lunes, 30 de diciembre de 2019


PRIMERO DE AÑO. DÍA DE LA PAZ. 1-I-2020.  A.
(Santa María Madre de Dios).

Un año más. Vivir es desvivirse. Pero “el tiempo vuela” dicen unos, “el tiempo nos mata” dicen otros... ¿Y qué cosa es el tiempo? podemos preguntar nosotros. Es famosa la definición de San Agustín: “Si me lo preguntas no lo sé, lo sé si no me lo preguntas”. Lo que sí se puede decir es que un año es una caja de sorpresas ¿Qué nos espera en estos 365 días? Desgraciadamente sabemos que abundarán más, o al menos serán más noticiables, las cosas malas que las buenas. De las buenas: la salud, la paz, la vida, la familia... apenas hacemos recuento alguno. Son las malas las que llevamos muy en cuenta. Por eso los periódicos venden más cuanto más catastrófica sea la noticia.
Y no cabe duda que en un año se pueden decir, y sobre todo hacer, muchas cosas buenas a pesar de que, bien mirado, un año no es nada. El sociólogo Alfredo Doer, con el fin de que los no iniciados se hicieran una idea de la vida del hombre sobre el mundo, estableció un curioso calendario. El Universo empezó a ser, no sabemos cómo, hace 20.000 millones de años. Bien, pues él comparaba los 3.000 millones de años últimos, a partir de los cuales surgen los primeros balbuceos de vida en el planeta, con un año, de los de 365 días, poniendo en el inicio de esa fecha imaginaria de 3.000 millones de años el día uno de enero (hoy por ejemplo). Entonces, y por resumir, situándonos en diciembre los peces aparecerían hace 450 millones de años, es decir el día 15 de noviembre, los reptiles el 1 de diciembre, los mamíferos  hacia el 20 de diciembre, los homínidos el 31 de diciembre a las 9 de la noche y el homo sapiens ese mismo día 31 de diciembre a las 11, 54 minutos de la noche, es decir, que llevamos ¡seis minutos de historia!, o mejor dicho, de prehistoria.
Porque ¿qué será el hombre al cabo de dos de esos años, es decir dentro de otros 6.000 millones de años? Nadie lo sabe. Lo que sí sabemos es que prácticamente la vida está por estrenar, estamos empezando a dar los primeros pasos. ¿Y qué representa entonces un año e incluso una vida de 100 años en ese calendario? Ni un segundo siquiera, y sin embargo cuántas cosas se pueden hacer, buenas y malas, y ¡cuánto se puede dejar de hacer! Entonces la pregunta es ineludible: ¿Qué es lo que hay que hacer?  Hay un pasaje en el c. XXIII de la 2ª parte del Quijote en el que el legendario Montesinos encuentra en su famosa cueva el cadáver encantado de Durandarte, a quien, a instancias del propio interesado, había arrancado el corazón para llevárselo a su dama Belerma. Entonces le pregunta a Don Quijote el modo de desencantarlo. Pero si ello fuera imposible, añade con resignación, en caso de que no sea posible, “¡paciencia y barajar!”.
Pues eso ¡paciencia y barajar! dice Unamuno comentando este pasaje, pues se trata de una nueva versión del hágase tu voluntad evangélico: paciencia, es decir, a Dios rogando, y barajar, que viene a ser: con el mazo dando, aunque añade a continuación que la historia, o sea la vida, había que definirla más bien como un “desbarajuste” puesto que, sucede como en la baraja, lo mismo se consigue barajando que desbarajando.
A Dios rogando... está bien, pero algo más habrá que hacer, algo tenemos que hacer. Pablo VI instituyó este primer día del año jornada o día de la paz. Si alguna palabra repetimos los hombres casi a modo de latiguillo es la palabra paz. Y si hay algo que esté más ausente no sólo de la política y de la vida social sino del corazón del hombre es la paz. Yo creo que la repetimos ya como un mero tópico pues todo lo que hacemos después es precisamente lo contrario de lo que habría que hacer para lograrla.
Es lo que ha descrito muy gráficamente el escritor ruso León Tolstoy en aquel hermoso cuento que él sitúa en las riberas del río Oka. Allí vivía feliz un pueblo de laboriosos campesinos. La tierra no era fértil pero trabajada con tesón producía lo necesario para ir viviendo. Un día Iván, uno de los más importantes labradores de la zona, fue a la feria de Tula y cayó en la tentación de comprar un par de hermosos perros para cuidar su casa.
