domingo, 21 de abril de 2019


RESURRECCIÓN.- (Lc. 24. 1-12) 21-IV2019 C
  
Estamos de fiesta. El Cristianismo no es duelo por la muerte del Señor (esto lo podrían pensar algunos al ver en cada Iglesia presidiendo un crucifijo), el cristianismo es una fiesta, es una celebración gozosa de un gran acontecimiento.

La palabra fiesta es una voz mágica, una voz que tiene el poder de convocar, de congregar y de reunir. Exime incluso de lo más ingrato del vivir, de aquel castigo impuesto por Dios en el Paraíso a nuestro padre Adán: trabajar, “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.  Las fiestas nos acercan un poco más al estado inicial del hombre antes de cometer el primer pecado.

Además se come y se bebe extra, y hasta suele haber comidas y bebidas especiales, típicas de cada fiesta, por ejemplo el bollo de Pascua, al que habría que rellenar o escarchar con más simbolismo cristiano.
En las grandes fiestas se hace una limpieza a fondo de la casa para luego adornarla adecuadamente. Espiritualmente esto se simboliza mediante el rito de la bendición del agua y del fuego, dos elementos purificadores.

Cuando llega la fiesta mucha gente se pone traje, vestido y calzado nuevo, de estrena, acaso llevada por ese mimetismo natural de ver cómo cada año la primavera estrena luz nueva, hojas nuevas, flores nuevas. Ayer se bendijo el fuego, fuego nuevo que una vez prendido en el cirio Pascual lucirá durante cuarenta días hasta el día de la Ascensión su luz nueva, fuego virgen que salió de una roca de pedernal.

En las fiestas se invita a los amigos a comer demostrando así de modo externo la amistad, ya que más que por saciar una necesidad corporal lo que se pretende es mantener, más aún, es estrechar más los lazos de la convivencia y de la fraternidad, algo enormemente positivo en nuestro mundo actual en el que todos andamos tan desimportados unos de otros y por lo tanto tan faltos de amistad y de afecto. Esto tiene lugar de modo especial, o debería tener lugar, en la santa Misa; pero sobre todo, esto tiene lugar el día de Pascua.

Los hebreos para decir que una cosa era la mejor, en grado superlativo, usaban ese giro en genitivo: el Cantar de los cantares, el Amor de los amores, el Señor de los señores o el Rey de reyes, etc. También nosotros podríamos decir con idéntico sentido que la Pascua es la fiesta de las fiestas.  Cada domingo es pascua, una celebración en común de este día. Cada domingo es una pequeña pascua. De ahí la razón para manifestar nuestra alegría externamente de algún modo:

Alegría porque somos libres, alegría porque Jesús nos trajo su paz. Estamos en paz, vivamos en paz, paz con nosotros mismos y en paz con los demás. “Mi paz os dejo, mi paz os doy (dice el Señor) pero no os la doy como la da el mundo…”.

Alegría porque estamos vivos, hemos resucitado con Cristo, Él con su muerte nos libró de la muerte eterna. La muerte corporal no es el final del camino, es emprender una nueva jornada. Hoy más que nunca deberíamos adornar nuestras casas como en Navidad expresando así externamente nuestra alegría, porque Pascua es mucho más que Navidad.  Los primeros cristianos simbolizaban la resurrección con las dos primeras letras de la palabra Cristo en griego: una Xi (ji) y una Ro (XP), formando un anagrama al que luego rodeaban con una corona de laurel de la cual se alimentaban dos palomas (las almas de los creyentes). Bajo el anagrama yacían aún dormidos los guardias que custodiaban el sepulcro, ahora vacío.

Entre un cristiano y el resto de la gente debe haber una diferencia, el cristiano no busca la alegría en sí, la alegría por la alegría, sino que busca al Señor. Y el Señor, que es el creador de la alegría, nos la dará con creces.

Nosotros hemos podido acompañar al Señor en su pasión y hemos tenido la ocasión de llorarle como la Magdalena, de echarlo de menos como los discípulos, y de amarle como sus más fieles seguidores pero todo eso nos servirá de muy poco si no creemos en Él. Es fe lo que se nos pide porque la fe es el fundamento de todo lo demás.  Sin fe corremos el riesgo de confundir a Jesús con el hortelano o jardinero de turno como le sucedió a María Magdalena; con un fantasma como les ocurrió a los Apóstoles; con un caminante más como sucedió con los discípulos de Emaús que, incluso le acusan de poca información sobre lo que aconteció aquellos días en Jerusalén, de viajero despistado que no está al loro de los últimas noticias. Jesús les devuelve la pelota. Son ellos los que no están al día porque les falló la fe, porque no creyeron lo que anunciaron las Escrituras.

Hoy es Pascua de Resurrección, el día del Señor por antonomasia, el domingo de todos los domingos, el día de la más grande noticia que escucharon los tiempos; y una noticia así no es para guardarla en los archivos del olvido ni de la rutina diaria sino es para darla a conocer, para divulgarla una vez conocida, por creída, debe ser también celebrada.  Celebrar la Pascua cristianamente es a lo que nos llama el Señor en esta fecha memorable, celebrar la Pascua con todos nuestros hermanos sus no es lo mismo que hacer la Pascua a los demás. 
  Jmf





¡SURREXIT CHRISTUS, SPES MEA

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