miércoles, 1 de abril de 2020


DOMINGO DE RAMOS.- 5-IV-2020 (Mt. 21, 1-11) A


Una de las cosas que sorprende en los ciclos litúrgicos es el simbolismo de los números. Algunos han sido considerados desde siempre como sagrados: así el 3, el 7, el 12, el 40..., lo mismo que se considera número nefasto el 13. Esto viene al caso porque hoy empezamos la que podríamos llamar sexta semana de Cuaresma. Pero esta semana, no obstante se podría considerar muy bien como el remate de la Cuaresma. Con ello tendríamos algo parecido a lo que el profeta Daniel anunció con su famosa profecía de las “Setenta semanas de años” que faltaban para la llegada del Mesías (Dan. 9,24). Pues bien, aquí podríamos hablar de una semana de semanas, o sea (49+1) cincuenta días.

Hoy Domingo de Ramos vemos a Cristo vitoreado, aclamado. Pronto lo veremos traicionado, juzgado, condenado, ajusticiado... Más la cosa no termina ahí. Sería demasiado triste. El final del camino no es la tumba sino la Resurrección.
Hoy todos los cristianos del mundo de vivir en circunstancias normales saldríamos a las calles en manifestación gozosa, no protestando ni reivindicando derechos y salarios, sino tratando de proclamar nuestra fe a los cuatro vientos. Y aunque portamos palos en las manos, estos son palos floridos, de ahí que se llame a esta Pascua, florida, lo cual indica vida y esperanza.
Cada año, en cada iglesia, desde el s. IV, (en Jerusalén se venía haciendo antes cuando el Obispo, imitando el gesto de Jesús, entraba en la ciudad a lomos de un borrico), se viene celebrando en toda la cristiandad ininterrumpidamente este rito.
En la Liturgia cada gesto, cada rito tienen su simbolismo. ¡Lástima de tanto liturgiclasta! Y es que hoy estamos perdiendo ese sexto sentido, esa capacidad espiritual para nuevas lecturas de los hechos, realizando la liturgia demasiado rutinariamente, y analizando los hechos superficialmente sin darnos cuenta de la riqueza espiritual que perdemos. Porque hasta el ir a pie o cabalgar sobre un asno puede tener su simbolismo.
Hay un film, creo que es ruso, sobre Don Quijote en donde sale Sancho Panza entrando en la Ínsula Barataria a lomos de su rucio. (Cervantes lo describe cabalgando sobre un macho). La gente al contemplarlo entrar de esa manera ríe al paso del nuevo gobernador pero Sancho les replica:
-¿Por qué os reís? ¿No veis que así sentado más bajo se oye mejor la voz del pueblo?
Los reyes entraban en camellos, los jefes de los gobiernos hoy viajan en avión... demasiado arriba, demasiado lejos del pueblo para poder escuchar fácilmente sus quejas. De ahí que fracasen tantas veces en su gobierno. Tuvo razón Jesús al escoger una pobre borriquilla para entrar en su ciudad. De ese modo llegó a identificarse aún más con la gente.
Algunos teólogos como Rodolfo Bultman (1884) atacaron la figura de Jesús aduciendo pruebas que trataban de demostrar que del Cristo real que vivió y murió en Palestina nada podemos saber ni histórica, ni teológica, ni exegéticamente ya que el Cristo que ha llegado hasta nosotros a través del Evangelio no es más que una síntesis de la fe de los primeros cristianos y de un vago recuerdo que conservaban de Jesús. Aunque dicha afirmación, a primera vista, parece una herejía podíamos decir que es el mejor elogio que nadie pudo hacer de la figura de Jesús: ya que el hecho de que un líder se funda y se confunda con su propia doctrina y esto lo haga el amor y la veneración de su propio pueblo, es un sueño a realizar que ya quisieran para sí muchos líderes que hoy se consideran carismáticos.
De este modo la fiesta del Domingo de Ramos, encierra también un símbolo: la figura de nuestro triunfo pascual. Se podría decir, como afirmó Gabriel García Márquez hablando de Macondo, el pueblo que protagoniza su novela “Cien años de soledad”, que Jerusalén y el Calvario “no son un lugar sino un estado de ánimo. Lo único que me parece probable es que en el futuro cambiará de nombre”. Un estado de ánimo. Hoy esta actitud, nuestro estado de ánimo, a pesar de la pandemia debe ser de triunfo y de alegría. Acaso nos esperan días sombríos pero todos ellos habrán de desembocar en la mañana luminosa de la Pascua. Jesús contesta a los judíos que le dicen que mande callar a sus discípulos: “Si ellos callaran gritarían las piedras” frase que dio pie a Fulton Sheen, célebre Obispo de la ciudad de New York, para decir: “Aquí y así nacieron las catedrales que no son más que esos gritos de piedra que podrían haberse elevado al cielo el Domingo de Ramos de haber callado los seguidores de Jesús”, ramos de piedra -gótico florido- o capiteles cuajados de hojas de acanto y multiforme flora en alabanza del Jesús que avanza por la historia humilde y a la vez majestuosamente.
Este año no vamos a salir a las calles con ramos de laurel, de palmas y de olivo. Antes en Miranda se plantaba un olivo cerca de casa para tener ramos de dicho árbol para hoy. Aún queda alguno por ahí. Usamos más el laurel que debía ser cortado, no comprado. El laurel fue un árbol sagrado desde remotos tiempos, lo fue para los romanos (el laurel de Apolo), aún hoy se depositan coronas laurel ante los monumentos, signo de la inmortalidad de los que allí conmemoramos. Cuando se fabrica una casa al cubrirla se corona con un ramo de laurel señal de triunfo y de victoria, señal de haber llegado al fin. Cuando se abre un bocoy de sidra, es decir, en una espicha, se solía colocar a la entrada del lagar un ramo de laurel, “puesto en un barracucu y tapau con laurel” que dice la canción. Con laurel y agua bendita se bendecía la tierra, la casa, y a veces se sacaba el ramo a la quintana para ahuyentar las tormentas.
El laurel que cada año se llevaba en procesión se quemaba el año siguiente y sus cenizas servían para el rito del miércoles que inauguraba la Cuaresma, cerrando de ese modo un ciclo litúrgico, símbolo del eterno retorno, es decir, de que Cristo siempre vuelve.
Hoy a punto de finalizar ya la Cuaresma, de rematar la casa espiritual, hecha a base de oración, ayuno y limosna, en una palabra, penitencia, es el momento de colocar también el ramo. Si no hemos hecho nada digno de un creyente durante estos días cuaresmales este símbolo es un símbolo vacío y falso ¿cómo poner el símbolo sobre la casa que no hemos fabricado?
El ramo es también símbolo del triunfo de Jesús y nuestro. Así se representa a los mártires y así a los santos que entraron en la gloria llevando entre sus manos ramos y palmas que significan santidad y martirio. Con ese ramo en la mano vamos a iniciar y a proseguir espiritualmente este camino este año tan angustioso hacia la Jerusalén de la muerte pero sobre todo hacia la Jerusalén celestial de la resurrección. Nuestra religión no termina un Viernes santo sino un Domingo de gloria. No olvidemos esto nunca. Jmf.

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