viernes, 27 de diciembre de 2019


SAGRADA FAMILIA. 29-XII-2019 (Mt. 2,13-15.19-23) A


Cuando nos encontramos en la calle con un amigo solemos hacer una pregunta de rigor: ¿Qué tal por casa? porque detrás de cada persona suele haber una familia. Incluso a quienes vivimos lejos de los parientes más cercanos se nos pregunta también por ellos. Y es que se comprende mal que una persona pueda vivir ajena y fuera de esta realidad sociológica, antropológica, religiosa o espiritual que es la familia.
Todos estos aspectos se pueden contemplar bajo esa realidad familiar. No sólo nos unen vínculos de consanguinidad integrados por el padre, la madre y los hijos, sino también existen familias de miembros unidos por un contrato social: como son los sindicatos, las empresas, los partidos políticos; agrupados por motivos religiosos: frailes, monjes, individuos que viven en comunidad de diversas órdenes; de índole social como Cáritas, Médicus mundi, Manos Unidas, Proyecto Hombre, etc. y hasta los que se reúnen con fines culturales, recreativos o deportivos. Todos ellos pueden formar auténticas familias.
La familia tradicional tampoco mantiene los mismos esquemas en todos los lugares ni en todos los tiempos. En China se llama madre a la mujer más respetable del clan, no a la que dio a luz a los hijos, (nosotros la llamamos abuela), y sólo el padre es familia verdaderamente tal. Entre los esquimales se llama padre al tío paterno más anciano. Cuando los misioneros se pusieron en contacto con estas tribus polares y trataron de traducir la Doctrina Cristiana a su lenguaje, tuvieron que asumir varios de estos conceptos. Por ejemplo al redactar el Padre nuestro hubo que presentarlo, en su versión, así: “Hermano mayor del padre, Tú que vives más allá del horizonte de los pingüinos...” etc. porque era como entendían ellos la idea de padre y la de cielo.
Más sorprendente aún es la familia en la que nació y vivió Jesús, con su esquema propio e intransferible: José solo es padre adoptivo. Jesús es hijo únicamente de una madre virgen. María, esposa de José, fue madre sin intervención de varón, habiendo hecho ambos esposos voto de castidad, según se deduce del evangelista Lucas.
También de Dios se puede decir que vive en familia: dentro de la Santísima Trinidad, en la que un solo Dios participa de la compañía de tres personas distintas y divinas. Viene a ser el esquema de toda familia: padre, madre e hijo en una sola unidad. Dios vive en familia. De igual manera el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios, debe vivir también en familia. Porque  “¡Ay del solo...!” y “¡No está bien que el hombre esté solo...!”, repite la Sagrada Escritura.
Hoy la institución familiar está sufriendo profundas transformaciones tanto en el campo de la pareja como en el de los hijos y la misma convivencia. En primer lugar cada vez se extiende más la legalización del divorcio, lo cual incide muy directamente en el concepto y funcionamiento de la pareja. Con todo y antes que nada hay que saber que la Iglesia no siempre mantuvo el mismo punto de vista con respecto a este tema. El Obispo Monseñor Zoghby abogó en una sesión del Concilio Vaticano II, es decir como quien dice ayer, a favor del divorcio entre católicos, y añadió textualmente: “No estoy diciendo nada sustancialmente disparatado puesto que en la Iglesia no siempre se han mantenido unos esquemas tan rígidos como los que privan en la actualidad”. Y no le faltaba razón, aunque el Cardenal Journet le aconsejara que no siguiera defendiendo esa postura. Históricamente, Constantino el Grande, con estar tan cercano a las fuentes cristianas (s. IV), nunca prohibió el divorcio entre sus súbditos de modo que cualquier cristiano de aquel siglo podía solicitarlo y llevarlo a cabo dentro de la más estricta ortodoxia.
Algunos Padres Orientales como san Benito, san Gregorio Nazianceno, san Cirilo, san Juan Crisóstomo, etc. que vivieron en los siglos III y IV, estaban a favor del divorcio en determinados casos como el que los cónyuges practicaran distinta religión o en caso de infidelidad. Conservaron esta tradición los Marionitas, de la Iglesia cismática desde el s. XIII, hasta el s. XVIII. Y los rumanos bizantinos hasta 1858. Los Padres Occidentales o latinos, llamados así porque escriben en latín (los orientales escriben en griego), Tertuliano, san Hilario de Poitiers, san Beda el Venerable, etc. entre los siglos II y VIII, abogan por un divorcio sui géneris. San Agustín en su libro De fide et operibus afirma: “El que se divorcia de su mujer porque le fue infiel y se casa con otra comete solamente una falta venial”. Se permitía también el divorcio si la mujer contraía alguna enfermedad importante, si entraba como profesa en un monasterio, etc. San Mateo permite divorciarse en caso de porneia e. d., de prostitución o fornicación (5, 31), término difícil de traducir a nuestra lengua y por lo tanto de concretar, pero que deja abierta una puerta a la discusión. El Concilio de Trento también fue bastante tolerante con el tema en sus decisiones y algunos obispos, como el de Granada y el de Segovia, propugnaban un cierto tipo de divorcio, ese que dieron en llamar en Italia “Il piccolo divorcio”.
