martes, 30 de octubre de 2018


FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS (1-XI-2018) B


Si ojeamos un santoral cristiano podemos encontrar en él un santo principal para cada día, pero a continuación recoge  una larga lista de otros nombres, santos de segundo orden para nosotros pero acaso no para Dios. Hay más santos que días tiene el año, me refiero a santos canonizados por la Iglesia, por eso deben repartirse los 365 días. Sin embargo aún hubo otros muchos, innumerables y desconocidos para la historia, a los que la Liturgia quiere rendir también culto dedicándoles expresamente un día para ellos, que es hoy.

Los griegos levantaron en medio de Atenas, según narran los Hechos de los Apóstoles, un altar dedicado “al dios desconocido”. Algunas ciudades de Europa como París bajo el Arco de Triunfo, Roma, Berlín, Moscú (no sé por qué no se encuentra también aquí en España) honran con una llama que arde día y noche y una inscripción: al soldado desconocido, al heroico soldado anónimo muerto en la batalla. ¡Qué menos que los cristianos tengamos también si no un monumento y una llama sí un día para honrar solemnemente a nuestros santos desconocidos!

San Juan dice en el Apocalipsis que “vio una gran multitud de toda raza y nación, vestidos de blanco, con palmas en las manos”. Podríamos imaginarnos que son nuestros santos canonizados; pero Jesús cita otra muchedumbre anónima en el Monte de las Bienaventuranzas, sin corona ni palma, pero que acaso alguno de ellos esté situado en lugar muy alto en el paraíso. Fue en tiempos del emperador Augusto cuando se dedicó el templo de Agripa al culto de todos los dioses, bajo el nombre griego de Panteón. Luego durante el reinado de Focas (607-610) el papa Bonifacio IV trasladó a dicho Panteón convertido en templo, los restos de los mártires que yacían en las catacumbas. El templo fue consagrado el día 13 de mayo del año 610 a Santa María de todos los mártires (Regina martirum). Más tarde cuando la Iglesia introduce el culto a los santos se le cambia el nombre por el de María de todos los Santos lo que dio lugar a esta fiesta que Gregorio IV fijó definitivamente el año 835 el día 1 de noviembre. Gregorio VII dedicó el Panteón a Todos los Santos este mismo día como símbolo del triunfo de Cristo sobre el paganismo.

Jesús en sus Bienaventuranzas se fija más bien en esa otra muchedumbre viva, de pobres y hambrientos, de despreciados y desarrapados a quienes nadie quiere socorrer, santos canonizados en vida por el mismo Cristo al llamarles bienaventurados. Los hombres los desprecian, es una muchedumbre poco rentable. En 1960 la ONU aprobó una resolución para entregar a los países pobres el 1% del Producto Nacional Bruto. Pablo VI aconsejaba en su encíclica Populorum Progressio imponer ese pequeño tributo a los países ricos en favor de los pobres. En 1972 las Naciones Unidas piden que sea al menos un 0,7 % que fue motivo de movilizaciones y manifiestos. Se vuelve a tratar el año 1974 en las Naciones Unidas, la conveniencia de instaurar un nuevo orden económico internacional basado en una mayor igualdad. Esto mismo se ratifica en 1980 con el voto favorable de España, pero luego sólo Holanda, Suecia, Noruega y Dinamarca, que no son dicho sea de paso, precisamente donde se practica más el cristianismo, los que lo han llevado a la práctica. En 1981 tuvo lugar en Cancún (Méjico) una cumbre a petición de Austria. Se dijeron y se siguen diciendo muy hermosas palabras, pero al fin nada en concreto.

Se dijo que una de las declaraciones más importantes de Juan Pablo II fue la de repartir la tierra como la forma más eficaz para combatir el hambre de 800.000.000 de seres humanos. Juan Pablo II atacaba la corrupción como clave de la miseria de la gente, arremetía contra los monopolios, criticaba los mecanismos del comercio internacional, apelaba al precio equitativo el cual se logra con un libre mercado sin trabas, trampas y trucos de los oligopolios y demás aprovechados y vampiros, y abogaba por la desaparición absoluta de las fronteras lo que pondría contra las cuerdas el brutal sistema actual de cosas y a la hidra de injusticias que parece dominarlo todo. No fue la primera vez que el Papa hacía ese tipo de sugerencias. En su encíclica Sollicitudo socialis ya aboga por el ideal para aspirar a que la humanidad sea una sola familia. Desgraciadamente los hombres no hacemos caso de nada ni de nadie, para nuestra perdición. Sólo siguen en pie las Bienaventuranzas, ese ejército innumerable de pobres sin esperanza alguna de liberación a no ser por la violencia. Ahora sí, esos países que escatiman una cantidad mínima para los pobres no les duelen prendas en gastarse una media de 50 billones (con b de brutalidad) en armamento. Y es que los pobres, a pesar de ser los predilectos del Señor, y se ser en su pobreza mucho más generosos que los ricos, nunca han sido “santos de nuestra devoción”.

