martes, 16 de abril de 2019


    JUEVES SANTO, DÍA DEL AMOR FRADERNO 
   (18-IV-2019) C


Cuántas veces habremos oído hablar de amor, la palabra amor, el verbo amar. Desde niños lo escuchamos a las madres cuando abrazan a su hijito. Luego al niño le preguntarán a quién quiere más: a su padre o a su madre, es el primer examen de amor.

En la Escuela, en el Colegio el primer verbo que nos enseñan a conjugar es el verbo amar: Yo amo, tú amas, él ama…, en lat.: amo, as, are. Y es el amor quien transforma al joven al ponerlo en contacto con la vida. La juventud es la edad del amor, de los amores o del gran Amor, con mayúscula.

La historia está llena de dramas y sucesos donde el protagonista es el amor: basta recordar la tragedia de Marco Antonio que pierde la batalla de Accio el año 30 (a. C.) por abandonar a sus soldados y navegar tras la galera de Cleopatra a quien amaba. Y si abundan en la historia no digamos nada en la Literatura. Podríamos decir que cada novela, cada obra dramática, cada película no se concibe si no lleva como telón de fondo una historia de amor, (mejor o peor tratada, esto ya es harina de otro costal). Todo está lleno de historias de amor. Con frecuencia suelen terminar en drama: así Las Noches lúgubres de José Cadalso, (s. XIX), Romeo y Julieta, Los amantes de Teruel, y un largo etc.

Hoy celebramos no una historia de amor más sino la Historia del Amor por antonomasia, la historia del mismo Dios que es amor, la historia de su amor a los hombres. Dios siempre ha sido “el amigo de los hombres”, como escribe san Pablo en su carta a Tito (3, 4). Y un amigo es incluso hasta más que un hermano. En el Paraíso -dice la Biblia- Dios paseaba con Adán por el jardín al socaire de la tarde como un amigo pasea con un amigo. Dios es el primer amigo de Abrahán. El Señor le habla a Moisés en el Sinaí “como un amigo habla con su amigo”.

Finalmente, por no alargarnos, Jesús les llama a sus apóstoles: “no siervos sino amigos”. A Judas, en el preciso momento en el que este le traiciona, Jesús le responde con aquella hermosa frase: “Amigo, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?”. La amistad es más que el amor. Entre dos personas puede haber amor, amor admiración, amor pasión, y sin embargo puede no haber amistad. La amistad/amor empieza cuando uno se olvida de sí mismo y vive ya para el otro. Esa es además, la expresión de amistad más profunda.

Si nos examinamos, aunque sólo sea muy por encima, veremos que hoy nos queremos poco. Acaso tampoco nos odiamos, pero nos desimportamos aterradoramente, y tal parece que sólo tenemos interés por alguien si vemos que podemos sacar de esa amistad algún provecho. Amar por amar parece que ya no tiene cabida en nuestro mundo. Y esto se manifiesta hasta en el mismo saludo ¡Qué poca gente te contesta o se adelanta a dar los buenos días por la calle! Pasamos unos ante otros como fantasmas, “Así pasan por ahí los animales” nos repetía a menudo cuando éramos niños un maestro de escuela que confiaba en el saludo. Y qué menos que un saludo, saludo a propios y a extraños. Al menos los cristianos. ¿No somos hermanos? Por eso es tan sorprendente cuando uno se encuentra con gente que, no sólo saluda, sino que lo hace invocando el nombre del Señor: “¡Vaya usted con Dios!”. Eso es hermoso y bueno.

Se habla hoy mucho de crisis de energía, de problemas con el mercado común, de carestía de vida, etc., son temas recurrentes en cualquier conversación. Pero la verdadera falta de energía no es la calorífica sino la espiritual del corazón. Y es curioso que viviendo sobre una bola de fuego que es el centro de la tierra, teniendo sobre nuestras cabezas no un sol, no, sino millones de soles a millones de grados de temperatura que se pierden en el espacio, el hombre pase frío. Parece inconcebible.

Lo mismo pasa con nuestro corazón: teniendo tanto amor, tanta fraternidad para entregarla a los demás nos enquistamos en nuestros egoísmos y así el sol de la fraternidad no puede ni alumbrarnos ni entrar en nuestra alma. Y teniendo sobre nuestras frentes un Dios con infinito amor, se nos muere el alma de frío y de hambre de amor, como se moría la del hijo pródigo.

Dios es el sol que nos alumbra. Dios es un derroche de amor. Dios en la persona de Jesús, nos invita una vez más a su banquete. Eso es un signo de amistad, invitar a una copa. Debemos aceptar la invitación, ponernos al sol de este gran amor. Nos quejamos de que no hay amor. En Dios está la solución. Amando a los demás amamos a Dios y nosotros nos sentimos amados por Dios. Porque donde no hay caridad deberíamos hacerla presente los cristianos, según aquella hermosa máxima de san Juan de la Cruz: “Donde no hay amor pon amor y encontrarás amor”.

Como final  permitidme recordar una oración que escuché muchas veces, siendo niño: “La oración del Jueves Santo” que se acostumbraba a recitar con otras varias, sobre todo al acostarse. Se la escuché por última vez hace unos años a una anciana de 97 años que vivía en una aldea de Somiedo, Avelina García Riesco. Quisiera recordarla, porque a pesar de su sencillez fue una oración que miles de labios rezaron por medio mundo con esa fe del pueblo que ya quisiéramos muchos para nosotros. Acaso más de uno de los presentes la recuerde. Decía así:

“Jueves Santo, Jueves Santo,
tres días antes de Pascua
cuando el Redentor del mundo
a sus discípulos llama.
Los llama uno por uno,
de dos en dos se juntaban
a tomar una comida
de la su mesa sagrada.
De comer les da su Cuerpo
de beber su Sangre santa.
Cuando los vio todos juntos
de esta manera les habla:
-Ahora, discípulos míos,
¿cuál muere por mí mañana?
Miran unos para otros,
a todos tiembla la barba
y al que barba no tenía
la color se le mudaba.
Sólo fue san Juan Bautista
que predicó en las montañas.:
-Muero yo por ti, mi Dios.
muevo yo por Ti mañana.
-No digas eso, san Juan,
no digas esas palabras
que tu muerte por la mía
nunca ha de ser perdonada.
¡Válgame Nuestra Señora
y la Virgen Soberana!

Así rezaban nuestros abuelos. Así vivían y se imaginaban la escena de este día de Jueves santo, con sus errores, que los tenían, pero con una fe que lo suplía todo. Hoy en cambio la gente apenas reza ni de esta forma ni de ninguna otra, con lo cual la vida espiritual de las personas se empobrece más y más, la gente se mete en casa, luego se mete en sí mismas y va poco a poco cayendo en un pozo sin fondo de tristeza, de depresión y soledad. Únicamente cuando sucede una catástrofe, una desgracia parece que despertarnos como de una modorra y entonces sí, nos acordamos de Dios, hacemos promesas, ayudamos, hablamos, comentamos e incluso echamos una mano. Hoy Jueves santo día de la Eucaristía y por tanto día de Amor fraterno. Un mandamiento nuevo que nos dio el Señor. No lo echemos en saco roto. 
                                                                                                                         Jmf

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