LA ASUNCIÓN DE
NTRA. SEÑORA. (15-VIII-2018) B
Cualquier acontecimiento histórico puede llegar hasta nosotros por
diversos caminos y de diversas formas: bien por documentos escritos u otras
fuentes históricas tales como estelas, monedas, estatuas, pinturas, monumentos,
etc., o bien por tradición oral: recuerdos que van pasando de boca en boca a
través del tiempo, leyendas, mitos, etc.
El dogma de la Asunción es una verdad que nos llegó fundamentalmente por
tradición oral. Se hicieron eco de esta tradición en primer lugar los
escritores llamados asuncionistas, tales como los Hechos de san Juan
Evangelista, los de Juan Arzobispo de
Tesalónica, el evangelio del Pseudo José
de Arimatea, etc., y algunos escritos que datan del año 300 d. C. (s. IV).
Incluso se habla de un discípulo de los apóstoles llamado Leucio que escribió sobre la Asunción a primeros del s. II (hacia
el año 110-120).
Este dogma, dio
origen en España a unas representaciones teatrales en las iglesias, especie de
Autos sacramentales marianos. Uno de ellos “El
Misterio de Elche”, aún se representa en dicha iglesia desde el s. XIV. Un
15 de agosto de 1265 D. Jaime el
Conquistador arrebata a los árabes la ciudad de Elche al grito de “¡Santa
María!”. Un siglo después, el 29 de diciembre de 1370 el guardacostas Francisco Cantó ve acercarse flotando
entre las olas un arca. En ella venía una imagen de María y la primer Consueta
o Directorio que contenía la obra que desde entonces se viene representando en
Elche año tras año. Ha sido el único drama de este estilo que se libró de la
prohibición que de tales representaciones había hecho el Concilio de Trento.
Urbano VII autorizó incluso su puesta en escena por carecer, según reza el
documento, de los abusos de los otros, y acaso llevado por el amor que hacia
María latió siempre en la Iglesia.
El Misterio de Elche se abre con la entrega que hace el ángel Gabriel de una rama de palma a María, es decir, de la rama dorada
cortada del árbol de la Vida en el Paraíso, y que luego dio sombra a la Sagrada
Familia cuando huían hacia Egipto, de ella se fabricó la cruz donde
crucificaron a Jesús en el Calvario y el Arca de la Alianza (símbolo de María).
En segundo lugar convocados misteriosamente, van llegando desde los cuatro
puntos cardinales, los apóstoles menos uno, entran en la habitación de María que agoniza y ven subir su alma
al cielo. En tercer lugar hacen las exequias y organizan un cortejo. A
continuación se presentan los judíos con ánimo de robar el cuerpo de María, uno de ellos queda ciego pero
recobra la visión al momento de exclamar “Creo que María es el templo de Dios”.
Luego se abre el cielo y descienden los ángeles en una a modo de palmera que
se abre. Unida al cuerpo, el alma de María asciende con ellos de nuevo a las
alturas. Finalmente cuando casi todo ha concluido llega el apóstol Tomás, el único que no llegó a tiempo,
mientras el coro entona con melodías gregorianas y cantos del s. XVI aquel
responsorio bíblico que reza:
Veni, veni de Líbano,
veni veni, coronaveris.
(ven ven del monte Líbano, ven serás coronada de gracia).
Tomás se acerca al sepulcro. Ya está vacío, sin embargo aún percibe, como
prueba del milagro, un aroma suavísimo y celestial. Así se imaginaban la
Asunción, el misterio asuncionista, nuestros literatos y cristianos medievales,
y así vivían a su modo los misterios de nuestra Religión. Hoy podemos afirman
que no existe catedral donde no se venere de algún modo este dogma. Los que
hemos estudiado en Valdediós no podremos olvidar la hermosa talla que preside
el retablo del altar mayor de la iglesia, También el Seminario de Oviedo la
tiene por patrona.
Toda esta fe, todo este río de tradición y devoción asuncionista
cristalizó en la definición dogmática hecha por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, mediante la Bula Munificentissimus Deus, en los
siguientes términos: “Para aumentar la
gloria de tan augusta madre… pronunciamos… declaramos y definimos como dogma
divinamente revelado que la Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María,
terminado el curso de su vida terreno, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria
celestial”.
Una vez expuesta la doctrina hay que reconocer que el modo de interpretar
esta verdad dogmática hoy no es tan fácil. Ya Teilhard de Chardin encontraba dificultad en conciliar algunos
aspectos del Dogma: “...la muerte no
sabría aislarnos del Cosmos, al contrario, debe insertarnos más profundamente
en él, de ese modo la corporeidad permanece al margen de la corpuscularidad”
(átomos, moléculas, células, etc.). El Concilio Vaticano II trata de ver en
este dogma un aspecto eclesial. Así dice en la Lumen Gentium: “La Madre de
Jesús, lo mismo que está ya en el cielo glorificada en cuerpo y alma, como
imagen y comienzo de la iglesia... así brilla también en la tierra delante del
pueblo de Dios que peregrina, como signo de esperanza”. Leonardo Boff sólo ve en la Asunción un
hecho simbólico. El hombre ansía la integración, el despegue de sí mismo, y
luego alcanzar lo que espera, superándose y viéndose así libre de las cadenas
de su propia miseria. Es otra manera de explicar el misterio asuncionista. Dice
el periodista Bernardino Hernando
que a los católicos, algunos dogmas como el de la Asunción, no sólo nos
interpelan acerca de la fe y de la esperanza sino y sobre todo nos obligan a
tener fe y esperanza contra toda esperanza.
El evangelio acaso sea muy escueto para la imaginación del hombre que
necesita tocar, ver, palpar... No sé quién dijo (acaso el historiador Coulton) “que si el evangelio nos hubiera enseñado un poco más sobre la Virgen
la Edad Media hubiera sabido muchas cosas menos”. Los Apóstoles, hombres
humildes y sencillos, vieron a María irse de la tierra hacia la altura... Hoy
en distintos lugares del mundo católico hay videntes, humildes pastorcitos, que
también ven a la Virgen, no ir.... sino venir desde la altura a posar su pie de
nuevo en nuestra tierra. Nosotros, prescindiendo de lo accidental, de todo ese
ir y venir, hoy sólo tratamos de glorificar su cuerpo, el cuerpo de María, el
cuerpo que mereció llevar en sus entrañas -Arca de la Alianza- al Hijo de Dios.
Todo ello es una llamada al “más alto, más lejos, más aprisa” del mundo
olímpico aplicado a la esperanza. Y la invitación es a todos. Cada día, a cada
hora, estamos oyendo que la Humanidad ha perdido el Norte. El Premio Nobel de
literatura Mauricio Maeterlinck dice
en su obra sobre la Vida de las abejas,
que cuando se hace desaparecer de una colmena a la reina estas enferman, el
trabajo cesa, abandonan las crías, la población anda errante de un lado para
otro, los parásitos siempre al acecho, hacen su agosto, y toda la colonia no
tarda en morir de tristeza. Los hombres hemos convertido el mundo en una
colmena sin reina, en una familia sin Madre. Algo nos falta a los humanos, algo
echamos en falta sin saberlo, acaso a Ella. Sin embargo con María, por pobres y
pecadores que seamos, siempre hallaremos una puerta de acceso hacia la Vida.
Ante Dios, por pobres y míseros que seamos, lo mismo que una moneda o un
billete de banco no pierde su valor por sucio que esté, por pecadores e
indignos que nos presentemos siempre somos valiosos pues fuimos rescatados con
la sangre de Jesús que murió por nosotros...
Tiene un poema Amado Nervo,
dedicado a María que nos puede servir de oración final: “Si Tú me dices ven, lo dejo todo, /no volveré siquiera la mirada / pero
dímelo fuerte, de tal modo /que tu voz como toque de llamada... /me hiera el
corazón como una espada”. Ella no cesa de repetirnos cada día a todos y a
cada uno lo que el canto de la Consueta de Elche repite una y otra vez al
terminar (Sirve lo mismo aplicado a María que a nosotros):
“Ven, ven desde el monte
Líbano,
ven, ven y serás coronada/o con y por su
gracia”. Jmf,
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