viernes, 8 de marzo de 2019


DOMINGO I DE CUARESMA.-10-III-2019 (Lc. 4, 1-13) C

         El hombre es un ser en continuo peligro y que se ve sometido continuamente a prueba por el diablo, a seducción, a hacer lo que sabe que no debe hacer. Posiblemente haya poca gente que piense en serio y de verdad en el diablo, por eso cuando se le pinta o representa es de un modo caricaturesco, folklórico, carnavalesco e incluso festivo. Sin embargo el diablo es un ser que existe, ya que conocemos perfectamente sus huellas, su madriguera, los caminos que recorre: aquello que nosotros calificamos acertadamente de diabólico, satánico, infernal o demoníaco. Algunos se mofan del modo como se le representa: con cuernos y rabo, pero también representamos al amor con los ojos vendados, una aljaba en banderola y disparando flechas con su arco y a nadie le causa asombro ni niega su existencia. Es un modo de simbolizar atributos y poderes.

Los artistas nos lo representan siempre como un ángel caído. Así, en el parque de El Retiro de Madrid se encuentra acaso el único monumento en el mundo dedicado al diablo representado de esa forma. Aparece también a los pies de santo Domingo de Guzmán de modo similar. En una novela de Bernanos, Bajo el sol de Satán, que recoge pasajes de la vida del santo Cura de Ars, el diablo es un hombre con el que se encuentra una noche el sacerdote Donissant mientras erraba extraviado por el campo camino de Etaples. El cura lo reconoce. Para el novelista francés Satanás se hace visible con frecuencia en figura de hombre y es a Dios a quien pretende herir por medio nuestro; por eso a quien más ataca es a los santos. André Gide, en Las monedas falsas, dice: “El diablo será más poderoso cuanto menos se crea en él…”. De ahí que ponga en boca del propio diablo la frase: “¿Por qué me llamáis? ¿No sabéis que no existo?”.

El mismo año que Bernanos escribe su novela (1926) nuestro Alejandro Casona redacta un trabajo sobre la historia del diablo. Siempre le preocupó este tema, como se puede ver en toda su obra: La barca sin pescador, Otra vez el diablo, etc. En esta última comedia la Infantina le pone como condición al estudiante que para acabar con los tres males del reino: la peste, la guerra y la revolución, tiene que matar al diablo con un puñal que es precisamente propiedad del mismo demonio. Pero el estudiante sabe muy bien que para asesinarlo el camino más corto es venciéndose a sí mismo. El mismo Satanás lo reconoce cuando dice: “Al diablo no se le mata con un puñal, al diablo se le ahoga dentro de uno mismo ¿comprendes?”.

Más curiosa es la visión que nos da Giovanni Papini en su obra “El Diablo” (1953) en la que afirma que el pecado de Luzbel no fue de soberbia sino de envidia. Choca un poco también cuando afirma de él que es un hermano rebelde, el hermano malo de Jesús y que gusta disfrazarse sobre todo de mujer para engañar al hombre (Papini se muestra aquí misógino). Pero Satanás tampoco está libre de tentaciones y será a su vez tentado al final del mundo por una mujer para que sucumba al bien, se arrepienta y vuelva a Dios. El diablo consentirá y volverá a convertirse en el ángel de Luz que fue al principio. Entonces, al final, todos los condenados se justificaran y serán salvados en una amnistía universal. Es la famosa teoría defendida por Orígenes y que tanto entusiasmaba a Unamuno llamada la “apocatástasis”. La iglesia, lógicamente, la descalificó y condenó como herética. Hoy el diablo, con la Biblia en la mano, se atreve a tentar al mismo Cristo.

Tres son las tentaciones a las que somete al Hijo de Dios: La primera: “Di que estas piedras se conviertan en pan”. No deja de ser curioso que la primera tentación a la que sometió a Adán y Eva fue también una invitación a comer: “El día que comáis del árbol vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses”. No sé si el diablo trataría de probar el dicho aquel: “Por la boca muere el pez”. Nosotros podemos ver en ella como un arquetipo de la tentación al placer, a la vida cómoda y satisfecha aunque también se podría ver la tentación al consumismo bajo la disculpa del pan, tan necesario para poder subsistir, el pan de cada día no ganado con el sudor de la frente, como está mandado, sino por arte de magia, convirtiendo las piedras en pan.

Paradójicamente el hombre, trata de convertir pan en piedras para arrojarlas sobre el prójimo, es decir, lo que habría que destinar a pan lo convierta en armas para matar al enemigo el cual lo que nos pide es únicamente pan. Estamos convirtiendo el pan en piedras siempre que gastamos en armas lo que deberíamos gastar en pan.

