SAGRADA
FAMILIA. 29-XII-2019 (Mt. 2,13-15.19-23) A
Cuando
nos encontramos en la calle con un amigo solemos hacer una pregunta de rigor: ¿Qué tal por casa? porque detrás de cada
persona suele haber una familia. Incluso a quienes vivimos lejos de los
parientes más cercanos se nos pregunta también por ellos. Y es que se comprende
mal que una persona pueda vivir ajena y fuera de esta realidad sociológica,
antropológica, religiosa o espiritual que es la familia.
Todos estos aspectos se pueden contemplar bajo esa
realidad familiar. No sólo nos unen
vínculos de consanguinidad
integrados por el padre, la madre y los hijos, sino también existen familias de
miembros unidos por un contrato social:
como son los sindicatos, las empresas, los partidos políticos; agrupados por motivos religiosos: frailes, monjes,
individuos que viven en comunidad de diversas órdenes; de índole social como Cáritas, Médicus mundi, Manos Unidas, Proyecto
Hombre, etc. y hasta los que se reúnen con fines culturales, recreativos o
deportivos. Todos ellos pueden formar
auténticas familias.
La familia tradicional tampoco mantiene los mismos
esquemas en todos los lugares ni en todos los tiempos. En China se llama madre a la
mujer más respetable del clan, no a la que dio a luz a los hijos, (nosotros la
llamamos abuela), y sólo el padre es
familia verdaderamente tal. Entre los esquimales se llama padre al tío
paterno más anciano. Cuando los misioneros se pusieron en contacto con estas
tribus polares y trataron de traducir la Doctrina Cristiana
a su lenguaje, tuvieron que asumir varios de estos conceptos. Por ejemplo al
redactar el Padre nuestro hubo que
presentarlo, en su versión, así: “Hermano
mayor del padre, Tú que vives más allá del horizonte de los pingüinos...”
etc. porque era como entendían ellos la idea de padre y la de cielo.
Más sorprendente aún es la familia en la que nació y
vivió Jesús, con su esquema propio e
intransferible: José solo es padre adoptivo. Jesús es hijo únicamente de una madre virgen. María, esposa de José,
fue madre sin intervención de varón, habiendo hecho ambos esposos voto de
castidad, según se deduce del evangelista Lucas.
También de Dios se puede decir que vive en familia:
dentro de la Santísima
Trinidad , en la que un solo Dios participa de la compañía de
tres personas distintas y divinas. Viene a ser el esquema de toda familia: padre, madre e hijo en una sola
unidad. Dios vive en familia. De igual manera el hombre, hecho a imagen y
semejanza de Dios, debe vivir también en familia. Porque “¡Ay
del solo...!” y “¡No está bien que el
hombre esté solo...!”, repite la Sagrada Escritura.
Hoy la institución familiar está sufriendo profundas
transformaciones tanto en el campo de la pareja como en el de los hijos y la
misma convivencia. En primer lugar cada vez se extiende más la legalización del
divorcio, lo cual incide muy directamente en el concepto y funcionamiento de la
pareja. Con todo y antes que nada hay que saber que la Iglesia no siempre mantuvo
el mismo punto de vista con respecto a este tema. El Obispo Monseñor Zoghby abogó en una sesión del Concilio Vaticano II, es decir como
quien dice ayer, a favor del divorcio entre católicos, y añadió textualmente: “No estoy diciendo nada sustancialmente
disparatado puesto que en la
Iglesia no siempre se han mantenido unos esquemas tan rígidos
como los que privan en la actualidad”. Y no le faltaba razón, aunque el
Cardenal Journet le aconsejara que
no siguiera defendiendo esa postura. Históricamente, Constantino el Grande, con estar tan cercano a las fuentes
cristianas (s. IV), nunca prohibió el divorcio entre sus súbditos de modo que
cualquier cristiano de aquel siglo podía solicitarlo y llevarlo a cabo dentro
de la más estricta ortodoxia.
Algunos Padres Orientales como san Benito, san Gregorio Nazianceno, san Cirilo, san Juan Crisóstomo, etc.
