DOMINGO I DE CUARESMA.-10-III-2019 (Lc. 4, 1-13) C
Los artistas nos lo representan siempre como un ángel caído. Así, en el
parque de El Retiro de Madrid se
encuentra acaso el único monumento en el mundo dedicado al diablo representado de esa forma. Aparece también a los pies de santo Domingo de Guzmán de modo
similar. En una novela de Bernanos, Bajo el sol de Satán, que recoge pasajes
de la vida del santo Cura de Ars, el
diablo es un hombre con el que se encuentra una noche el sacerdote Donissant mientras erraba extraviado
por el campo camino de Etaples. El cura lo reconoce. Para el novelista francés
Satanás se hace visible con frecuencia en figura de hombre y es a Dios a quien
pretende herir por medio nuestro; por eso a quien más ataca es a los santos. André Gide, en Las monedas falsas,
dice: “El diablo será más poderoso cuanto
menos se crea en él…”. De ahí que ponga en boca del propio diablo la frase:
“¿Por qué me llamáis? ¿No sabéis que no
existo?”.
El mismo año que Bernanos
escribe su novela (1926) nuestro Alejandro
Casona redacta un trabajo sobre
la historia del diablo. Siempre le
preocupó este tema, como se puede ver en toda su obra: La barca sin pescador, Otra
vez el diablo, etc. En esta última comedia la Infantina le pone como condición al estudiante que para acabar con los tres males del reino: la peste, la guerra y la revolución,
tiene que matar al diablo con un
puñal que es precisamente propiedad del mismo demonio. Pero el estudiante sabe
muy bien que para asesinarlo el camino más corto es venciéndose a sí mismo. El
mismo Satanás lo reconoce cuando dice: “Al
diablo no se le mata con un puñal, al diablo se le ahoga dentro de uno mismo
¿comprendes?”.
Más curiosa es la visión que nos da Giovanni
Papini en su obra “El Diablo” (1953) en la que afirma que
el pecado de Luzbel no fue de soberbia sino de envidia. Choca un poco también
cuando afirma de él que es un hermano rebelde, el hermano malo de Jesús y que gusta disfrazarse sobre
todo de mujer para engañar al hombre (Papini
se muestra aquí misógino). Pero Satanás tampoco está libre de tentaciones y
será a su vez tentado al final del mundo por una mujer para que sucumba al
bien, se arrepienta y vuelva a Dios. El diablo
consentirá y volverá a convertirse en el ángel de Luz que fue al principio.
Entonces, al final, todos los condenados se justificaran y serán salvados en
una amnistía universal. Es la famosa teoría defendida por Orígenes y que tanto
entusiasmaba a Unamuno llamada la “apocatástasis”. La iglesia, lógicamente, la descalificó y condenó
como herética. Hoy el diablo, con la Biblia en la mano, se atreve a tentar al
mismo Cristo.
Tres son las tentaciones a las que somete al Hijo de Dios: La primera: “Di que estas piedras se conviertan en pan”.
No deja de ser curioso que la primera tentación a la que sometió a Adán y
Eva fue también una invitación a comer: “El
día que comáis del árbol vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses”. No sé si el diablo trataría de probar el
dicho aquel: “Por la boca muere el pez”.
Nosotros podemos ver en ella como un arquetipo de la tentación al placer, a la
vida cómoda y satisfecha aunque también se podría ver la tentación al consumismo bajo la disculpa del pan, tan
necesario para poder subsistir, el pan de cada día no ganado con el sudor de la
frente, como está mandado, sino por arte de magia, convirtiendo las piedras en
pan.
Paradójicamente el hombre, trata de convertir pan en piedras para
arrojarlas sobre el prójimo, es decir, lo que habría que destinar a pan lo
convierta en armas para matar al enemigo el cual lo que nos pide es únicamente
pan. Estamos convirtiendo el pan en piedras siempre que gastamos en armas lo
que deberíamos gastar en pan.
También existe la otra versión, la que propone el diablo, convertir piedras en pan, y que podría aplicarse a todos
esos alimentos sintéticos, unos sacados del petróleo (piedra-oleo), otros de
sustancias químicas, auténticas drogas que envenenan los cuerpos y contaminan
el ambiente. Jesús rechaza
frontalmente la tentación echando mano igualmente de la Biblia: “No sólo de pan vive el hombre” (Deut.