Pobre es aquel que es capaz de dar más de lo que recibe, aquel que con lo que tiene es capaz de ser feliz y hacer felices a quienes viven a su lado. Pobreza no sólo es no tener es también tener a disposición de los que no tienen lo poco que uno tenga. Se puede no tener nada y ser un ambicioso y un avaro. Para el cristiano la pobreza no es un estado sino una actitud, es un estar en disposición de desprendimiento y al servicio de quien te necesita aunque no pueda recompensarte. Cuando a esta actitud de darlo todo se une esa otra de no tener nada para sí la persona se convierte en un bienaventurado, “un alma de Dios”, un santo.

Ahora bien, hay que tener presente que cuando Jesús dice “bienaventurados los pobres” no lo dice para que sufran, se aguanten y contenten, eso sería inhumano. Lo dice para que se sientan tan dignos como los demás. Nosotros los llamamos des-graciados, añadiendo a su pobreza una lacra más. Jesús se con-gracia con ellos y los llama felices y bienaventurados. Dios no los compadece ni los desprecia, como acostumbramos a hacer nosotros, situando a los ricos en primer lugar y a los pobres dejándolos en la calle. Un teólogo escribió hace años unas palabras que bien merece la pena tenerlas en cuenta: “El gozo, dice, la esperanza de que Dios está de su parte acabará con todo lo que mortifica a los pobres, a los que sufren, a los que lloran. No hay mayor oposición a un sistema o sociedad que hace a unos pobres y a otros ricos que la audacia y el atrevimiento de sentirse dichoso siendo pobre. Es también la mayor ofensa que los ricos no perdonan nunca: la dicha de los pobres”.

Y esta es nuestra lucha: evitar en primer lugar tantas injusticias y tantas diferencias sociales que hay en el mundo, evitar tanta miseria como vemos cada día en tantas partes del planeta. En el Credo recitamos un artículo que debía ser nuestro slogan de continuo: “creo en la comunión de los santos”. “Iglesia, dice el Catecismo alemán, “es la comunión de lo santo”, en singular, es decir, comunicarnos con lo santo que suele andar entre los pobres. “La comunión de los santos, escribe León Bloy, es el antídoto y el contrapeso de la dispersión babilónica (y babélica, añadiríamos); testimonia una solidaridad humana y divina tan maravillosa que le es imposible a un hombre no sentirse vinculado a todos los demás, en cualquier época y dondequiera que vivan. El más pequeño de nuestros actos tiene repercusión en profundidades infinitas y eleva a todos, a vivos y muertos”.

Pero no sólo debemos hablar de pobreza económica. Se puede dar pobreza cultural y espiritual a la que Cristo sin duda se refiere también. El escritor francés Charles du Bos en su “Diálogo con A. Gide, escribía en 1947 a este respecto: “Para un católico no existe un hombre que no sea su hermano, y ninguno lo es más que aquel que carece por completo de la conciencia de esta fraternidad. Nuestro principal deber consistirá entonces en fortificar y al mismo tiempo extender nuestro poder visual a fin de que pueda llegar hasta los confines del horizonte humano. Comenzaremos por encontrarnos con aquellos en quienes la acción de gracias no cesa de elevarse, aun cuando no estén muy seguros de que hay un Dios a quien dirigirla”. Por ahí discurre el cristianismo, por esos caminos se mueve el dogma de la Comunión de los Santos, ahí está el hilo invisible que une a todos los que han nacido para amar, para ayudar a los demás, para sacrificarse por el prójimo, que es, por otra parte, una de las posturas interiores más gratificantes. Por suerte hay bastante gente dispuesta a esa labor y a tales sacrificios.

Posiblemente si saliéramos a la calle en busca de un santo de esos que recoge el santoral, una san Simón del desierto que vivió sobre una columna o un san Pablo que oraba día y noche encerrado en una cueva, un Francisco de Asís que hablaba con el hermano lobo o un san Antonio que predicaba a los peces del río no lo encontraríamos. Sin embargo todos hemos conocido personas buenas, ese tipo de gente con un fondo formidable, ese vecino dispuesto a ayudar siempre, dispuesto a sacrificarse por los demás siempre, con sus defectos acaso ¿quién no los tiene?, sin duda que mucha de ese gente sería también canonizable. Es posible que más de una vez hayamos oído que, alguien que se ha muerto, era una gran persona, un vecino excelente... Bien, pues a ese tipo de santos sin corona, a esos santos desconocidos, a esos santos anónimos que hasta suman la virtud de la humildad, de ser desconocidos, a su bondad, a todos ellos se dedica esta hermosa festividad del primero de noviembre.
Jmf.

No hay comentarios: