DÍA 4 de agosto SANTO DOMINGO DE GUZMÁN Patrono de la parroquial de Miranda de Avilés.
Una de las obras cumbres de la Literatura Universal es La Divina Comedia, escrita por Dante Alihgieri, hacia 1307 (s. XIV) en donde el poeta al llegar a aquel cielo que está dominado por el Sol (hay otros cielos presididos por Venus, por Marte, etc.), descubre la sabiduría de Dios en boca de san Buenaventura que prorrumpe en un canto al fundador de los frailes dominicos, como lo hace luego santo Tomás de Aquino en pro de san Francisco; dos órdenes hermanas, pero que según el poeta se habían apartado en aquel entonces del espíritu del fundador.
Y es aquí, en este lugar del cielo, donde Dante, vuelta la mirada a Beatriz, aquel amor platónico que le acompaña en todo tiempo y cuyos ojos están firmemente vueltos a Dios, Dante se siente trans - humanizado al descubrir la belleza divina que resplandece en ella, cuyo ejemplar es Cristo. Todo esto se recoge en el Canto XII de esta última parte de la Obra dedicada al Paraíso. Dada la importancia del autor y de la Obra creo que merece la pena por lo menos recordar de vez en cuando este pasaje sobre nuestro Santo. ¿Y qué mejor que el día en el que nuestra parroquia lo celebra por patrono?
Dante, el inmortal poeta italiano, era natural de Florencia. Fue teólogo y discípulo de Brunetto Latino del que no debió de quedar muy satisfecho puesto que lo mete en su Infierno, en el canto XV. Fue soldado que luchó valientemente en algunas batallas, fue albañil, se casó con Gemma di Manetto Donati un año después de morir Beatriz su amor platónico y compañera en su viaje por el Paraíso. De Gemma tuvo cuatro hijos. A partir de entonces entra en la vida pública y política de Florencia situándose en el partido de los güelfos (el partido de los blancos), contra el Papa Bonifacio VIII (o partido de los negros). Derrotados los blancos, él se declara en rebeldía. Encuentra asilo en Rávena pero es para morir a los 56 años en 1321, a causa de unas fiebres que contrajo. Sus restos aún reposan en la Iglesia de San Francisco de dicha ciudad.
Una vida tan azarosa parece que no es lo más apropiada para crear una obra de una envergadura teológica y poética como es La Divina Comedia, calificada como la síntesis más grandiosa y apasionada del perfecto equilibrio entre la cultura clásica y el cristianismo, entre la teología, la política y la poesía.
No vamos a detenernos ahora aquí en más consideraciones de este tipo ni siquiera a contar el argumento, se trata simplemente de un viaje fantástico que hace Dante acompañado primero del poeta romano Virgilio y después de Beatriz, por el más allá, desde el Infierno, donde encuentra a personajes que no le eran simpáticos o que fueron sus adversarios políticos, como el Papa Bonifacio VIII, pasando por el Purgatorio, ese estado intermedio entre el Cielo y el Infierno al que Dante da un impulso fundamental dentro del dogma católico hasta entonces apenas vislumbrado. Finalmente llegan al Paraíso... Aquí, a través de los diversos cielos que recorre, va encontrando santos, ángeles, mártires, doctores... y entre estos a nuestro patrono santo Domingo.
Da comienzo el capítulo XI con un exordio sobre el santo acompañado de San Francisco, siempre unidos, debido a aquel abrazo que dice la Historia que se dieron, habiéndose encontrado después de hacer el camino de Santiago, en Compostela, siendo ambos peregrinos hacia la tumba del apóstol. Desde entonces ambos santos y sus respectivas órdenes se consideran como hermanos, hasta el punto que posiblemente esta iglesia parroquial de Miranda, antes capilla, haya sido fundada por franciscanosde Avilés en honor a su hermano mayor santo Domingo. Pero oigamos lo que dice Dante en dicho c. XI:
“La Providencia, ... envió en su ayuda a dos príncipes, para que entrambos le sirviesen de guías: uno para que la guiase hacia la caridad por el espíritu de la pobreza, (es decir a san Francisco), el otro a la mayor fidelidad por medio de la predicación, (o sea santo Domingo). El uno fue todo seráfico en su ardor (san Francisco de Asís), el otro, (nuestro patrono), por su sabiduría, resplandeció en la tierra con la luz de los querubines”.
Pero es el c. XII donde nos ofrece una breve biografía, describiendo la gloria que Dios deparó a nuestro santo en el Cielo. Uno de los que forman la primera corona de doce espíritus resplandecientes es san Buenaventura que es quien refiere a Dante la vida de santo Domingo. Todo el canto está consagrado a la vida religiosa. Dice así en su poético y a veces difícil estilo cuyas metáforas iremos explicando al par de la lectura:
“En aquella parte donde el dulce céfiro acude para hacer germinar las nuevas plantas de que se adorna Europa (es decir, en España) no muy lejos de los embates de las olas, tras de las cuales por su larga extensión, el Sol se oculta a veces a todos los hombres (porque se creía que una vez que el sol atravesaba España, el sol desaparecía en el Finisterre y se apagaba para todo el mundo), se asienta la afortunada Callaorga (Calahorra.-Caleruega) bajo la protección del gran escudo, en el que el león está subyugado y él subyuga a su vez. (Alude a las armas de Castilla que en un lado tienen un castillo sobre un león y viceversa en el otro).
