde a
sus ojos te haces grato
y su gloria
buscando, no la tuya,
obtendrás de Él
mil gracias de inmediato.
Danos hoy nuestro pan de cada día...
Era pan el maná
de madrugada,
y maná a Adán y a
Eva regalaste
de por vida, y a
cambio les mandaste
no comer de la fruta señalada.
Mas no siendo tu
orden respetada
del jardín del
Edén los arrojaste
y a comer luego
el pan los condenaste
con trabajo y
sudor cada jornada.
Una tarde la
gente te seguía
y les diste tu
pan. Señor, si puedes
haz de nuevo el milagro de aquel día
Danos hoy de ese
pan que el hombre ansía
y con él mira a ver si nos concedes
también hambre,
Señor, de Eucaristía.
Perdona nuestras ofensas...
Perdona nuestras
deudas. Hoy se dice
perdona las
ofensas, nadie olvida
al deudor de una
deuda contraída,
olvidamos mejor
al que maldice.
Dios perdona y
olvida y aún bendice
a quien mide el
perdón con la medida
que quiere usen
con él en la otra vida
y hará con mi
perdón lo mismo que hice.
Difícil petición
esta que hacemos:
si el perdón de
ese modo recibimos
pues así nueva
deuda contraemos.
Por eso hay que
decir: Nos atrevemos...
Si luego en
perdonar nos desdecimos
a ver el día
aquel qué respondemos.
No nos dejes caer en tentación
No nos dejes
caer, eso pedimos,
alertados por Ti eso esperamos,
caemos sin
embargo y renegamos
a pesar del favor
que recibimos.
No nos dejes
caer, pródigos fuimos
por un mundo de
goces y reclamos.
Tras caer en tu
olvido hoy regresamos
suplicando la gracia que perdimos.
No se cae sin más
ni a la primera.
Son más bien los
misterios del destino
los que guían al
hombre en su ceguera.
No nos dejes
caer, ven a la vera
del que a punto
de errar en tu camino
busca amor o
poder a su manera.
Mas líbranos del mal...
y líbranos del
Mal, el Diablo existe,
por más que en él
no crea alguna gente,
que es su misión
tentar y estar presente
al par que de
mentira se reviste.
Lo sabe quien lo
sufre y se resiste,
lo sabe el que es
tentado abiertamente,
también Jesús lo
supo, penitente,
y así en hacer
caer al hombre insiste.
El sabe
presentamos el engaño
sembrando una fe
nueva en su inocencia,
la fe de que ni
tienta ni hace daño.
y aún miente
desde el árbol de la ciencia
queriendo que
creamos como antaño
que se es Dios no
creyendo en su existencia.
Amén
Amén decimos al
final del Credo,
Memoria viva e
ideal cristiano,
El padrenuestro
en él se da la mano,
Nunca otro ruego
fue mejor remedo.
Amén tus hijos
recitamos, quedo
Murmullo al
viento y eco del Arcano,
En su secreto ni
lo oyó el profano
Ni quien creyó lo
rezará con miedo.
Amén decimos y la
voz resuena
Santa en el
templo en su honor y gloria,
Inmune al llanto
pues de gracia es plena.
Se inmola al
Padre sobre la patena
En nueva ofrenda
nuestra vieja historia
Aunada a Cristo
en la Santa Cena.
ÍNDICE
El lenguaje de la cruz ……………………………
En el arcano de un cuadrado
mágico …………..
Oración: pater noster ………………….………..
Dos palos, una cruz. ………………………........
Tres tipos de oración y una
sugerencia .....……….
Padre, padre nuestro .……………………………
(Que estás) en los cielos …………………………
Santificado sea tu nombre ....................................
Venga (a nosotros) tu
reino..... ........………………..
Hágase tu voluntad …....………………………….
Así en la tierra como en el
cielo ......……………….
El pan nuestro de cada día …..................................
Dánosle hoy ………………………..……………..
Perdónanos nuestras deudas …………...………….
No nos dejes caer..., no
trates de llevamos ……........
Líbranos del mal ………………………………...….
Ave María
....................................................................
Glosa en verso ………...……………………………
Índice ….………………………...…………………..