También existe la otra versión, la que propone el diablo, convertir piedras en pan, y que podría aplicarse a todos esos alimentos sintéticos, unos sacados del petróleo (piedra-oleo), otros de sustancias químicas, auténticas drogas que envenenan los cuerpos y contaminan el ambiente. Jesús rechaza frontalmente la tentación echando mano igualmente de la Biblia: “No sólo de pan vive el hombre” (Deut. 8,3). Y esto sí que deberíamos aplicarlo a nuestro modo de proceder con los demás. A veces damos pan que puede saber a piedras. La caridad no sólo es dar, es sobre todo darse. Que quien recibe se sienta satisfecho en cuerpo y alma. A menudo nuestras limosnas hieren como pedradas, humillan hasta el polvo, rebajan al que pide, no caemos en la cuenta de que el hombre tanto como el pan estima la comprensión, (que no es igual a compasión), valora la ternura, el afecto. el amor, el detalle… “No sólo de pan vive el hombre”. Y es que cuando nos piden, cuando damos, solemos poner la misma cara que cuando nos atracan, y eso tiene que herir muy de lleno a quien recibe. Se entiende que estamos hablando de personas realmente necesitadas no de aprovechados.

La segunda tentación, que en san Mateo viene a ser la tercera, es una invitación a tirarse del pináculo del Templo... No pasará nada… “Los ángeles te tomarán en sus brazos para que tu cuerpo no se estrelle contra el suelo”. En el Paraíso sucede tres cuartos de lo mismo: “No moriréis…”. No os sucederá nada malo, “está escrito…”, y de nuevo cita bíblica al canto (Deut. 6, 13... ). Pero Jesús, usando las mismas armas que el Maligno, lo rechaza con un texto del Deuteronomio: “Escrito está, no tentarás al Señor tu Dios” (Deut. 6,16). Jesús no consintió, Adán y Eva sí. Llegar a ser, y luego ser tenido en…, ser alabado, aplaudido y tenido en consideración ha sido siempre una gran tentación del ser humano, de modo que el dejar de ser es para muchos una auténtica tragedia. Se dice de los ministros que cuando por hache o por ce son depuestos o destituidos sufren un verdadero shok, que se le denominó “síndrome ministerial”. Pero eso de llegar a ser aquí, el ser como…, el aparentar más de lo que se es (que en esto consistía en el fondo esta segunda tentación), se queda en nada ante la respuesta de Jesús.

Una última tentación, la segunda en san Mateo, tiene lugar en la cima de una montaña. La primera había sido en las llanuras del desierto, la segunda descendiendo desde el pináculo hasta la explanada del templo, esta tercera subiendo a lo más de una montaña. Allí le presenta desde la cumbre todos los reinos de la tierra y le promete: “Todo esto te daré si te pones de rodillas y me adoras”. El diablo quiere equipararse a Dios, acaso tenía razón Papini al afirmar que el pecado de Luzbel no fue de soberbia sino de envidia. Es la tentación del tener: “Todo esto te daré…”. En el Paraíso les promete la inmortalidad y también el equipararse a Dios: “Seréis como dioses, conocedores de la ciencia del bien y del mal” (Gén. 3.5). Tres lugares para la tentación: la soledad del desierto, la altura de la montaña, y el descenso entre incienso y el aplauso hacia la explanada del templo. Tres personajes que intervienen: El diablo, Jesús y Dios. Tres tentaciones: placer/comer, ser y tener. Las tentaciones se entienden mejor desde los argumentos que aduce Satanás: “-¿No necesitáis alimentos? Ahí los tenéis. -¿No queréis conquistar el mundo para Dios? Yo me adelanto a ofrecéroslo, un ofrecimiento que recuerda el que hacía aquel cura de una Villa a los protestantes cuando vio que la mayoría de los feligreses, por mor de haber puesto el mercado los domingos, no asistían a cumplir con el precepto dominical: Yo os ofrezco la Iglesia si sois capaces de suprimir el mercado del domingo.

Hay muchas tentaciones supuestamente respaldadas por la Biblia. Hay muchas sectas y falsos profetas que como el diablo manejan la Biblia a la perfección… Hay que abrir bien los ojos y no ir a buscar lejos lo que tenemos dentro: Se cuenta como una leyenda en el Tíbet que un ciervo almizclero corrió y corrió hasta despeñarse en busca del perfume que lleva, como sabemos, en una bolsita en su vientre. Lo descubrió al morir.
 Por otra parte al diablo sólo se le vence, como en la obra de Casona, dentro de cada uno, en el corazón de cada hombre. La Cuaresma es un camino para llegar no sólo a la Pascua sino a lo más profundo del corazón venciendo allí todo lo que puede interceptar nuestro encuentro con Dios. Jmf

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