¿Y qué es
la familia? sería una
buena pregunta para un Catecismo. Según el Diccionario
de la Real Academia Española, la
familia es “Gente que vive en una casa
bajo la autoridad del señor de ella”. Como tantas veces, el Diccionario se
queda corto y pobre, porque cabría
preguntar ¿y los que viven en un carro, bajo un puente o bajo la autoridad de
una señora? Si se nos mandara definirla a cada uno de los que estamos aquí
posiblemente cada uno resaltaría un aspecto diferente. Creo que puede ser
interesante reflexionar unos momentos sobre los principales puntos que la
integran.
En primer lugar, el elemento biológico. La familia está compuesta primordialmente por
un hombre y una mujer con fines de procreación y ayuda mutua. Hoy este aspecto
de la procreación es muy complejo. La población mundial está creciendo, sobre
todo en algunas zonas del planeta, de modo alarmante. Entre 1950 y 2017 la población
mundial pasó de 2.700 a 7.200 millones de personas. Cada año crece en cerca de
90 millones. A tal punto que se la define desde hace tiempo como explosión demográfica. De ahí que se
hable tanto del control de la natalidad y del aborto. Paradójicamente se habla
también de la baja natalidad pero es en países desarrollados. Aquí surge el
primer problema a resolver.
En segundo lugar está el elemento psicológico. Ya no se trata ni de la procreación ni de la
sexualidad, aunque ambos términos vayan íntimamente unidos. En la familia
entran en juego además una serie de relaciones de tipo psicológico muy
importantes como es la amistad, el amor, la comprensión, el “entenderse”, realizarse, ayudarse, etc. puesto que, hombre y mujer,
están hechos el uno para el otro. Y ahí está el secreto del matrimonio
psicológicamente equilibrado, con ese fin fue creada la pareja, ya que, y son
palabras del mismo Dios, “no está bien
que el hombre esté solo”. Quienes atacan la institución del matrimonio no
atacan el matrimonio en general sino aquel en particular que no funciona,
posiblemente el suyo. Y de ahí un nuevo problema a resolver: el divorcio, la separación, la anulación…,
temas que están un día sí y otro también sobre el tapete y cuya puesta en
práctica sigue siendo hoy problemática.
Esto lo explicaban muy gráficamente aquellos
predicadores de primeros de siglo pasado tal como lo recoge en uno de sus Cuentos Antonio Trueba y que
sitúa en un pueblecito de Vizcaya. Una campesina se presenta ante el párroco pidiendo
el divorcio puesto que no es capaz de soportar más a su marido. El sacerdote
manda venir a ambos y los lleva hasta la sacristía. Una vez dentro toma el
hisopo y un caldero con agua bendita y empieza a rezar por un viejo Ritual. A
cada poco descargaba sobre la cabeza de uno y otro un par de golpes con el
pesado hisopo de bronce, hasta que el marido mosqueado preguntó: -Pero ¿hasta cuándo va a durar esto, señor
cura? -Hasta que uno de los dos se muera ¿No sabes tú que entre católicos el
único modo de romper el matrimonio es la muerte... ? Cuando la
incomunicación psicológica es grave es fácil que no haya existido matrimonio
nunca, es decir, si no “casan” es
posible que nunca hayan estado casados. Porque de marchar bien ¿dónde podrá
refugiarse mejor el hombre o la mujer…?
¿Qué institución, qué ONG los podrá arropar con más garantía que la familia, en
medio de un mundo tan hostil? En ella es donde se puede dar plenamente y sin
grandes traumas el famoso lema: Igualdad,
libertad, fraternidad...
Finalmente hay que contar con un tercer elemento: el cultural, en el que cabe incluir incluso la economía, la religión, el ocio,
la educación, etc. Los defensores del Materialismo
dialéctico como lo fue Federico
Engels en su obra “El origen de la familia” afirman que la economía es el
elemento primordial en toda cultura e institución. Es decir, el dinero, el
capital, las herencias... mantienen y sostienen la familia a través del tiempo,
ya que es la única forma, de momento, para lograr que el capital perviva y pase
a los herederos. El día que no existiera capital (capital viene del latín caput/is: cabeza) la familia se desintegraría. Y desde luego, aunque no
estemos muy de acuerdo con toda la exposición, es muy a tener en cuenta dicho
punto de vista. Bastaría recordar cómo son precisamente las herencias uno de
los elementos más nefastos para destrozar una familia, lo que denota que para
muchos el dinero está por encima de todo lo divino y lo humano.