Aquellos dos sabuesos pronto se hicieron famosos en todo el contorno pues no sólo guardaban la granja sino que a veces atacaban a los colindantes o, cuando se veían sueltos, corrían entre los sembrados destrozándolos. Nicolai, molesto con los perros, fue a la feria y se compró otro par de sabuesos. Luego, uno tras otro, el resto de los vecinos se fueron haciendo con perros. Estos exigían más cuidados cada día, ya no se conformaban con un hueso. Hasta hubo que hacerles recintos y perreras cubiertas. Así, al cabo de unos años, cada vecino se fue haciendo con 10 o 15 perros. Al más leve ruido en una de las granjas se les daba rienda suelta y al recorrer el pueblo armaban un estrépito infernal. Aquel día tenían que cerrar sus puertas con trancas. Y lo curioso es que lo veían normal: “¿qué sería de nosotros sin estos guardianes?”.
Pero la aldea empobrecía de año en año, los niños palidecían de frío y de hambre, los hombres ya no daban abasto a cubrir las necesidades más perentorias por más que trabajaban y se esforzaban... Cierto día en que se estaban lamentando de su situación, el más viejo y sabio del lugar les dijo: -La culpa la tenéis vosotros. Presumís de perros lustrosos y adiestrados, sin embargo vuestros hijos están muriendo de hambre... -Los perros son nuestros defensores, contestaron. -¿De quién os defienden? dijo el viejo. ¡Ciegos! ¿No os dais cuenta de que si ninguno de vosotros tuviera perros no necesitaríais defensores que os lo comen todo? Vended los perros y la abundancia volverá a vuestro hogar... Así lo hicieron y los niños volvieron a sonreír, bien alimentados y  llenos de salud y de paz.
Es una hermosa parábola sobre lo que actualmente sucede y viene sucediendo en el mundo desde hace siglos ¿Cuánto gasta cada nación en defensa, en armamento ¿contra quién? para defendernos todos, pero ¿de quién? Pues unos de otros y todos de todos. Es una gran contradicción o es más bien un completo absurdo, un total desbarajuste.
Hoy es el día que la iglesia ha establecido como jornada por la paz en todo el mundo. Por todas partes se oye y se desea la paz. El perdón, el amor al enemigo es algo que Cristo predicó y puso como lema para una mínima comprensión entre los hombres. Es porque nos conocía bien. Quien es incapaz de perdonar nunca más tendrá paz. Basta asomarse a Palestina, la tierra de Jesús, y analizar su historia. Repiten ¡¡Salón... Salón!!! pero olvidan el perdón. Todos pedimos justicia, independencia, libertad, “nuestra libertad...” a costa de lo que sea... incluso a costa de la paz... pero siempre será mejor la paz más desventajosa a la guerra más justa.
Hoy, además del día de la paz, es también la fiesta de Enmmanuel que significa Dios con nosotros, en este día fue la imposición del nombre de Jesús, Salvador, que tenía lugar al ser circuncidado a los ocho días del nacimiento.
Conmemoramos también y como fiesta que pasó a ser la principal de este día, la Maternidad divina de María, dogma definido en el Concilio de Éfeso contra Nestorio el año 431, en el primer día de un nuevo año. Un año más que nos acerca a Dios y un año menos que nos queda de vida en la tierra.
Cuando sonaban ayer las doce campanadas unos pedíamos a Dios suerte y paz, otros se deseaban mutuamente suerte y paz, y hasta había quien sólo pedía sobrevivir... Pero la paz y la suerte no sólo hay que desearla ni siquiera pedirla, es preciso construirla día a día, fabricarla minuto a minuto primero en nosotros mismos (si tú no tienes paz mal la podrás dar) y después con los demás. Hoy apenas hay nada que inventar ni nada hay por descubrir, hoy la gran labor que tenemos por delante es la de construir y fabricar, empezando por la paz, y la paz en cada uno.
En la santa Misa no se empieza deseando la paz sino pidiendo la gracia y el perdón. Es al final, después del arrepentíos... después de pedir perdón al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y poco después de recibir a Cristo sacramentalmente, cuando al fin se nos dice ¡Podéis ir en paz! Sólo entonces. Que así sea. Jmf.

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