que vivieron en los siglos III y IV, estaban a favor del divorcio en
determinados casos como el que los cónyuges practicaran distinta religión o en
caso de infidelidad. Conservaron esta tradición los Marionitas, de la Iglesia cismática desde el
s. XIII, hasta el s. XVIII. Y los rumanos bizantinos hasta 1858. Los Padres
Occidentales o latinos, llamados así porque escriben en latín (los orientales
escriben en griego), Tertuliano, san Hilario de Poitiers, san Beda el Venerable, etc. entre los siglos II y VIII,
abogan por un divorcio sui géneris. San
Agustín en su libro De fide et
operibus afirma: “El que se divorcia
de su mujer porque le fue infiel y se casa con otra comete solamente una falta
venial”. Se permitía también el divorcio si la mujer contraía alguna
enfermedad importante, si entraba como profesa en un monasterio, etc. San Mateo permite divorciarse en caso
de porneia e. d., de prostitución o
fornicación (5, 31), término difícil de traducir a nuestra lengua y por lo
tanto de concretar, pero que deja abierta una puerta a la discusión. El Concilio de Trento también fue bastante
tolerante con el tema en sus decisiones y algunos obispos, como el de Granada y
el de Segovia, propugnaban un cierto tipo de divorcio, ese que dieron en llamar
en Italia “Il
piccolo divorcio”.
Hoy la Iglesia Católica es bastante más radical en este
tema que en otros tiempos negándose en redondo a dar un paso atrás en la
formulación de su doctrina. Y cuando hablamos de divorcio no debemos
confundirlo con la separación ni con
la declaración de nulidad que esto sí
tiene cabida en nuestra legislación: la separación
se entiende de bienes y de vivir bajo el mismo techo sin posibilidad de nuevo
matrimonio con un fallo judicial sobre la tutela de los hijos, y declaración de nulidad, mal dicho anulación, consiste en probar jurídicamente que nunca existió tal matrimonio quedando libres
los cónyuges para casarse de nuevo por la Iglesia.
Cuando
la prensa divulgó, por poner un ejemplo lejano y de los primeros que se
llevaron a efecto, la declaración de nulidad del matrimonio entre María del Carmen Martínez Bordiu y Alfonso de Borbón todos hemos escuchado acusaciones en
contra de la Iglesia
como que había sido por dinero rompiendo así un lazo sacramental que, según los
tribunales, nunca había existido y de ello hay pruebas. Hablamos del terreno
jurídico, en conciencia cada uno sabrá a qué atenerse. Pero apenas se dijo nada
cuando el mismo tribunal eclesiástico negó esa misma declaración de nulidad a Isabel Presley,
lo que puede dar lugar a pensar que alguien está interesado en dañar el
prestigio de la Iglesia.
En
cuanto a los costes son en cierto modo justificados puesto que los abogados,
letrados y jueces cobran, los desplazamientos cuestan, a los testigos hay que
indemnizarles gastos, etc. Con todo en los tribunales de la Iglesia existe el recurso
de tramitarlo por pobre, si realmente se es, resultando casi gratis.
Otro
de los grandes problemas planteados hoy a la familia es la natalidad. Llevamos
unos años en los que la prensa está dando la voz de alerta. Incluso hace años
un periódico recogía ya en grandes titulares que el crecimiento demográfico en
España se había estancado. Decía textualmente: “Aunque algunos sociólogos afirmen que se está produciendo una ligera
recuperación del índice de natalidad en España, la realidad demuestra que,
además de ser uno de los más bajos de Europa, no tiene visos de aumentar a
corto plazo. Desde que comenzó a caer estrepitosamente en la década de los 80,
la falta de una política natalista que premie los nacimientos, como ocurre en
otros países, impide que estos aumenten. En la próxima década del s. XXI, el
crecimiento será nulo y empezará a disminuir... Esta preocupante situación se
debe, principalmente, al retraso en la edad de contraer matrimonio, al
envejecimiento de la población, a la crisis económica y a la pérdida de la vida
familiar y de los valores humanos”. El catedrático Díez Nicolás afirmaba en aquel entonces: “El egoísmo hace que muchas parejas no quieran soportar la carga de
los hijos”. Bien, el egoísmo y todos los demás imponderables que no nos vamos
a detener ahora a valorar, como es la unión de los homosexuales que merece
capítulo aparte por la importancia que se le está dando hasta llegar a
legalizarla.
Hace
tiempo ya se nos daba la voz de alarma de que somos con Italia, el país con
menor crecimiento de hijos en Europa, con una la población de ancianos y
jubilados que se está haciendo cada día más y más numerosa. Son datos para
reflexionar, pero también para presionar a las autoridades a que dejen de
lanzar sin ton ni son campañas abortivas y de controles demográficos,
matrimonios basados en la esterilidad, y que se pongan a planificar
racionalmente nuestro futuro ayudando a las familias con hijos para que no se
nos venga todo encima.
Hoy día de la Sagrada Familia es buena ocasión para pensar una vez
más sobre el tema y pedir por todas las familias del mundo, en especial por las
nuestras. Rezar también es una solución pues sigue siendo válido aquel dicho
tan extendido en otros tiempos de que “la
familia que reza unida permanece unida”. Jmf
No hay comentarios:
Publicar un comentario