lunes, 6 de abril de 2020



JUEVES SANTO.- 9-IV-2020   (Jn. 13, 1-15) A


Cuando acaece algún suceso sin importancia, que no se sale de lo corriente, solemos decir “eso no es nada de otro jueves”. Pues bien. Lo que teníamos que celebrar esta tarde sí es algo de “otro jueves”, del primer Jueves santo de la historia en el que Jesús instituyó la Eucaristía para quedarse entre nosotros bajo la forma de alimento.
Hay muchos modos de estar presente, además de estarlo con el cuerpo, que paradójicamente vino a significar estar muerto, “de cuerpo presente”. Aquí nos referimos personalmente. Pero también se está presente por medio de una carta, de una llamada de teléfono, de una foto, de un video... etc. e incluso por medios paranormales como es la telepatía, la premonición, etc.
 A los personajes famosos se les trata de hacer presentes erigiéndoles estatuas y monumentos en los parques públicos o dedicándoles calles, aunque luego la verdad es que por mucho que se nombre calle tal o calle cual, ¿quién conoce o sabe algo del personaje realmente?
Cristo se hace presente en algo que pedimos a nuestro Padre Dios cada día, que es “el pan nuestro...”, y en él se queda real y verdaderamente presente. EL Jueves santo es el día para recordar la Institución de este dogma. Antiguamente, tal día como hoy, los sacerdotes celebraban tres misas:
La primera tenía por finalidad reconciliar a los penitentes públicos y pecadores arrepentidos que se habían hecho merecedores del perdón por su penitencia cuaresmal. 
La segunda misa se dedica a consagrar los santos óleos: El Crisma, el Óleo de los catecúmenos y la Unción de enfermos.
Con la tercera misa se conmemoraba solemnemente la Institución de la Eucaristía. Se hará de nuevo de modo más solemne el día del Corpus y en cada parroquia el día de la Sacramental. Se trata de recordar, de conmemorar la Cena Pascual que celebró Jesús con sus discípulos, y que, así mismo, era la conmemoración del Paso del mar Rojo y la liberación de los judíos del yugo egipcio.
Hoy en las parroquias sólo se celebraría una misa. El Obispo celebra también la de los Óleos en la catedral por la mañana y era costumbre celebrarla rodeado de siete presbíteros, siete diáconos y siete subdiáconos.
Actualmente parece que la Iglesia se inclina a que, en este día, conmemoremos, y es lo que más solemos repetir, el día del amor fraterno. Uno se echa a temblar cuando escucha la expresión “el día de...”. Porque hoy hay días para todo: el día del padre, de la madre, de los novios, el día de la mujer trabajadora, el día del maestro, el día del árbol, el día del medio ambiente, el día, el día..., tantos son los días que lo más fácil es que nuestro día del amor fraterno se diluya como uno más en medio de los otros, o lo que sería más pintoresco es que lo singular fuera hallar un día que no fuera el día de....
Lo bueno de la fecha de hoy es que como se dedica a los pobres, a los que no tienen nada, aquí los grandes almacenes tienen poco que rascar afortunada o desafortunadamente. Pero ese no es el menor inconveniente, también estamos expuestos a que nos pase desapercibido el verdadero sentido de esta jornada, que está dedicada ante todo y sobre todo, como hemos dicho, a celebrar la Institución de la Eucaristía, la presencia real y verdadera de Cristo en este sacramento, presencia en él porque también está realmente presente entre nosotros por medio del amor. Conviene recordar lo que dice san Pablo a los Corintios: “Si repartiese todos mis bienes entre los pobres... y no tengo caridad de nada me sirve” (I, 13, 1-3). Ya dijo san Vicente de Paúl, que de pobres sabía un rato largo: “Socorriendo a los pobres practicamos la justicia no la misericordia”, la misericordia es otra cosa.
Siempre nos inclinamos más hacia el reparto de las riquezas como si estuviera en ello la solución de todos los males y el remedio de todas las necesidades. Sí se debe tener muy presente como medio. San Basilio decía allá por el año 370: “Si cada uno tuviera sólo lo que necesita para cubrir sus necesidades y dejara el resto para cubrir necesidades ajenas nadie sería rico pero nadie sería pobre tampoco”. Los primeros cristianos no distinguían entre amor y justicia, reivindicación y misericordia. Pero no tardaron en individualizar el amor y convertirlo o en una virtud o en una obra de misericordia que no se hacía por amor al prójimo exclusivamente sino para que premiándomela Dios, me salvara yo. Era amor, no cabe duda, pero amor egoísta. Y así seguimos; incluso los cristianos, predicando la comunicación de bienes y olvidando la comunicación en el amor, en la comprensión mutua, en el perdón, en la sinceridad, en la entrega incondicional, en el saber aceptarnos como somos, en ayudarnos, en perdonarnos, en una palabra, en amarnos como Cristo nos amó, viviendo la iglesia de modo que cada miembro se sienta amado y querido. “Sentirse amado es ya estar salvado”. De lo contrario estamos abocados a convertir la vida, el mundo, la misma convivencia en un infierno.
En el film “Vidas secas” de Nelson Pereira dos Santos narra la situación de más de 20 millones de campesinos brasileños del NE del país agobiados en 1940 por la falta de lluvia y por la tiranía de los latifundistas. En un momento del film la madre exclama:
-¡Esto es un infierno!
El niño le pregunta:
-¿Y qué es un infierno?
-Un camino, contesta la madre. Un lugar lleno de fuego y de piedras calientes donde van los condenados.
El niño vuelve a preguntar. La madre le da una bofetada. El niño sale llorando y se sienta bajo un árbol seco, toca el suelo y dice:
-¡Piedras calientes...!
Pero en la película sale un perro, Ballena, que sigue allí leal al pie del niño. Es el único ser que le depara alguna felicidad, brindándole únicamente lo que un perro suele dar: lealtad, cariño y compañía. Verdaderamente es tremendo comprobar que a menudo tenga más, vamos a llamarle caridad, un perro, como también es desolador que alguien se sienta mejor y más acompañado en medio de animales que de hombres.
Este día debe hacernos reaccionar. “Trabajamos por la justicia. Sé solidario. Es la única manera”,  pero sin olvidar que la gran Cruzada del Cristiano debe empezar por hacer un mundo más humano y fraternal. Tenemos que tratar de sentar a todo el mundo en torno a esta mesa del amor que preside Jesús. Él nos dio ejemplo, y allí sentó a Pedro que lo iba a negar hasta tres veces, y allí cenaba Judas que tramaba la traición entre copa y copa, allí estaba Tomás que no creería en él, y allí estaban los demás que lo abandonarían aquella misma noche del prendimiento. Jesús los quiere a todos, a pesar de su fallos, se entrega en cuerpo y alma a todos, a todos lava los pies.
Por eso este gesto no es para conmemorarlo un día, ni siquiera un año entero, incluso durante este tiempo de pandemia que sufrimos y sufriremos sabe Dios hasta cuando, no, este gesto debe ser conmemorado y revivido la vida entera, minuto a minuto. El amor debe ser la característica de todo aquel que se precie de llamarse cristiano. Ese sería el modo de cambiar este mundo. Como dice san Juan de la Cruz: “poniendo donde no haya amor, amor porque así obtendrás amor”, lo demás es pura y simple añadidura. Jmf.




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