DOMINGO DE RAMOS.- 5-IV-2020 (Mt. 21, 1-11) A
Una de las cosas que sorprende en los ciclos litúrgicos es el
simbolismo de los números. Algunos han sido considerados desde siempre como
sagrados: así el 3, el 7, el 12, el 40..., lo mismo
que se considera número nefasto el 13.
Esto viene al caso porque hoy empezamos la que podríamos llamar sexta semana de Cuaresma. Pero esta
semana, no obstante se podría considerar muy bien como el remate de la
Cuaresma. Con ello tendríamos algo parecido a lo que el profeta Daniel anunció con su famosa profecía
de las “Setenta semanas de años” que
faltaban para la llegada del Mesías (Dan. 9,24). Pues bien, aquí podríamos
hablar de una semana de semanas, o sea (49+1) cincuenta días.
Hoy Domingo de Ramos vemos a
Cristo vitoreado, aclamado. Pronto lo veremos traicionado, juzgado, condenado,
ajusticiado... Más la cosa no termina ahí. Sería demasiado triste. El final del
camino no es la tumba sino la Resurrección.
Hoy todos los cristianos del mundo de vivir en circunstancias normales
saldríamos a las calles en manifestación gozosa, no protestando ni reivindicando
derechos y salarios, sino tratando de proclamar nuestra fe a los cuatro
vientos. Y aunque portamos palos en las manos, estos son palos floridos, de ahí
que se llame a esta Pascua, florida,
lo cual indica vida y esperanza.
Cada año, en cada iglesia, desde el s. IV, (en Jerusalén se venía
haciendo antes cuando el Obispo, imitando el gesto de Jesús, entraba en la ciudad a lomos de un borrico), se viene
celebrando en toda la cristiandad ininterrumpidamente este rito.
En la Liturgia cada gesto, cada rito tienen su simbolismo. ¡Lástima de
tanto liturgiclasta! Y es que hoy estamos perdiendo ese sexto sentido, esa
capacidad espiritual para nuevas lecturas de los hechos, realizando la liturgia
demasiado rutinariamente, y analizando los hechos superficialmente sin darnos
cuenta de la riqueza espiritual que perdemos. Porque hasta el ir a pie o
cabalgar sobre un asno puede tener su simbolismo.
Hay un film, creo que es ruso, sobre Don Quijote en donde sale Sancho
Panza entrando en la Ínsula Barataria
a lomos de su rucio. (Cervantes lo
describe cabalgando sobre un macho). La gente al contemplarlo entrar de esa
manera ríe al paso del nuevo gobernador pero Sancho les replica:
-¿Por qué os reís? ¿No veis
que así sentado más bajo se oye mejor la voz del pueblo?
Los reyes entraban en camellos, los jefes de los gobiernos hoy viajan
en avión... demasiado arriba, demasiado lejos del pueblo para poder escuchar
fácilmente sus quejas. De ahí que fracasen tantas veces en su gobierno. Tuvo
razón Jesús al escoger una pobre
borriquilla para entrar en su ciudad. De ese modo llegó a identificarse aún más
con la gente.
Algunos teólogos como Rodolfo
Bultman (1884) atacaron la figura de Jesús
aduciendo pruebas que trataban de demostrar que del Cristo real que vivió y
murió en Palestina nada podemos saber ni histórica, ni teológica, ni
exegéticamente ya que el Cristo que ha llegado hasta nosotros a través del
Evangelio no es más que una síntesis de la fe de los primeros cristianos y de
un vago recuerdo que conservaban de Jesús.
Aunque dicha afirmación, a primera vista, parece una herejía podíamos decir que
es el mejor elogio que nadie pudo hacer de la figura de Jesús: ya que el hecho de que un líder se funda y se confunda con
su propia doctrina y esto lo haga el amor y la veneración de su propio pueblo,
es un sueño a realizar que ya quisieran para sí muchos líderes que hoy se
consideran carismáticos.
De este modo la fiesta del Domingo de Ramos, encierra también un
símbolo: la figura de nuestro triunfo pascual. Se podría decir, como afirmó Gabriel García Márquez hablando de Macondo, el pueblo que protagoniza su
novela “Cien años de soledad”, que
Jerusalén y el Calvario “no son un lugar
sino un estado de ánimo. Lo único que me parece probable es que en el futuro
cambiará de nombre”. Un estado de ánimo. Hoy esta actitud, nuestro estado
de ánimo, a pesar de la pandemia debe ser de triunfo y de alegría. Acaso nos esperan
días sombríos pero todos ellos habrán de desembocar en la mañana luminosa de la
Pascua. Jesús contesta a los judíos
que le dicen que mande callar a sus discípulos: “Si ellos callaran gritarían las piedras” frase que dio pie a Fulton Sheen, célebre Obispo de la
ciudad de New York, para decir: “Aquí y
así nacieron las catedrales que no son más que esos gritos de piedra que
podrían haberse elevado al cielo el Domingo de Ramos de haber callado los
seguidores de Jesús”, ramos de piedra -gótico florido- o capiteles cuajados
de hojas de acanto y multiforme flora en alabanza del Jesús que avanza por la historia humilde y a la vez
majestuosamente.
Este año no vamos a salir a las calles con ramos de laurel, de palmas
y de olivo. Antes en Miranda se plantaba un olivo cerca de casa para tener
ramos de dicho árbol para hoy. Aún queda alguno por ahí. Usamos más el laurel
que debía ser cortado, no comprado. El laurel fue un árbol sagrado desde
remotos tiempos, lo fue para los romanos (el
laurel de Apolo), aún hoy se
depositan coronas laurel ante los monumentos, signo de la inmortalidad de los
que allí conmemoramos. Cuando se fabrica una casa al cubrirla se corona con un
ramo de laurel señal de triunfo y de victoria, señal de haber llegado al fin.
Cuando se abre un bocoy de sidra, es decir, en una espicha, se solía colocar a
la entrada del lagar un ramo de laurel, “puesto
en un barracucu y tapau con laurel” que dice la canción. Con laurel y agua
bendita se bendecía la tierra, la casa, y a veces se sacaba el ramo a la
quintana para ahuyentar las tormentas.
El laurel que cada año se llevaba en procesión se quemaba el año siguiente
y sus cenizas servían para el rito del miércoles que inauguraba la Cuaresma,
cerrando de ese modo un ciclo litúrgico, símbolo del eterno retorno, es decir,
de que Cristo siempre vuelve.
Hoy a punto de finalizar ya la Cuaresma, de rematar la casa
espiritual, hecha a base de oración, ayuno y limosna, en una palabra,
penitencia, es el momento de colocar también el ramo. Si no hemos hecho nada
digno de un creyente durante estos días cuaresmales este símbolo es un símbolo
vacío y falso ¿cómo poner el símbolo sobre la casa que no hemos fabricado?
El ramo es también símbolo del triunfo de Jesús y nuestro. Así se representa a los mártires y así a los
santos que entraron en la gloria llevando entre sus manos ramos y palmas que
significan santidad y martirio. Con ese ramo en la mano vamos a iniciar y a
proseguir espiritualmente este camino este año tan angustioso hacia la
Jerusalén de la muerte pero sobre todo hacia la Jerusalén celestial de la
resurrección. Nuestra religión no termina un Viernes santo sino un Domingo de
gloria. No olvidemos esto nunca. Jmf.
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