En ella nació el apasionado amante de la fe cristiana, el santo atleta, benigno para los suyos, y cruel para sus enemigos.
Apenas fue creada, su alma se llenó de virtud tan viva, que en el seno mismo de su madre inspiró a esta el don de profecía (Alude al sueño que tuvo su madre: soñó que paría un perro blanco y negro con una antorcha encendida en la boca. Los hechos corroboraron la verdad del simbolismo de este sueño que significa que iba a iluminar al mundo con la antorcha de la fe contra los herejes). Cuando se celebraron los esponsales entre él y la fe en la sagrada pila, donde se dotaron de mutua salud (Domingo promete defender la fe y esta le promete a él la vida eterna), la mujer que dio por él su asentimiento, vio en sueños a su admirable fruto que debía salir de él y de sus herederos, y para que fuese más visible lo que ya era, (la madrina de santo Domingo vio a este en sueños, con una estrella en la frente y otra en la nuca, iluminándose así Oriente y Occidente) descendió del Cielo un espíritu y le dio el nombre de aquel que lo poseía por completo. (Le dio el nombre del Señor que en latín es Dóminus y del que se deriva Dominicus). Domingo se llamó y hablo de él como del labrador que Cristo escogió para le ayudase a cultivar su cuerpo. (Su Iglesia llamada en varios pasajes de la Biblia huerto y viña).
Pareció en efecto enviado y familiar del Señor, porque el primer deseo que se manifestó en él fue el de seguir el primer consejo de Cristo (Abandonar las riquezas. Siendo estudiante vendió sus libros en tiempo de hambre y dio el dinero a los pobres). Muchas veces su nodriza lo encontró despierto y arrodillado en el suelo como diciendo: “He venido para esto” (Para dar ejemplo de humildad y de pobreza) ¡Oh padre verdaderamente feliz! (porque el padre del santo se llamaba Felix) ¡Oh madre verdaderamente Juana! (que en hebreo significa llena de gracia), si la interpretación de sus nombres es la que se les da!
En poco tiempo llegó a ser un gran doctor, no por esa vanidad mundana por la que se afanan hoy todos los del Ostiense, (es decir dedicados a estudiar derecho canónico), ni al de Tadeo: (el derecho civil), sino por el amor hacia el verdadero maná (la verdad, la palabra evangélica que alimenta): entonces se puso a custodiar la viña (la Iglesia) que pierde en breve su verdura si el viñador es malo y habiendo acudido a la Santa Sede, que en otro tiempo fue más benigna de que lo es ahora para los pobres justos, no por culpa suya, sino del que se sienta en ella y la mancilla (Algunos papas que han sido no muy ejemplares), no pidió la facultad de dispensar dos o tres por seis; no pidió el primer beneficio vacante; no décimas, quae sunt pauperum Dei, sino que pidió licencia para combatir los errores del mundo y en defensa de la semilla de la que nacieron las veinticuatro plantas que la rodean. (La fe de la cual brotan las veinticuatro almas bienaventuradas que forman los dos círculos aquí en este lugar del Paraíso,).
Después con su doctrina y su voluntad juntamente corrió a desempeñar su misión apostólica, cual torrente que se desprende de una elevada cumbre, y su ímpetu atacó con más vigor los retoños de la herejía allí donde era mayor su resistencia. De él salieron en breve varios arroyos (varios religiosos dominicos) con los que regó el jardín católico, de modo que sus arbustos adquirieron más vida.
Si tal fue una de las ruedas del carro en que se defendió la Santa Iglesia, venciendo en el campo las discordias civiles (herejes contra cristianos) también debes conocer ya la excelencia de la otra rueda (san Francisco de Asís) de la que te ha hablado Tomás con tantos elogios antes de mi llegada. Pero el carril trazado por la parte superior de la circunferencia de esta última rueda está abandonado (los franciscanos ya no seguían las huellas de su fundador) de suerte que ahora se halla el mal donde antes estaba el bien....”.
Sigue a continuación la vida de san Francisco mientras dice:
“Yo soy el alma de Buenaventura de Bagnoreggio que en mis grandes cargos propuse siempre los cuidados temporales a los espirituales (fue cardenal y general de las órdenes menores durante 18 años)... Cita a varios santos de renombre y termina de este modo:
He debido alabar también a aquel gran paladín de la Iglesia por moverme a ello la ardiente simpatía y las discretas palabras de fray Tomás, que así como a mí, han conmovido a todas estas almas.”. Y es en el canto XIII donde Tomás de Aquino explica cómo debe entenderse lo dicho por él acerca de la sabiduría sin igual de Salomón.
En esta obra clásica y de renombre imperecedero, verdadera catedral de la teología escolástica uno de los santos venerados en sus poéticas hornacinas es santo Domingo. En ella está con aureola adecuada, con la que ese poeta inmenso que fue Dante Alhigieri quiso ceñir sus sienes y su recuerdo para siempre incluso aquí en la tierra, haciéndolo doblemente inmortal.
Jmf
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