VIGILIA PASCUAL 20-1V-2019. SÁBADO SANTO
En Primer lugar el fuego… El fuego es vida, da calor. En
algunas aldeas cuando un miembro de la familia fallecía se apagaba el fuego y
permanecía el llar apagado hasta después del entierro. Si en la alcoba del
difunto se encendía una candela era un símbolo de esperanza, una señal de que
algo seguía estando vivo todavía.
Según el rito bizantino el
fuego a bendecir esta noche debía ser virgen, es decir, sacado de una piedra de
pedernal, simbolizando a Cristo saliendo del sepulcro. Luego era llevado hasta
Bizancio y desde Bizancio a Atenas, a Kiev, a Moscú...
Para nosotros, que también
lo hemos bendecido, sigue simbolizando, de igual modo, a Cristo saliendo
glorioso del sepulcro, representado gráficamente por el cirio encendido en ese
fuego, “el cual, aunque dividido en
partes no sufre detrimento de su luz…”, como cantábamos en el Pregón
Pascual. También simboliza la columna de fuego que guió a los israelitas a
través del desierto, fuego que se posa luego, allí sobre el tabernáculo y aquí,
sobre la cera virgen que trabajaron las abejas.
A propósito de una leyenda
originaria de los pueblos de Umbría (Italia) y recogida por Virgilio en las Geórgicas, que habla de la virginidad de las abejas, comenta el
escritor romano: “Lo que te parecerá
singular en estos animales es que no se junten para engendrar, que no enervan
su cuerpo con la languidez del placer ni le fatigan con el esfuerzo de la
generación”. Esa será acaso la razón por la que no conocen el dolor, según
afirman los entendidos. Cristo resucitado, nacido de una virgen, y renacido del
sepulcro ya no sufre en su carne, en Él ya no habrá más ni muerte ni dolor.
El cirio, fabricado con la cera virginal de las abejas y que, como venimos
repitiendo, simboliza a Cristo, brilla esta noche para que podamos ver; y con
esa fe debemos acercarnos hoy a Él. Muchos se acercan a la luz no para ver
mejor sino para que los vean más y eso es poco evangélico.
Son estremecedoras las palabras que a este respecto dice San Juan en su Evangelio a propósito de que Cristo es la luz... “En Él está la vida, y la vida es la luz de
los hombres; y la luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la
recibieron…”, “Él es la luz verdadera
que alumbra a todo hombre que viene a este mundo” (Jn. 1, 4-5 y 9).
Otro de los ritos que tienen lugar en esta noche es la bendición del agua. El agua es el origen
de la vida. De ella venimos, (del agua del mar, afirman los biólogos), y del
líquido amniótico de parecida
composición que la del mar, en el que permanecimos nueve meses. Por el agua
bautismal renacemos también a nueva vida. Donde, hay agua allí hay también
vida, el bautismo que tiene lugar esta noche y mañana en muchas parroquias
viene a simbolizar este renacer por el agua a la vida de Cristo.
También tiene lugar esta noche naturalmente, el rito de la palabra, este sonido que
emitimos que llamamos voz y detrás del cual se esconden ideas, sentimientos,
pasiones... De ahí el conocerlas bien y saber distinguir entre todas ellas la
voz de Dios, ya que no siempre estamos a la escucha, y, si la percibimos, o no
la entendemos o no la estudiamos a fondo. Estoy pensando en el evangelio que
hemos leído y que acaso no sepamos escudriñarlo como es debido para sacar de él
todo el mensaje que San Juan quiso
trasmitirnos. (Para una más fiel comprensión va la palabra griega entre paréntesis).
Lucas nos habla hoy de que cuando llegó Pedro
al sepulcro “se asomó y vio (´ozonía
móna) únicamente las vendas (por el suelo), y se volvió
admirado de la sucedido”. San Juan nos
dirá mañana, que “Vino pues, Simón Pedro
siguiendo a Juan, y entró en el monumento y vio los lienzos o vendas, ('ozonía) allanados (keimena) y el sudario
alrededor de la cabeza (epi tés kefalée) no como los lienzos allanados sino en
su propio lugar ('al-lá joris)., igual que había sido colocado (´entetuligmenon)”. Por eso tiene una gran lógica lo que dice luego: “Entró el otro discípulo y (al verlo
así) creyó” (Jn. 20, 4-8). Era
difícil hacerse a la idea de que un muerto hubiese salido en primer lugar de
los lienzos sin deshacer el envoltorio dejándolos intactos aunque aplanados, y
en segundo lugar que hubiera salido luego del sepulcro con vida. De ahí la
importancia que cobra cada palabra y cada frase de este texto. Al ver que todo
estaba en orden, y tal como había sido fajado pero vacío, no les quedó más
remedio que creer, viene a decir san
Juan.
Con frecuencia no paramos mientes en este hermoso dogma
recogido en nuestro Credo: “Creo en la
resurrección de la carne”, creer que todos resucitaremos... Estamos tan
acostumbrados a ver en el cuerpo el mal, la causa del pecado, una cárcel, una
cadena que nos ata, el asno que nos lleva, la tumba del alma, polvo y ceniza,
nada... Todo ello sin duda por una influencia de las doctrinas platónicas. Platón en “Fedon”, su Diálogo sobre la inmortalidad del alma, nos dice: “El alma no se pertenecerá íntegra a no ser
separada del cuerpo. Viviremos puros y libres de la locura de la carne”.
Pero esta doctrina no es cristiana puesto que el cristiano afirma precisamente
todo lo contrario de acuerdo con la Biblia: nosotros sólo seremos libres del
todo el día que resucitemos en nuestro cuerpo, cuerpo y alma. Es cierto que la
muerte es una frontera, una incógnita y para muchos hasta una tragedia, es
cierto. Pero como dice J. M. Castillo
para un cristiano la muerte no debe ser un ¡Ay!
lastimero de angustia ante lo desconocido e incierto sino un ¡Oh! de sorpresa, de júbilo y admiración
ante una vida eterna que tenemos por delante.
Cristo resucitó y está vivo. Nosotros le seguiremos. Él es la
primicia. Esa es nuestra fe. Lo malo es que parece que no estamos muy seguros,
ya que deberíamos demostrar con nuestro modo de vivir, con nuestros hechos y
actitudes que Cristo ha resucitado.
Desgraciadamente para muchos Jesús aún no ha salido del sepulcro, sigue allí envuelto entre
sudarios y vendas, y, como María
Magdalena, siguen camino del sepulcro no en busca del resucitado sino a dar
culto y a embalsamar al que juzgan aún Cristo muerto.
Hoy, esta noche, aquí, más que nunca y con más ahínco que
nunca, debemos poner en acción toda nuestra fe y repetir con todo el corazón
las palabras del viejo Catecismo que por arcaicas hasta resuenan mejor en esta
noche: “Creo en la Resurrección, en la
Resurrección de Cristo y en la resurrección de la carne, y en la vida
perdurable para siempre jamás. Amen”.
Jmf
Jmf
No hay comentarios:
Publicar un comentario