Hace bastantes años que se puso en escena una obra del
autor dramático Joaquín Calvo Sotelo titulada “La muralla”. En ella se refleja claramente esta actitud: Un hombre
se hace durante la guerra, con una gran herencia por medios inconfesables. Su
familia, ajena al origen de la fortuna, desarrolla una vida social de acuerdo
con su alto rango, escalan puestos, adquieren títulos de nobleza, etc. Un día
el fundador y abuelo del clan enferma gravemente. Le asaltan los remordimientos
y trata, de acuerdo con la moral, de restituir la herencia a la persona
estafada hacía años. Pero es entonces, ante la amenaza de caer en la pobreza,
cuando aquella familia, en teoría buenos cristianos todos, forman en torno al
anciano moribundo “una muralla” humana. El verdadero dueño, ajeno y
desconocedor de todo, se aleja al final del drama mientras que el anciano muere
sin poder restituir. El dinero, las herencias, la economía es pues otro gran
problema a tener en cuenta en la familia. En estos mismos días cuántas familias
sufrirán el zarpazo del consumismo obligadas a gastar y gastar por una
propaganda contumaz y desafiante, de modo que quien no gasta no está al día ni
puede presentarse dignamente en sociedad, quien no echa la casa por la ventana
y alterna fastuosamente no está a la altura de las circunstancias, provocando
luego desequilibrios económicos, emocionales e incluso conyugales.
Tal como están las cosas hoy la clase media trata de
canalizar la economía, más que a bienes pasivos y a amasar grandes fortunas,
hacia un salario justo que Juan XXIII
propugnaba en su encíclica Mater Magistra,
y luego el Concilio Vaticano II en el
Documento “Sobre la Iglesia en el mundo
actual”, como: “aquel salario que es
suficiente para permitir al hombre y a su familia una vida digna en el plano
material, social, cultural y espiritual” (67), es decir, el capaz de
proporcionar comida, vestido, vivienda, educación y ocio a su tiempo e incluso
que quedara un poco más para el ahorro. Ese podría ser el salario justo.
Difícil meta, no obstante, sobre todo en algunos aspectos como es el de la
educación, el trabajo para todos, la carrera que no siempre colma las
aspiraciones de quienes han hecho el esfuerzo de llevarla a cabo. Se ha dicho
repetidas veces que “la Universidad es una
fábrica de parados”. Preferimos sueldo sin carreras que carrera sin sueldo
¿o no?
¿Cómo solucionar, pues, tantos problemas? La Etnología
y la Antropología estudian diversos tipos de familias primitivas. Margaret Mead estudió, por ejemplo, las
que viven en Indonesia, Malinoski las de Melanesia, Levi Strauss las del Amazonas, etc. Pero el mundo no necesita tanto
de explicaciones o legislación sobre lo que hay, cuanto soluciones a los
problemas que cada día se presentan. El matrimonio anda mal posiblemente por
una mala preparación de los que lo contraen. Acaso esté ahí la razón de que
algunos vean el matrimonio como un engaño. Cuando el insigne profesor Federico Ozanam, gran apologista y cofundador, con otros seis, de Las Conferencias de san Vicente Paúl, enseñaba
en la Sorbona un día, hablando con Lacordaire, este le aconsejó que debía hacerse
sacerdote, pero al poco tiempo lo encontró casado. -Pobre Ozanam, dijo Lacardaire, cayó en la trampa.
Cuando dos años más tarde visitaba a Pío
IX a quien alguien le había
contado la anécdota, el Papa le dijo: -Señor
Lacordaire, yo había estudiado que Jesús instituyó siete sacramentos, y resulta que
ahora viene usted y descubre que no, que instituyó seis y una trampa. Hay
una vieja canción francesa que dice así: “Reza
una oración si partes para la guerra, reza dos si atraviesas la mar incierta,
pero cuando te cases, reza lo que sepas”.
Hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia y
curiosamente como ejemplo; aunque un tanto atípico: José no es el padre biológico de Jesús, María que ha concebido a su hijo de forma extraña y
sobrenatural, está a punto de ser denunciada, y al final su esposo decide
abandonarla en secreto; poco después los tres sufren el exilio político
amenazados por el rey Herodes; Jesús, a los doce años se escapa de
la tutela familiar durante tres días. Y a los treinta años, en vez de seguir la
tradición familiar en el oficio, cierra la carpintería y se dedica a predicar,
de modo que los parientes lo llegaron a juzgar un poco mal de la cabeza y
quisieron recluirlo, etc. Pues bien, a pesar de tanta incomprensión, de tantos
problemas y de tan difíciles relaciones fue una familia ideal debido a que todo
lo venció con el diálogo, la entrega incondicional y la entera confianza en las
manos de Dios. Por eso hoy, una vez más, se nos pone a la Sagrada Familia como
ejemplo a imitar y modelo a seguir.
Jmf
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