Hoy la Iglesia Católica es bastante más radical en este tema que en otros tiempos negándose en redondo a dar un paso atrás en la formulación de su doctrina. Y cuando hablamos de divorcio no debemos confundirlo con la separación ni con la declaración de nulidad que esto sí tiene cabida en nuestra legislación: la separación se entiende de bienes y de vivir bajo el mismo techo sin posibilidad de nuevo matrimonio con un fallo judicial sobre la tutela de los hijos, y declaración de nulidad, mal dicho anulación, consiste en probar jurídicamente que nunca existió tal matrimonio quedando libres los cónyuges para casarse de nuevo por la Iglesia.
Cuando la prensa divulgó, por poner un ejemplo lejano y de los primeros que se llevaron a efecto, la declaración de nulidad del matrimonio entre María del Carmen Martínez Bordiu  Alfonso de Borbón todos hemos escuchado acusaciones en contra de la Iglesia como que había sido por dinero rompiendo así un lazo sacramental que, según los tribunales, nunca había existido y de ello hay pruebas. Hablamos del terreno jurídico, en conciencia cada uno sabrá a qué atenerse. Pero apenas se dijo nada cuando el mismo tribunal eclesiástico negó esa misma declaración de nulidad a Isabel Presley, lo que puede dar lugar a pensar que alguien está interesado en dañar el prestigio de la Iglesia.
En cuanto a los costes son en cierto modo justificados puesto que los abogados, letrados y jueces cobran, los desplazamientos cuestan, a los testigos hay que indemnizarles gastos, etc. Con todo en los tribunales de la Iglesia existe el recurso de tramitarlo por pobre, si realmente se es, resultando casi gratis.
Otro de los grandes problemas planteados hoy a la familia es la natalidad. Llevamos unos años en los que la prensa está dando la voz de alerta. Incluso hace años un periódico recogía ya en grandes titulares que el crecimiento demográfico en España se había estancado. Decía textualmente: “Aunque algunos sociólogos afirmen que se está produciendo una ligera recuperación del índice de natalidad en España, la realidad demuestra que, además de ser uno de los más bajos de Europa, no tiene visos de aumentar a corto plazo. Desde que comenzó a caer estrepitosamente en la década de los 80, la falta de una política natalista que premie los nacimientos, como ocurre en otros países, impide que estos aumenten. En la próxima década del s. XXI, el crecimiento será nulo y empezará a disminuir... Esta preocupante situación se debe, principalmente, al retraso en la edad de contraer matrimonio, al envejecimiento de la población, a la crisis económica y a la pérdida de la vida familiar y de los valores humanos”.  El catedrático Díez Nicolás afirmaba en aquel entonces: “El egoísmo hace que muchas parejas no quieran soportar la carga de los hijos”. Bien, el egoísmo y todos los demás imponderables que no nos vamos a detener ahora a valorar, como es la unión de los homosexuales que merece capítulo aparte por la importancia que se le está dando hasta llegar a legalizarla.
Hace tiempo ya se nos daba la voz de alarma de que somos con Italia, el país con menor crecimiento de hijos en Europa, con una la población de ancianos y jubilados que se está haciendo cada día más y más numerosa. Son datos para reflexionar, pero también para presionar a las autoridades a que dejen de lanzar sin ton ni son campañas abortivas y de controles demográficos, matrimonios basados en la esterilidad, y que se pongan a planificar racionalmente nuestro futuro ayudando a las familias con hijos para que no se nos venga todo encima.
Hoy día de la Sagrada Familia es buena ocasión para pensar una vez más sobre el tema y pedir por todas las familias del mundo, en especial por las nuestras. Rezar también es una solución pues sigue siendo válido aquel dicho tan extendido en otros tiempos de que “la familia que reza unida permanece unida”. Jmf

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