8,3). Y esto sí que deberíamos aplicarlo a nuestro modo de proceder con los
demás. A veces damos pan que puede saber a piedras. La caridad no sólo es dar,
es sobre todo darse. Que quien recibe se sienta satisfecho en cuerpo y alma. A
menudo nuestras limosnas hieren como pedradas, humillan hasta el polvo, rebajan
al que pide, no caemos en la cuenta de que el hombre tanto como el pan estima
la comprensión, (que no es igual a compasión), valora la ternura, el afecto. el
amor, el detalle… “No sólo de pan vive
el hombre”. Y es que cuando nos
piden, cuando damos, solemos poner la misma cara que cuando nos atracan, y eso
tiene que herir muy de lleno a quien recibe. Se entiende que estamos hablando
de personas realmente necesitadas no de aprovechados.
La segunda tentación, que en san
Mateo viene a ser la tercera, es
una invitación a tirarse del pináculo del Templo... No pasará nada… “Los ángeles te tomarán en sus brazos para que tu cuerpo no se estrelle
contra el suelo”. En el Paraíso sucede tres cuartos de lo mismo: “No moriréis…”. No os sucederá nada
malo, “está escrito…”, y de nuevo
cita bíblica al canto (Deut. 6, 13... ). Pero Jesús, usando las mismas armas que el Maligno, lo rechaza con un
texto del Deuteronomio: “Escrito está, no
tentarás al Señor tu Dios” (Deut. 6,16). Jesús no consintió, Adán y Eva sí. Llegar a ser, y luego ser tenido
en…, ser alabado, aplaudido y tenido en consideración ha sido siempre una gran
tentación del ser humano, de modo que el dejar de ser es para muchos una
auténtica tragedia. Se dice de los ministros que cuando por hache o por ce son depuestos o destituidos sufren un verdadero shok, que se le denominó “síndrome ministerial”. Pero eso de
llegar a ser aquí, el ser como…, el aparentar más de lo que se es (que en esto
consistía en el fondo esta segunda tentación), se queda en nada ante la
respuesta de Jesús.
Una última tentación, la segunda en san
Mateo, tiene lugar en la cima de
una montaña. La primera había sido en las llanuras del desierto, la segunda
descendiendo desde el pináculo hasta la explanada del templo, esta tercera
subiendo a lo más de una montaña. Allí le presenta desde la cumbre todos los
reinos de la tierra y le promete: “Todo
esto te daré si te pones de rodillas y me adoras”. El diablo quiere equipararse a Dios, acaso tenía razón Papini al afirmar que el pecado de
Luzbel no fue de soberbia sino de envidia. Es la tentación del tener: “Todo esto te daré…”. En el Paraíso les promete la inmortalidad y también
el equipararse a Dios: “Seréis como
dioses, conocedores de la ciencia del bien y del mal” (Gén. 3.5). Tres
lugares para la tentación: la soledad del desierto, la altura de la montaña, y
el descenso entre incienso y el aplauso hacia la explanada del templo. Tres
personajes que intervienen: El diablo,
Jesús y Dios. Tres tentaciones: placer/comer, ser y tener. Las tentaciones se entienden mejor desde los argumentos que
aduce Satanás: “-¿No necesitáis alimentos? Ahí los tenéis. -¿No queréis
conquistar el mundo para Dios? Yo me adelanto a ofrecéroslo, un ofrecimiento
que recuerda el que hacía aquel cura de una Villa a los protestantes cuando vio
que la mayoría de los feligreses, por mor de haber puesto el mercado los
domingos, no asistían a cumplir con el precepto dominical: Yo os ofrezco la
Iglesia si sois capaces de suprimir el mercado del domingo.
Hay muchas tentaciones supuestamente respaldadas por la Biblia. Hay muchas
sectas y falsos profetas que como el diablo manejan la Biblia a la perfección…
Hay que abrir bien los ojos y no ir a buscar lejos lo que tenemos dentro: Se
cuenta como una leyenda en el Tíbet que un ciervo almizclero corrió y corrió
hasta despeñarse en busca del perfume que lleva, como sabemos, en una bolsita
en su vientre. Lo descubrió al morir.
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